El próximo gobierno heredará una complicada situación económica: al desastre que dejó el mismo kirchnerismo en 2015, con un Estado sobredimensionado y deficitario, se le agrega la deuda externa generada por el macrismo, que evitó cualquier reforma de fondo. Ante este difícil panorama fiscal, los equipos técnicos cercanos a la dupla de los Fernández manifestaron que, como era de esperarse, pueden volver a subir los impuestos.
Uno de los sectores que podría verse más perjudicado ante el nuevo impuestazo es el agropecuario. Con las heridas abiertas de la grave crisis que tuvo lugar en 2008, por las mismas razones, el campo ya plantó bandera. Aunque Alberto y Cristina Fernández de Kirchner (CFK) no ha asumido sus cargos, los dirigentes del agro ya manifestaron que no tolerarán un nuevo manotazo impositivo.
“Estamos absolutamente en contra y no las vamos a aceptar. Entendemos las urgencias, entendemos que existen y habría que charlar un rato largo”. Las palabras son del titular de las Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Dardo Chiesa.
La advertencia no pasó por alto y el que respondió fue uno de los referentes más duros del kirchnerismo, Juan Grabois. Con una terminología calcada a la del conflicto que tuvo lugar hace más de una década, el “economista” K acusó a los dirigentes del agro de no tener “patria, religión, ni bandera”, y manifestó que son ellos los que “no aceptarán” que un tercio de la población viva en la miseria “mientras un puñado se enriquece con los bienes naturales en forma excluyente e insustentable”.
Las retenciones móviles, la crisis y el voto “no positivo” de Julio Cobos
Hace 11 años gobernaba en Argentina la transversalidad kirchnerista. El espacio estaba formado por una parte del peronismo, el kirchnerismo y un sector de la Unión Cívica Radical, hoy aliada de Mauricio Macri en el frente Cambiemos. El vicepresidente de Cristina era el dirigente del radicalismo Julio Cobos, que con su voto “no positivo” partió al oficialismo en dos en toda la última parte del primer mandato de CFK.
Luego de que el Gobierno anunció las retenciones móviles de la soja, que no era más que un brutal aumento de impuestos en caso de que los precios internacionales subieran, el sector agropecuario se puso firme y entró en una huelga dura, que fue apoyada por una parte de la ciudadanía y respaldada por toda la oposición.
La disputa llegó al Congreso y CFK sufrió el voto en contra de varios legisladores peronistas, que prefirieron la lealtad para con sus gobernadores y productores locales. En el Senado el resultado de la votación fue empate. Como indica la Constitución, el encargado de romper la paridad es el presidente de la Cámara, es decir, el vicepresidente de la nación.
Luego del momento más tenso que haya vivido la democracia moderna argentina en el Poder Legislativo, Julio Cobos, titubeando y extremadamente nervioso, pronunció un breve discurso y le pidió a “la historia” que fuera la encargada de juzgarlo. Finalmente, ante la dura mirada de Miguel Ángel Pichetto, ahora macrista, pero hace una década jefe de la bancada K, Cobos dijo que su voto era “no positivo”, y de esta manera comenzó “la grieta” que todavía divide al país.
Los que frecuentaban al Gobierno de entonces aseguran que fue Néstor Kirchner el que convenció a CFK de no renunciar, ya que ella, apabullada por el cachetazo del Parlamento y desacostumbrada a perder batallas, quería irse a su casa. Hoy, a más de 11 años de aquella historia, la crisis podría reeditarse una vez más.