-«La verdad me sorprende… porque lo creía un tipo ubicado».
Así empezó el periodista Gustavo Sylvestre el intercambio de anoche con el exlegislador y analista Carlos Maslatón, en vísperas de lo que el comunicador kirchnerista pensó que iba a ser una entrevista «de color».
Seguramente el experimentado “gato”, que en varias oportunidades ya había tenido al polémico Maslatón en su piso, esperaba un segmento determinado con un entrevistado díscolo, que le sirviera para fortalecer la línea editorial del medio con respecto a la cuarentena por la COVID-19: la necesidad indiscutible de mantener la continuidad de las restricciones, en los márgenes que impone el Gobierno de Alberto Fernández.
Resulta que Maslatón fue noticia en la semana por reconocer en sus redes sociales que sigue yendo a comer a restaurantes que operan de manera clandestina, a los que les paga en negro y con suculentas propinas, que exceden ampliamente los precios de la carta. Según él para «ayudar» a los establecimientos, que están en jaque y vienen cerrando de a uno desde que se impuso la cuarentena en marzo.
Pero como dice el mismo Maslatón en sus redes sociales, en una de sus populares y festejadas frases de cabecera, a Sylvestre le «falló el operativo». En lugar de comenzar a hablar de los menúes que suele degustar a espaldas de los dictámenes oficiales, para poder acusarlo de frívolo, ridiculizarlo y tildarlo de amenaza para la salud pública, el entrevistado comenzó su exposición con un enunciado político, no necesariamente gastronómico:
Mi interpretación es que el día 20 de marzo del año 2020 se produjo un autogolpe de Estado y el presidente de la Nación se arrogó la suma del poder público e instaló una dictadura.
Las palabras le transformaron el rostro y la expresión a Sylvestre, que de un segundo a otro se dio cuenta de que la nota se le podía ir de las manos: «Naaa… nooo… Carlos… se fueeee… se fue… ¡Derrapó!», cortó el entrevistado que esperaba que el segmento transcurriera en otra dirección.
A lo largo de los siete minutos que duró el mano a mano, el entrevistado, que además de analista de mercados es abogado, argumentó que Fernández suprimió a la justicia con la excusa de la pandemia y acordó con el Congreso un plan de gobierno ilegal, que actúa como si Argentina tuviera un Estado de sitio que nunca fue decretado por el Ejecutivo. Cabe destacar que el presidente argentino ya fue denunciado por cuestiones semejantes, como el supuesto ejercicio de “abuso de poder”.
Hacia el final de la entrevista, Maslatón remató diciendo que tanto Fernández como Horacio Rodríguez Larreta y Axel Kicillof (intendente y gobernador de Buenos Aires, respectivamente) «están locos» y se han convertido en «tres desequilibrados». El periodista, que estaba muy incómodo, interrumpió la nota con el argumento de que no iba a permitir «la falta de respeto institucional». «Desubicados, no», concluyó Sylvestre.
A pesar de la extensa trayectoria del periodista, que como trabajó en el multimedios Clarín hoy milita en un canal K, el nerviosismo le jugó una mala pasada y cometió un error de principiante. Si llamó a Maslatón para discrepar sobre las cenas clandestinas en restaurantes porteños, ¿por qué no podía discrepar también sobre la tesis, discutible o no, que en Argentina hay una dictadura? Mientras el primer debate fue amplificado y visibilizado por los medios oficialistas, cuando irrumpió el segundo el pánico se apoderó de la señal kirchnerista. La decisión de cortar abruptamente la entrevista no hizo más que jugarle en contra a la estrategia oficial. Al instante explotaron las redes sociales y los apellidos “Maslatón” y “Sylvestre” fueron tendencia inmediata.
La canallada contra un cocinero crítico del Gobierno
Mientras presentaba a Maslatón, Sylvestre hizo un recorrido por las publicaciones gastronómicas del entrevistado y sugirió que el chef Dante Liporace, propietario Mercado de Liniers, podría ser uno de los que estén ofreciendo sus servicios de manera clandestina.
La acusación, tan macartista como vaga desde la investigación periodística, desconoce que el local del cocinero argentino fue readaptado en su totalidad para trabajar con delivery durante la cuarentena. Su empresa incluso fue el éxito gastronómico a nivel nacional más grande de este período, ya que Liporace encontró la manera de despachar platos de alta cocina para calentar en bolsas cerradas y comer en casa a precios razonables. «¡Hace delivery Liporace! […] ¡Le compro para mi casa!», argumentó Maslatón enojado quien, lógicamente, no mencionó los nombres de los otros lugares a los que asiste en la clandestinidad. «Eso sí… está bien… eso se puede», reconoció y respondió Sylvestre, orgulloso de la línea divisoria de lo prohibido y lo legal que tan arbitrariamente maneja el Gobierno actual.
Durante los últimos meses, todos los canales de televisión visitaron al propietario de MdL en su local, donde Liporace explicó su inesperado éxito. Las cámaras mostraron un nutrido plantel trabajando intensamente, pero nadie vio ninguna operación clandestina. Lo cierto es que con el nivel de volumen y formato que están trabajando por estos días, no habría espacio físico ni personal para siquiera una mesa “clandestina”.
¿Será casualidad que el famoso cocinero mencionado ha cuestionado duramente a la actual gestión? ¿Tendrá algo que ver que Liporace estuvo a cargo de la cocina en la Casa Rosada durante el Gobierno de Macri? No hay que indagar demasiado para llegar a estas respuestas.