Todavía no hay información oficial confirmada, pero varias fuentes ya filtraron el resultado a los medios. Técnicamente, la familia del joven debería ser la primera en enterarse por las autoridades pero ya se habrán notificado por la prensa. Otra cachetada más para una madre que ya imaginaba el peor de los resultados. Cuando apareció un cuerpo en estado de descomposición el pasado 15 de agosto, su corazón le dijo que se trataba de su hijo: Facundo Astudillo, de 22 años.
La víctima, seguramente fallecida a manos de un abuso policial, fue desaparecida dos veces. La primera en el plano real, cuando a Facundo se le perdió el rastro y no se supo más de él. La segunda desaparición fue conceptual, pero no por esto poco importante. El chico desapareció, o mejor dicho, nunca apareció, de los reclamos del kirchnerismo y las supuestas organizaciones de los “Derechos Humanos”. Estas entidades demostraron, una vez más, que hay muertos y desaparecidos de primera, de segunda y de tercera categoría. Facundo jamás apareció en ninguna pancarta. No vimos por ningún lado los carteles con la leyenda “¿Dónde está Facundo?”, como vimos ante la supuesta desaparición de Santiago Maldonado.
Aunque se demostró que en aquella oportunidad no hubo más que una muerte por ahogamiento luego de una fuga de la gendarmería, tras un violento corte de ruta, la izquierda sigue insistiendo con el supuesto caso de “terrorismo de Estado”. Es que a estas organizaciones en realidad no le importa ni Facundo ni Santiago. Lo único que los mueve es su agenda política y la búsqueda de subsidios y fondos públicos. Los idiotas útiles sirven de repetidores de estas causas que ante la mínima comparación resultan repugnantes. Cuando el que no estaba era Maldonado, los sindicatos docentes enviaban a los maestros a preguntar por él mientras tomaban lista en las escuelas. Varias agrupaciones feministas se movilizaron aún por la “aparición con vida” de Santiago, cuando su cuerpo ya había sido encontrado. Con Facundo no hubo marchas, pancartas ni reclamos.
Astudillo no forma parte de la agenda de las organizaciones de los Derechos Humanos porque fue desaparecido durante un Gobierno kirchnerista, en el marco de una cuarentena absurda que sirvió de caldo de cultivo para un gran número de abusos policiales. El joven, que se había peleado con su novia, salió de su casa en el pueblo de Pedro Luro para llegar al lugar de la chica que vive en Bahía Blanca. El último rastro de Facundo fue en Mayor Buratovich, donde la policía de la Provincia de Buenos Aires lo habría sorprendido violando la cuarentena, por lo que le labraron un acta que quedó registrada.
A partir de ese momento, la madre recibió solamente un llamado de su hijo donde le advirtió que podría no volver a verla. Según la familia Astudillo, al menos nueve oficiales estarían relacionados con el encubrimiento de lo sucedido.
El silencio de las organizaciones kirchneristas que supuestamente velan por los derechos humanos es tan grande como su hipocresía.