Desde 2003 que el kirchnerismo dejó en claro que el plan educativo es uno: igualar para abajo. Sus voceros en todos los ámbitos se manifestaron en reiteradas oportunidades en contra de la “meritocracia” y hasta han propuesto terminar con los aplazos y las evaluaciones. Sin embargo, el resto de las ofertas políticas en Argentina no han generado propuestas alternativas.
Desde el macrismo se denunciaron ciertas actitudes cuestionables y bochornosas del espacio político de los Kirchner, como la negación a los procesos evaluadores de los cuerpos docentes. Pero a la hora de las iniciativas propias no hay opciones superadoras ni en lo conceptual ni en lo metodológico. El problema del estatismo centralista y del modelo único para todas las escuelas y universidades sigue siendo el dogma en Argentina.
Con motivo de la cuarentena obligatoria por la pandemia del coronavirus (COVID-19), la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, comandada por Horacio Rodríguez Larreta (del espacio político del expresidente Mauricio Macri), decidió implementar una polémica medida para todos los establecimientos educativos primarios: se suspenden las calificaciones.
“Se considera necesario modificar la agenda educativa y dejar sin efecto las fechas de cierre de bimestre, trimestre, cuatrimestre, según corresponda, en todos los establecimientos educativos de gestión estatal y privada de todos los niveles y modalidades de la educación obligatoria para seguir focalizando en la continuidad pedagógica, el fortalecimiento del vínculo entre docentes y estudiantes, las oportunidades de enseñanza y aprendizaje en forma remota y el acceso a los contenidos priorizados en el marco de los diseños curriculares”, indicó un comunicado del ministerio de Educación porteño.
La medida, centralista y coercitiva, ignora la realidad y voluntad de cada escuela y cada maestro. La autoridad municipal aparece como el ente iluminado que decide lo que es correcto para todos, ignorando cada caso en particular. Aunque muchas personas puedan criticar dicha medida en particular, argumentando que es otra iniciativa más en el largo camino de destrucción del mérito y el esfuerzo, lo cierto es que el enfoque debería ser otro.
El tema que debería estar en agenda no es la crítica desde otra posición antagónica alternativa, con otra propuesta concreta particular. Lo que se necesita sumar al debate es la idea de un paradigma completamente distinto: el de la libertad educativa. Es posible que esta medida sea una mala idea, pero proponer cambiarla por otra significa mantener el vicio de origen. Esto es, la aplicación del modelo centralista y unificador para todos.
Cada escuela, en diálogo con el cuerpo docente y los padres, debería tomar su propio camino, tanto en esta circunstancia particular como en cualquier momento. Es posible que haya alguna escuela que se vea en la necesidad de implementar algo parecido, pero también es posible que otras instituciones vivan situaciones diferentes. Por medio de la competencia simultánea irán apareciendo los modelos más virtuosos de la mano de la innovación y la libertad.
Lamentablemente, el autoritarismo no se termina de percibir como tal y el mismo esquema estatista es compartido por todos los espacios políticos de Argentina. Hacen falta ideas diferentes de apertura y libertad.