Los relatos en la política van mucho más allá de la descripción del presente. Requieren una interpretación del pasado y sirven, sobre todo, para la proyección a futuro. El político que analiza la situación que quiere cambiar, la describe, explica como se llegó ahí y entonces propone su solución hacia adelante. El kirchnerismo en 2003 vendió un relato mentiroso, se basó en una falsa interpretación de lo que salió mal en el pasado y dejó a la Argentina al borde del colapso.
La foto de la crisis 2001/2002 era tan innegable como el fracaso del gobierno de Mauricio Macri. La situación, incluso era peor. La explosión del país por aquel entonces, con la confiscación de depósitos, la devaluación y la salida de la convertibilidad tuvo su génesis en el gasto público descomunal y el constante déficit fiscal que fue tapado con la “ayuda” del Fondo Monetario Internacional. Los dos mandatos de Carlos Menem y la impericia del breve paso de Fernando de la Rúa, que no se animó a corregir los desajustes, explicaban bien la crisis. La situación presenta varias analogías con la actual. Los gobiernos kirchneristas y la cobardía de Cambiemos presentan un escenario semejante ante esta crisis, que todavía puede ser mucho peor.
Cuando llegaron a la Casa Rosada, Néstor y Cristina Kirchner responsabilizaron al “neoliberalismo” de los noventa por el desastre. El discurso menemista y las privatizaciones colaboraron con el relato mentiroso. Las verdaderas causas del colapso fueron erradicadas de la discusión pública y cuando la sociedad aceptó el mal diagnóstico el país fue rumbo al peor de los destinos: estatizaciones, incremento del gasto, aumento de impuestos, inflación.
Hoy, ante el desastre económico que deja Mauricio Macri, la expresidente vuelve a hacer de las suyas: buscar imponer otras causas diferentes como las culpables de la crisis actual. Si se “compra” otra vez el falso relato, Argentina puede volver a caer en el desastre.
En la última presentación de su libro Sinceramente en la provincia de Buenos Aires, Kirchner aseguró que estamos ante el fracaso del “modelo económico” de Macri. Indicó que las cosas no salieron mal por la “impericia” o la “inutilidad” del presidente, sino que la situación actual es la lógica consecuencia de un supuesto “plan económico” implementado desde diciembre de 2015. Un mal chiste. Lo cierto es que todavía estamos esperando conocer el “plan económico” que diferencie el macrismo del kirchnerismo.
Para Cristina, uno de los principales pilares del “plan económico macrista”, fue la reducción de subsidios de energía. Con esas cuestiones insólitas, Kirchner pretende hacerle creer al electorado que los problemas actuales como el desempleo o la inflación se solucionarán como por arte de magia.
Claro que el kirchnerismo no asumirá que lo que fracasó no es el modelo macrista, sino la continuación del kirchnerismo. Pero como desde el oficialismo tampoco reconocen que lo que han hecho ellos es, como dice José Luis Espert, “kirchnerismo de buenos modales”, la interpretación correcta de lo que salió mal se queda sin voceros en la política grande.
Aunque macristas y kirchneristas lo nieguen, Argentina sigue en el mismo modelo que impulsó Eduardo Duhalde en 2002: incremento de subsidios y planes sociales, estatismo exacerbado, empresas públicas, emisión monetaria y aislamiento del mundo.
Claro que, como cualquier enfermedad, hay distintas instancias. Hoy la crisis, que podría compararse con una cirrosis, es terminal. Lo que hay que comprender es que las borracheras sistemáticas empezaron hace mucho tiempo.
La hegemonía de la grieta (macrismo-kirchnerismo) está dejando una vez más fuera de la discusión las causas de la crisis. El gran aporte para comprender la situación lo están haciendo los economistas liberales que siguen con su prédica en los medios de comunicación. Ante esta situación la opinión pública tiene una obligación importante a futuro: comprende las causas de la decadencia o como sucedió en el pasado, el kirchnerismo volverá a dinamitar un país cada vez más hundido.