La victoria de Mauricio Macri en 2015 no fue demasiado holgada. Luego de perder la primera vuelta por tres puntos con Daniel Scioli, Cambiemos remontó en el balotaje y se impuso por dos. De los 25 millones de votantes que sufragaron en aquella segunda vuelta, poco más de medio millón inclinó la balanza a favor del actual presidente.
Lo cierto es que el peronismo pudo haber presentado una opción más competitiva, pero la expresidente Cristina Fernández de Kirchner insistió con Carlos Zannini como postulante a vicepresidente y con Aníbal Fernández como gobernador de Buenos Aires. Los dos dirigentes K generaban la simpatía exclusivamente en el núcleo duro con que cuenta Cristina. El rechazo en los sectores independientes era importante. Zannini, de pasado vinculado a las organizaciones terroristas, representaba una suerte de “comisario político” de CFK designado para seguir de cerca a Scioli. Aníbal, de perfil más peronista, estaba en el ojo de la tormeta por otra cosa. El programa de Jorge Lanata, Periodismo Para Todos, lo había mostrado como un hombre vinculado a la corrupción, al tráfico de influencias y al narcotráfico. Aunque la imagen de Fernández (Aníbal) estaba por el suelo, Fernández (Cristina) lo puso en la candidatura más estratégica de todas. Las victorias de Macri y Vidal tienen, para muchos analistas, bastante que ver con el rol del exministro del Interior.
Cuatro años después, en el marco de las nuevas elecciones, parece que se repite el fenómeno, de la mano de los mismos actores. Vidal y Macri van por la reelección, Cristina compite como candidata y Aníbal reapareció con un aporte que, lejos de perjudicar al oficialismo, parece beneficiarlo.
Con la actual gobernadora pretendiendo retener la provincia y luchando cada voto con Axel Kicillof, Aníbal reapareció, para, teóricamente, fustigar a Vidal. Sin embagro, por el rechazo de sus opiniones, parece que le hizo otro favor. Uno mas, como en los viejos tiempos.
“Antes de dejarles mis hijos a María Eugenia Vidal, se los dejo a Barreda”, dijo el exministro, metiéndose de lleno en la campaña.
¿Quién es Ricardo Barreda?
El odontólogo saltó a la fama al momento de su detención por un brutal crimen. Uno de los más célebres de la historia Argentina. En 1992 mató a escopetazos a sus dos hijas, a su mujer y a su suegra. En su defensa, Barreda dijo que era acosado y humillado por las cuatro mujeres con las que convivía. Luego de una discusión familiar, donde su mujer le dijo que limpie la casa, el dentista perdió la cabeza. Él ya había acordado quitar las telarañas del techo, pero una palabra generó la tragedia. “Dale, andá que los trabajos de conchita son los que mejor te salen”. La mujer nunca imaginó que el insulto podía causar su muerte, la de su madre y la de sus dos hijas. “Conchita” Barreda, como se le dijo luego, lógicamente, tomó la escopeta (que paradójicamente fue un regalo de su suegra) y mató a su familia. Purgó su condena en la cárcel y hoy está en libertad, a los 83 años.
La analogía de Vidal con Barreda no cayó muy bien en el electorado independiente. Justo ese que tiene que seducir el kirchnerismo. Justo ese que el mismo kirchnerismo se encarga de espantar en los momentos estratégicos.