En cada presentación pública, donde una y otra vez extiende el plazo de la cuarentena por el coronavirus (COVID-19), Alberto Fernández le ruega a la gente que no salga de su casa a no ser que sea extremadamente necesario. Ya avisó que no tendrá reparos en quitarles los vehículos a quienes no puedan explicar por qué están circulando y que el confinamiento general durará todo lo que tenga que durar. Sin embargo, el mandatario hace lo que quiere mientras cientos de comercios y pequeñas empresas se funden y cierran definitivamente todos los días.
Su último viaje a la provincia de Formosa fue el colmo de la impunidad. ¿Qué fue a hacer a un distrito que todavía no sufre la pandemia? Nada… respaldo político al gobernador, que dicho sea de paso, está en su puesto desde 1995. Va, mejor dicho, sí, algo fue a hacer fue a poner en riesgo a los formoseños, ya que viajó con comitiva de asesores de Buenos Aires e integrantes del Gabinete nacional.
Toda la estadía del presidente fue una vergüenza. Llegó con barbijo y saludó a las autoridades con el choque de codo tradicional que los políticos hacen frente a las cámaras, pero al poco tiempo, el mandatario ya estaba a los abrazos y los besos con el gobernador, rompiendo todos los protocolos habidos y por haber.
Agradecemos al Presidente @alferdez, a sus ministros y a la ministra por su decisión política y entereza para realizar estas obras en Formosa.
Fuimos discriminados por el gobierno anterior. Paralizaron todas las obras. pic.twitter.com/x1nCxCDog6— Gildo Insfrán (@insfran_gildo) May 28, 2020
Pero mientras visitaba diferentes lugares, también hubo tiempo para las selfies y los saludos con los muchachos peronistas de Formosa. El común denominador de todas las imágenes que viralizaron en redes sociales fue la nula “distancia social” que el presidente le pide una y otra vez a los argentinos. ¿Será que los peronistas son inmunes?
Pero lo más desubicado no trascendió en redes sociales. Lo dijo el mismo presidente argentino en la conferencia de prensa. Mientras justificaba las duras acciones de las autoridades locales en cuanto a entrada y salida de personas de la provincia, Fernández hizo la siguiente aclaración: “Yo conseguí un permiso especial para volverme hoy, sino me dejaban en cuarentena”. El comentario despertó la risa de todos los periodistas en la sala, la mayoría con barbijo y cumpliendo el “distanciamiento social” necesario.
Aunque la risa parezca lo evidente, lo cierto es que el comentario es descarado y desubicado debería ser repudiado por todos. Las preguntas obligadas al comentario de Alberto deberían haber sido: ¿Y por qué consiguió un permiso especial? ¿Qué vino a hacer personalmente con su equipo, que era absolutamente prioritario e impostergable? ¿Si tenía algún anuncio con el gobernador, no podía hacerlo en forma virtual? Pero por sobre todo.: ¿Quién se cree que es? ¿Usted pretende estar por encima de la ley? ¿Por qué nos toma de estúpidos? ¿Piensa que somos súbditos? Claro que en estos feudos no suelen irrumpir con esta clase de preguntas.
Es preocupante que estos comentarios y actitudes se tomen con normalidad y se naturalicen. Alberto Fernández es el presidente y debería ser el primero en cumplir con sus propios mandatos, ya cuestionados en la justicia por varios abogados que los consideran inconstitucionales.
Mientras el sector privado se funde a manos de un Gobierno que se niega a implementar un modelo más inteligente para lidiar con la pandemia, la casta política hace gala de sus privilegios. Pero Fernández debería tomar nota que el enojo popular crece todos los días y que su Gobierno no la tendrá nada fácil en los meses que vienen.