En la presentación de anoche, luego de caer ante Alberto Fernández por 47,65 % contra 32,08 %, a Mauricio Macri se lo vio golpeado. Reconoció una pésima elección y, antes de que estuvieran los datos oficiales, habló de más de diez puntos de diferencia con el Frente de Todos. Sin embargo, se mantuvo con la idea de competir en octubre y buscar remontar la situación.
Los números muestran que eso no es muy posible: hubo un alto porcentual del padrón votando (75 %, por lo que no se podría esperar que hable un gran voto ausente) y los candidatos más afines a él que al kirchnerismo, todos juntos, suman un 13,03 %. En el caso de que la totalidad absoluta de esos votantes decidan apoyar al presidente en la próxima instancia, todavía le faltarían dos puntos. El Frente de Izquierda tiene 2,86 % pero ni el más optimista de los macristas podría esperar conseguir algún voto ahí. Eso en octubre se repite al mismo espacio y en situación de balotaje se divide seguramente entre blanco y kirchnerismo. Ni siquiera la dupla Scioli Zannini pudo conseguir en la segunda vuelta pasada la totalidad del caudal de la izquierda dura. El kirchnerismo incluso responsabilizó a los “trotskos” por el triunfo escueto de Macri hace cuatro años.
Aunque en la noche de ayer Macri no acusó recibo, muchos esperaban una palabra distinta en la tarde de hoy. El Poder Ejecutivo anunció conferencia de prensa para las 4 de la tarde y, una vez más, todos los ojos del país estuvieron encima de Macri, que salió acompañado por su candidato a vicepresidente, el peronista Miguel Ángel Pichetto.
Aunque suene difícil de comprender, el líder de Juntos por el Cambio se mantuvo en el mismo discurso: “no se eligieron candidatos”, “esto fue una primaria”, “vamos a hacer lo posible para revertir la situación” y “no está todo dicho”. Eso sí, dijo “kirchnerismo”, “kirchnerismo”, “kirchnerismo”, “kirchnerismo,” una y otra vez. Lejos de una autocrítica por el fallido plan económico “gradualista”, el presidente argentino responsabilizó a la oposición, la que ahora denominó como “kirchnerismo”.
A la hora de explicar la corrida cambiaria que hoy tuvo lugar en Argentina, Macri la asoció a la imagen de Kirchner en el mundo y al resultado de ayer. Resumiendo, nada era culpa de él. Todo era responsabilidad de Alberto, Cristina y sus votantes. “El cambio continúa, vamos a revertir la elección de ayer”, señaló.
Claro que los periodistas preguntaron por la posibilidad de un “cogobierno”, de un “gabinete de emergencia” o de un “plan de transición”. Pero Macri descartó todas las posibilidades y aseguró que no debe preocuparse por otra cosa que no sea ganar en octubre.
Sin embargo, dados los números de ayer y la crisis de hoy, esto no parece obedecer mucho a lo que está ocurriendo en la realidad. Esta circunstancia muestra dos posibilidades arriba de la mesa: que el presidente argentino perdió el juicio y está completamente desubicado en tiempo y espacio, o que llamó al vencedor de las PASO (primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias) para un programa de emergencia y este se negó a comenzar un diálogo para una transición ordenada. Las dos cosas serían muy malas noticias para el país.
Conociendo la obstinación del macrismo y la poca predisposición del peronismo (pero, sobre todo, la intransigencia del kirchnerismo), ninguna de las dos opciones parece descabellada.
El plan “milagro” fuera de la agenda
Todo parece indicar que el Gobierno está acabado y que Macri perderá con Alberto Fernández en las próximas instancias. Sin embargo, técnicamente, hay una posibilidad (muy remota), no para que el oficialismo remonte y triunfe, pero sí para que no gane el kirchnerismo. Esta tiene que ver con una idea que dejó el asesor norteamericano Dick Morris en su última visita al país.
El exasesor de Bill Clinton advirtió que Macri podría “no ser el adecuado” para vencer a los Fernández. Sus palabras pasaron desapercibidas, ya que su candidato, el economista José Luis Espert, no superó el 2 % de los votos. Sin embargo, su razonamiento ante la polarización, podría ser tenido en cuenta para una propuesta de características épicas. No para el candidato liberal, pero sí para el tercero en cuestión: Roberto Lavagna, que cosechó un 8,22 % de los votos.
En el hipotético caso (poco probable) de que Macri desista de su candidatura y apoye solamente a los postulantes legislativos de su espacio, recomendando votar a presidente por el exministro de economía, Lavagna podría llevarse “todo”. Es decir, los votos macristas, los de Gómez Centurión y los de Espert. Pero lo que podría hacer que ocurra el milagro en este caso, es que el economista peronista podría quitarle algún voto a los Fernández, que jamás iría con Macri, pero que podría considerar otra opción como la de Lavagna. Este cálculo, que resulta extravagante, complejo y poco probable, tiene muchas más chances de éxito que la insistencia de la candidatura del actual presidente. Hasta ahora, el plan no está en agenda.