No importa lo que sea evidente. No importa si lo que se ve a simple vista es una joven diciendo cosas que le exceden por completo. Está lo políticamente incorrecto y eso es como un dogma.
Decir que la adolescente sueca Greta Thunberg es una niña adoctrinada que repite cosas que no comprende, sería absolutamente impensado. Señalar a los padres y a las organizaciones afines (que se rasgan las vestiduras con sus discursos sobre los derechos de los niños) como los verdaderos responsables de esta vil manipulación, parece una quimera. Para todos los medios argentinos que cubren las noticias sobre la popular Greta, estamos ante una “joven ambientalista” y “activista” que “no dice más que verdades”.
En el video que se viralizó rápidamente en redes sociales, Greta amenazó a los líderes mundiales, a los que les dijo que los estaba observando. Según la joven, ella no puede estar en el colegio en paz porque el mito del “desarrollo económico” está destruyendo el planeta, por lo que la humanidad sufrirá una “extinción masiva”. Las miradas atentas y los aplausos parecían dedicados a un especialista de vasta trayectoria en la materia y no a una niña de 16 años con un discurso ensayado y sobreactuado.
Greta y un grupo de jóvenes señalaron a Argentina como uno de los países más contaminantes a nivel mundial. Para el grupo de los 15 adolescentes embanderados en la causa del calentamiento global, el país está en una lista junto a Alemania, Francia y Turquía.
Con mayor rapidez que ante un conflicto internacional, el canciller argentino, Jorge Faurie, salió a responderle (y a aclararle) a Greta y a sus amigos que Argentina hace los deberes.
“La Argentina contamina muy poco en términos comparativos con los demás países. Tenemos menos de 0.7 de impacto en el calentamiento global y en las emisiones”, señaló el funcionario encargado de la política exterior de Mauricio Macri. Para Faurie, la denuncia de Greta y el resto de los chicos “tiene que ver con una búsqueda de llevar el tema del reclamo de concientización sobre qué vamos a dejar a las generaciones futuras”, más que casos concretos como el de Argentina.
“Nosotros hemos tenido una actitud sumamente proactiva desde el Acuerdo de París. Hemos aumentado las metas. Tenemos compromisos claros en la agenda 2030″, se justificó el canciller argentino ante los jóvenes, quienes afirmaron que Argentina hace parte de los países que “no cumplieron sus promesas”.
El impacto que tuvo la joven sueca, que funcionó como un arma eficiente que casi ni ha sido cuestionada, puede marcar un antes y un después: el inicio de una vil estrategia de utilización de menores para causas politizadas, no solo en diferentes países, sino en foros internacionales.