Los escenarios futuros para Argentina no son demasiado atractivos. A grandes rasgos hay dos posibilidades concretas: la crisis económica total con desastre y colapso sanitario por la pandemia del coronavirus (COVID-19) o la crisis económica y nada más, en el mejor de los casos. No hay panorama prometedor alguno en el horizonte.
En la hipótesis más optimista, llegado el caso que las medidas restrictivas casitotales hayan sido aplicadas a tiempo y el país pueda evitar el escenario italiano (hasta el primero de abril a la tarde hay 27 muertos y 1057 casos registrados), lo que no podrá esquivar Argentina es la debacle económica.
De la misma manera que la enfermedad ataca de manera fulminante a los pacientes con serias enfermedades preexistentes, el país arrastra con un problema crónico importante antes de la declaración de la pandemia global. La analogía puede ser completa, ya que el virus está en condiciones de darle un nocaut a un país en la cuerda floja.
El colapso económico, con estallido social y desastre sanitario mejor ni imaginarlo, porque el escenario sería tan sombrío que no dan ganas ni de hacer el esfuerzo mental para evaluar soluciones. Pero si las autoridades con la cuarentena lograron “aplastar la curva” y en dos semanas vemos resultados, tampoco estaremos bajo ningún punto de vista en el mejor de los mundos.
El peronismo saldrá con el discurso épico que salvó nuestras vidas, pero eso no le alcanzará a Alberto Fernández para lidiar con una tormenta perfecta en contra, que es una posibilidad concreta. El economista Javier Milei advierte que el combo recesivo con default e hiperinflación es más que posible. Es decir, una crisis como la de 1989, mezclada con la de 2001, pero con el peor de los mundos como contexto internacional.
¿Es posible la hiper? A ver… sin pandemia la inflación, con precios regulados incluidos, llegó casi al 50 % el último año. Si le sumamos una caída brusca de la actividad, con la maquinita de billetes imprimiendo a toda velocidad en medio de un severo control de cambios… como dijo Karina Jelinek… “lo dejo a tu criterio”.
¿Y el default? De nuevo, sin pandemia las cartas parecían estar echadas. Aunque el Gobierno consiguió un principio de apoyo de los países miembros del Fondo Monetario Internacional para la renegociación con el organismo, lo cierto es que el acuerdo con los acreedores privados estaba muy verde. En un escenario de pánico global la deuda argentina puede tornarse más peligrosa que sopa de murciélago en un mercado de Wuhan.
Desde que explotó todo esto, el riesgo país se duplicó y, aunque ahora existan otras urgencias, en el mundo poscoronavirus el default se haría sentir. Ni hablar si le sumamos el colapso monetario y el derrumbe de la actividad privada que el Estado sigue propiciando. La inflación global que se viene, generada por el accionar de los bancos centrales y sus salvatejes monetarios, podría ser una posibilidad para apaciguar parte del pasivo con el juego de las tasas en caso de acuerdo. Pero definitivamente Argentina no está en condiciones de aprovechar nada de esto.
Cuando Fernández decretó la pandemia se registraron apoyos de hasta el 94 % para el presidente argentino. Pero una sola declaración desafortunada terminó generando el cacerolazo diario de las nueve y media de la noche. Todo parece indicar que el apoyo existe, pero que en cierta manera se podría tratar de un gigante con pies de barro.
¿Y qué pasa si el gigante cae si se derrumba la economía cuando termine toda esta pesadilla? La política no parece dar un menú de opciones alentadoras. En la coalición gobernante, el presidente y el peronismo tradicional (que son un desastre) son por escándalo lo mejor que hay. El otro bando es el kirchnerismo puro y duro. Si los K hicieron un desastre con el mejor contexto internacional, saliendo de una megadevaluación y con los precios internacionales de la soja por las nubes, lo que harían en un mundo pospandemia, con hiper y default a cuestas sería terrorífico. Va, son tan caraduras que hasta por ahí justifican ellos un plan ortodoxo solamente para quedarse en el poder y sobrevivir. Son capaces de cualquier cosa.
Pero si algo necesita el país es un gabinete en las sombras y un plan de emergencia. Un grupo de gente que se anime a pensar el país en la peor circunstancia y pueda generar un programa concreto para salir del abismo en que podíamos caer en cualquier momento. Si uno mira en el oficialismo y en la oposición, parece que nadie está trabajando en este sentido. Si la política no lo hace, algunos eventuales dirigentes deberán buscar este plan de gobierno en alguna organización no gubernamental.
El aumento de casos diarios y fallecidos es un drama que consume nuestra atención todos los días, pero si no paramos la pelota y trabajamos en un programa de gobierno para lo que puede venir, la tormenta puede encontraros en un total desamparo.