El feminismo argentino, como en muchos lugares de América Latina, se ha convertido en una especie de “combo” de cadena de comida rápida. Todas las partidarias de este espacio llevan el pañuelo verde (en favor de la legalización del aborto), son defensoras de la ideología de género, son de izquierda y todas tienen el mismo discurso político. Encontrar diferencias entre dos feministas argentinas es una tarea muy difícil.
Dentro del menú repetido de lugares comunes está la denuncia permanente al “machismo heteropatriarcal”, que encuentra en el “capitalismo salvaje” su máxima expresión. En el mundo del arte, donde las feministas son mayoría, hay un prejuicio constante a la hora de catalogar los productos del mundo del entretenimiento: por un lado está lo políticamente correcto y lo aceptado, y por el otro lo chabacano y burdo que la economía de mercado ofrece. Dentro del segundo grupo, el feminismo denuncia, además de la falta de “conciencia social” del mercado, la constante “cosificación” de la mujer.
Thelma Fardín, que no pudo mantenerse en cartelera luego del éxito de Patito Feo de hace 12 años, por estas horas muestra cierta flexibilidad en sus convicciones feministas. La actriz, que se convirtió en el símbolo del “Colectivo de actrices argentinas” luego de su denuncia contra Juan Darthés, ya no tiene inconveniente en considerar a los productos cosificadores como opción laboral.
Su popularidad luego del escándalo judicial fue en ascenso y Fardín pasó de ser una actriz olvidada por el público en general a liderar las compañías de teatro. Que su denuncia y el respaldo del “colectivo” fue redituable para su carrera no hay duda alguna. Pero lo que parece extraño, o al menos llamativo, es la consideración de la propuesta del programa de Marcelo Tinelli, Bailando por un Sueño.
“Mi representante está con el tema, aunque todavía no me senté a pensarlo. Me encanta bailar. No soy solo una actriz y punto: hay otras cosas que se ponen en juego”, señaló la referente del colectivo feminista de actrices.
La posibilidad del desembarco en el Dancing with the Stars argentino ya le generó una catarata de críticas en redes sociales. La panelista Yanina Latorre calificó la situación de morbosa: “Que ella use una denuncia y un tema tan sensible en este momento para las mujeres para hacer teatro, ser cabeza de compañía y querer ir al Bailando, a mí me hace ruido y me molesta. No sé si lo usa, pero la llaman por la fama obviamente. A mí me parece morboso”, señaló.
Muchos críticos del “colectivo” de mujeres actrices manifestaron, casi como broma, que Fardín terminaría en el Bailando de Tinelli. La realidad parece darle la mano a las suspicacias.
Billetera mata principios
A la hora de cuestionar el entretenimiento desde el feminismo, la moral progresista es implacable. Pero lo cierto es que cuando aparecen las propuestas redituables, los principios pasan de marxistas, de Karl, a los de Groucho. El programa de Marcelo Tinelli, que sigue siendo elegido por una gran cantidad de televidentes, no tiene los antecedentes más felices para el ideario feminista. Además de las figuras de bailarinas y modelos, que figuran complementado el decorado casi como bellos adornos de la escena, el programa históricamente contó con segmentos que deberían ser inaceptables para la corriente feminista. La cámara oculta del Full Monty, donde los muchachos de Tinelli terminaban todos desnudos, generando incomodidad y a veces llanto en varias mujeres, es una de las tantas perlas incongruentes con el feminismo del programa de entretenimientos más exitoso de la televisión argentina.
Por mucho menos que esto las feministas suelen condenar a los hombres que ponen en la mira. La mayoría de las veces piden incluso castigos judiciales para el emisor de un piropo en la vía pública. Pero si hay fama y dinero, todo es discutible…