Luego de la transición traumática de 2015, cuando Cristina Fernández de Kirchner renunció ante la presidencia previsional del senado porque no pudo ponerse de acuerdo con Mauricio Macri en los detalles para el acto del pase de mando, el proceso de 2019 parecía ejemplar. Claro, hablando para los parámetros argentinos, que no son los más civilizados.
En el marco de una crisis económica de importancia y un control de cambios extremo, que busca limitar la dilapidación de reservas total, Macri y Alberto Fernández se habían puesto de acuerdo para terminar con la guerra retórica y mostrar unidad. Compartieron un desayuno, se sacaron una foto juntos y pusieron a trabajar a los equipos de transición; aunque no se reconoció de ninguna de las dos partes, un cogobierno de emergencia para noviembre. Aunque sea, para consultar los aspectos importantes.
Pero a un mes del acto protocolar y el pase de mando formal, pasó lo de Bolivia. Luego de un debate interno (que trajo divisiones en la coalición oficialista) el Poder Ejecutivo salió a manifestar que no había golpe de Estado alguno. El presidente que tomará las riendas el próximo 10 de diciembre piensa distinto. Hasta incluso criticó duramente al gobierno de Estados Unidos por felicitar a los militares que actuaron “en defensa de la Constitución” boliviana.
“A mi juicio, Estados Unidos intercedió décadas en la región. Ahora volvió a las peores épocas de los años setenta, avalando intervenciones militares contra gobiernos populares que fueron elegidos democráticamente”, resaltó Alberto Fernández.
El futuro presidente argentino había mantenido una conversación amena con Donald Trump y el mandatario norteamericano le habría prometido ayuda para la renegociación con el Fondo Monetario Internacional para evitar el default. Los dichos de hoy del compañero de fórmula de Cristina Kirchner podrían enfriar las cosas.
Rebelión en el Palacio San Martín
La diferencia de visión sobre la situación boliviana, que se relaciona con un diferente alineamiento internacional, generó una gravísima crisis en la cancillería argentina. El Personal del Servicio Exterior y sus funcionarios de carrera emitieron un comunicado contradiciendo al ministro de Relaciones Exteriores, avalando la teoría del golpe de Estado:
“Seguimos con atención la situación de los funcionarios diplomáticos que están asistiendo a los argentinos en la Embajada y nuestros 6 consulados en Bolivia, a raíz de la violencia y el golpe de Estado que depuso al presidente Evo Morales, el cual condenamos”.
Más allá de cualquier cuestión ideológica, lo que sin dudas está primando en el Palacio San Martín es la búsqueda de coincidencias con el presidente electo. Fernández esta semana tuvo durísimas declaraciones en contra de Faurie, al que denominó como “un hecho desgraciado de la diplomacia argentina”.
La alineación “de facto” de la cancillería para con el presidente electo podría ser la punta de lanza para un mes complicado y amenazar una transición que se veía, a simple vista, ordenada.
Más allá de las cuestiones técnicas de los organismos gubernamentales y el desorden que se podría ver el próximo mes, las divergencias entre las autoridades entrantes y salientes es una pésima noticia para los intentos de mostrar credibilidad e institucionalidad ante el mundo. Aunque el foco regional ahora está más puesto en Chile y, lógicamente Bolivia, el escenario del 10 de diciembre parece cada vez más complicado.