Argentina, y sobre todo su Gobierno, no sale del asombro por el resultado que arrojaron las primarias el pasado 11 de agosto. Todavía el dolar y el riesgo país se acomodan, cayó el ministro de Economía y no se sabe si se está pensando en una transición ordenada o si permanece la obstinación de remontar los 15 puntos de diferencia a base de manotazos de ahogado.
Pero detrás de un resultado anunciado hay algunos aspectos que valen la pena ser rescatados hoy, ya que no solamente están relacionados con la coyuntura, sino que pueden dejar lecciones a futuro (aunque ya se habían aprendido, evidentemente no lo suficiente, en el pasado).
1) El error del gradualismo
Aunque ya fue mencionado en un sinfín de oportunidades, cuando uno escucha a los referentes del kirchnerismo decir que lo que fracasó con el Macri fue un modelo “neoliberal”, queda en evidencia que hay que insistir en este punto hasta el hartazgo.
Al momento de asumir en 2015, el actual presidente decidió evitar cualquier reforma de fondo y comenzó un proceso de corrección tímido y gradual. Cabe destacar que, incluso, el “ajuste” lo pagaron exclusivamente los argentinos de a pie. A la hora de corregir los subsidios de las tarifas energéticas, el Gobierno fue claro y duro. Pero a la hora de reparar los graves desajustes del sector público, las modificaciones no fueron ni siquiera cosméticas. El Estado y la burocracia mantuvieron todos los privilegios. Y para pagar por ellos se mantuvo la presión impositiva del kirchnerismo, que a veces, incluso, se incrementó.
Aunque Macri compró la receta del “gradualismo”, que financiando con deuda lo inmediato se podía esperar un gran crecimiento con base en la inversión extranjera, lo cierto es que esta jamás llegó. Los altos impuestos y la imposible legislación laboral son antónimos a la idea de poner dinero en el país. Como ya ocurrió en otras oportunidades, las palabras optimistas y promercado del presidente no alcanzaron para que los inversores decidieran apostar por la Argentina.
Aunque Macri haya tenido un discurso correcto y un buen diagnóstico, para comprender el fracaso, y para ser justo con lo ocurrido, hay que mirar los números y las políticas aplicadas. Como dijo José Luis Espert: kirchnerismo de buenos modales. O incluso ni eso, por lo que se vio en las últimas horas.
2) La insistencia del error en 2017
Luego de dos años de vacas flacas, los argentinos, en un hecho con pocos precedentes, votaron “en contra del bolsillo”. Por esos días los analistas se preguntaban (y se lo preguntaron nuevamente ahora) si el electorado podría apoyar a un Gobierno que no lograba alcanzar sus objetivos en materia económica.
Hace dos años, para las legislativas de medio término, Macri pidió el apoyo del pueblo y tuvo un rotundo éxito en las urnas. Su delfín en la provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich, se dio el lujo de derrotar a la expresidente Cristina Fernández de Kirchner en su territorio más fuerte. Pero luego de esas elecciones, el Gobierno debía corregir inmediatamente el rumbo de la economía. No lo hizo y se mantuvo con el plan del gradualismo, que, como era de esperar, dos años después siguió sin dar resultado. En esta oportunidad primó el hartazgo y el oficialismo perdió por paliza.
3) La sociedad con Cristina Fernández de Kirchner
Cuando la expresidente dejó el poder hace cuatro años, su figura estaba por el suelo. Los graves hechos de corrupción parecían indicar que Kirchner se limitaría a representar a una minoría, sin chances de volver al poder. Pero ante esta realidad, el macrismo vio una oportunidad en la figura de Cristina: la potenció, hasta el hartazgo, como líder de la oposición.
Convencidos de que ella jamás lograría una mayoría para arrebatarles el poder, desde el oficialismo apostaron fuerte a la polarización y a la radicalización de “la grieta”. El macrismo fue exitoso en que la oposición no pudiera articular otra fórmula competitiva, pero perdió ante una buena jugada de la exmandataria: la convocatoria a Alberto Fernández para que liderara el binomio en las elecciones.
Si el macrismo no se hubiera decidido por esta estrategia, permitiendo que el peronismo se rearmara, hoy otra sería la historia. Seguramente el Gobierno hubiese caído igual ante la oposición en estas primarias, pero Cristina no sería la protagonista bajo ningún punto de vista. Macri, su jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el estratega ecuatoriano Jaime Durán Barba, posicionaron a Kirchner, que aceptó gustosa el rol que le dio el macrismo. Como dice el exlegislador de la Ciudad de Buenos Aires, Carlos Maslatón, “en política, el invento revienta al inventor”.
4) Los adelantos electorales del año
Aunque la victoria de Fernández no fue una sorpresa, sí lo fue la enorme cantidad de votos de diferencia. Pero si miramos el mapa electoral y los comicios adelantados en las provincias, lo del domingo pasado parece la crónica de una muerte anunciada. Entre Ríos, Santa Fe, Chubut, Río Negro, Córdoba y Neuquén todo fue derrota para el macrismo. En el mejor de los casos, el oficialismo arañó el segundo puesto. Pero a veces, incluso, quedó relegado al cuarto lugar.
Aunque existía la especulación de que otro sería el cantar en el ámbito nacional, sobre todo con Kirchner en la fórmula rival, era impensado que el oficialismo, que cayó derrotado en todos los adelantos, pudiera obtener una victoria. Finalmente, la elección nacional mantuvo la tendencia de lo que venía ocurriendo durante los últimos meses al interior del país.
5) Los manotazos de ahogado de la última semana
Ante el fatídico 47-32 de la semana pasada, el Gobierno podía retomar la iniciativa para ir por el milagro con un fuerte cambio de rumbo en lo económico o darse por vencido y apostar a una transición ordenada. No hizo ni una cosa ni la otra y comenzaron los manotazos de ahogado. El periodista Jorge Lanata, gran colaborador de la llegada de Macri al poder, se horrorizó por las últimas iniciativas y fulminó al presidente: dijo que las medidas presentadas ante la opinión pública son “patéticas” y que parece que Macri busca “comprar” los votos para revertir la elección.
En la última semana de Dujovne como ministro, el oficialismo metió mano a la ley de abastecimiento para “congelar” el precio del combustible, luego de que las empresas se negaran por la volatilidad cambiaria. También salió a reducir el IVA a los alimentos, luego de que durante todo el mandato repitió que era “imposible”.
En lugar de comenzar a remontar la situación, las medidas desesperadas terminaron con la renuncia del ministro de Hacienda. Otro indicio que da a entender que desde diciembre habrá un Gobierno de otro signo político.
El misterio de lo que puede ser un mandato de los Fernández, hasta hoy es tan incierto que no hay especulación posible para hacer. Algunos afirman que se viene el Alberto reformista (y hasta casi “liberal”), otros la Cristina dictadora y chavista. Ese misterio se dilucidará en los primeros meses del próximo año. Lo que es claro, es que cuando esa moneda de vueltas en el aire, la responsabilidad de esa apuesta riesgosa será culpa y responsabilidad de la actual gestión.