
“Querían decirle a la sociedad que Cristina es capaz de matar”. Con estas palabras, el legislador kirchnerista de la Ciudad de Buenos Aires, Leandro Santoro atacó a uno de los responsables del comunicado de Juntos por el Cambio, tras la muerte del exsecretario personal de la vicepresidente.
Al momento de haberse encontrado el cuerpo de Fabián Gutiérrez, excolaborador de CFK, que declaró contra ella como arrepentido en la causa de los cuadernos, la oposición difundió un documento a la prensa donde hizo referencia a un crimen de “extrema gravedad institucional”. En el comunicado, el macrismo y sus aliados hicieron referencia a un “nuevo crimen vinculado al poder kirchnerista”. Para Alberto Fernández, la actitud opositora sería “canallesca”, ya que considera que no hay motivos para vincular a la expresidente con el homicidio.
Más allá de la contradicción absoluta del kirchnerismo en denunciar una supuesta utilización política de una muerte, cuando ellos se cansaron de sacarle el jugo al caso Maldonado (al hablar de un terrorismo de Estado inexistente), hay muchas cosas serias para investigar tras el asesinato de Gutiérrez.
Cuando Fernández y Santoro se rasgan las vestiduras atacando la tesis de “Cristina asesina” (frase que fue tendencia en Twitter esta semana) también “hacen la fácil”. Si a la oposición le conviene que la vicepresidente esté sospechada de ordenar asesinatos cual jefa de la mafia, al kirchnerismo tampoco le desagrada del todo ese escenario.
Resulta que Gutiérrez ya había declarado y no tenía mucho más que aportar a la causa. Es decir, no es una locura pensar que CFK, directamente, no haya ordenado ningún homicidio. Defender a Kirchner de la acusación de asesinato, que tendría pocas bases sólidas, quita el foco de otras cuestiones que podrían llegar a tener más fundamento y complicar a la vicepresidente argentina.
Lo que sí incomoda al espacio del Frente de Todos es que la investigación, que seguramente no arroje flechas a Cristina personalmente, sí encuentre a un homicidio relacionado con dinero sucio de la corrupción de la obra pública del Gobierno kirchnerista.
Por estas horas, la tesis del crimen pasional comienza a verse opacada por otra pista de investigación: la de una disputa entre posibles testaferros y herederos de la fortuna proveniente de los casos de corrupción evidentes. Si bien la cuestión pasional pudo haber sido un elemento detrás del crimen, nada de todo esto parece ser ajeno a la fortuna en disputa en manos de la víctima.
Que Kirchner no haya ordenado la muerte de alguien, no quiere decir que “no tenga nada que ver” con los acontecimientos y que la vicepresidente esté limpia de culpa y cargo. Es más que sospechosa la actitud del kirchnerismo de querer cerrar la causa con la primera pista de la investigación y es alarmante que la fiscal sea la sobrina de Cristina. El juicio debería estar lo más lejos posible de los familiares del poder y de la influencia de la vicepresidente que, aunque no haya matado a nadie, podría estar de una u otra forma salpicada.