Los problemas económicos de Argentina no se solucionan con voluntarismo. El Estado quebrado y todos los inconvenientes que generan el excesivo gasto público están presentes en la vida de todos. Aunque unos no quieran reconocerlo y otros señalen a este Gobierno o al anterior como el responsable exclusivo de lo que pasa, la crisis no conoce de “grietas”.
Tanto en las épocas del kirchnerismo como en la actualidad, varios ciudadanos honestos, comprometidos con el proceso político vigente, decidieron poner la cara para apoyar un modelo cuestionado por un importante sector del electorado.
Todavía en el canal oficial de YouTube de la expresidente Cristina Fernández está el video de Gabriel, “el librero de Neuquén”, realizado en 2014. Lamentablemente, el comercio del joven no está vigente como la producción audiovisual. La historia de Gabriel, utilizada por el kirchnerismo como bandera, era la del comerciante ideal: una persona que decidió no subir los precios de su comercio a pesar de la inflación. Su argumento era que estaba del lado de los vecinos y que no pensaba ser un eslabón más en la cadena de especulación de los proveedores que aumentaban los precios sin razón. O como dice el mismo Gabriel, “porque sí”.
El librero de Neuquén se convirtió en una de las caras de la campaña “Precios Cuidados“, que fue continuada por el macrismo. Si algo demostraron la historia y las ciencias económicas es que los controles de precios no funcionan, por lo que, predeciblemente, el programa fracasó tanto con Cristina como con Macri.
Pero el librero K tuvo dos momentos de popularidad. El primero, cuando se convirtió en héroe nacional y popular con el spot y el segundo, con un momento menos felíz: cuando salió en las noticias porque tuvo que cerrar su comercio.
“Hemos tomado la decisión junto con mi vieja, que es mi compañera en este emprendimiento, de cerrar las puertas”, le reconoció Gabriel apesadumbrado a los medios de comunicación.
“Confiamos en tu gestión”
Hace un año Mauricio Macri visitó a dos jóvenes emprendedores que abrieron una pizzería en la provincia de Buenos Aires, donde preparaban los clásicos “calzone della nonna”. El presidente llegó junto a su hija Antonia y felicitó a la pareja por el riesgo asumido. “Si todos trabajamos, todos avanzamos”, le dijo la emprendedora convencida de que su voluntarismo podría sortear la crisis económica. Su compañero no anduvo con rodeos y le dijo al presidente: “Confiamos en tu gestión”.
Los comerciantes gastronómicos pudieron sobrellevar el acoso permanente de los energúmenos kirchneristas que comenzaron a amenazarlos luego de la visita oficial, que fue compartida en redes sociales. A lo que no pudieron sobrevivir es a la situación económica. A 12 meses de la apertura del local y del encuentro con el presidente, hoy reconocieron que “la travesía llegó a su fin”. Al igual que Gabriel, el librero kirchnerista del Sur, tuvieron que cerrar el local.
Mauricio Macri y Cristina Kirchner no han tenido inconvenientes en utilizar a ciudadanos honestos y trabajadores que, a pesar de su total desconocimiento sobre las leyes básicas de la economía, no merecían nada de lo que les sucedió. Detrás del desastre económico argentino y de la pérdida de dinero de los emprendedores que van desapareciendo del mapa hay una desmoralización de un pueblo. Para que Argentina levante los brazos, además de una reforma económica radical, va a hacer falta tiempo. Tiempo para cambiar la cultura y para que las personas puedan animarse a soñar otra vez y a emprender. Por ahora, de los dos lados de la grieta, son todos cachetazos.