Desde el peronismo se insiste en la necesidad de “desarticular el discurso de odio” que hay en Argentina. Los dirigentes de primera línea que más le hacen eco a esta cuestión son el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el mismo presidente de la Nación, Alberto Fernández. Para ellos, marchas como las de ayer están infectadas de un peligroso virus que habría que combatir a la par del coronavirus: el discurso del odio.
Es cierto que en la jornada del 9 de julio se registraron hechos repudiables, como el ataque de algunos manifestantes a una camioneta del canal oficialista C5N y que muchas de las pancartas estaban cargadas de insultos dirigidos hacia la figura de la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner. Pero detrás de todo esto hay ciertos reclamos que, más allá de las formas, merecen ser tenidos muy en cuenta. Sobre todo los referidos a la necesidad de garantizar la propiedad privada en el país y la defensa de las libertades individuales más básicas.
Lo curioso es que en la oposición hay un segmento que parece tener más ganas de darle la razón a Alberto que de representar el enojo popular en contra del Gobierno. En la última semana, la exgobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, dejó dos declaraciones llamativas en un encuentro virtual: aseguró que ella es “procuarentena” y que “Cambiemos todavía no tiene un líder”. En su opinión, el macrismo “acaba de perder una elección”, por lo que merece “una autocrítica real” antes de hablar de liderazgos del espacio.
El vicejefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli, avaló la tesis del “discurso de odio” del presidente y llamó a “bajar el tono”: “Lo que tenemos que hacer es no contribuir a aquel que tenga un discurso de odio o que intente hablar del odio. La mejor manera, como dirigentes y personas con responsabilidades, es calmarnos, bajar el tono, entender que hay diferentes puntos de vista, situaciones, análisis”.
De esta manera, el espacio de Juntos por el Cambio deja de percibirse como un grupo uniforme bajo el liderazgo de Mauricio Macri. El oficialismo hace todo lo posible para meter la cuchara en la interna opositora. En la mañana de ayer, en la celebración por el 9 de julio, Fernández saludó a su “amigo” Horacio Rodríguez Larreta. El intendente de la Ciudad de Buenos Aires está en la línea de Vidal y Santilli, algo distante del discurso con el que reaparecerá en cualquier momento Macri.
Esta semana el expresidente argentino dejó algunas declaraciones importantes que muestran el tono de lo que sería su nueva etapa: criticar duramente al oficialismo y emparentarlo con el proceso autoritario del chavismo.
Aunque todavía falta un año para las elecciones de medio término, la oposición light que plantean Vidal, Larreta y Santilli parece estar disociada de lo que está pidiendo el votante no peronista. Macri, Bullrich y Pichetto parecen representar mejor la demanda electoral antikirchnerista. Cabe destacar incluso que es posible que el algunos distritos la elección legislativa presente alguna opción liberal con candidatos como Ricardo López Murphy o José Luis Espert. En ese caso, la denominada “ala dura del PRO” deberá todavía fortalecer aún más el discurso si no quiere perder votos “por derecha”.