Para las elecciones presidenciales de 2019 había cuatro misterios detrás de las dos fórmulas con posibilidades. Por el lado de la dupla Macri-Pichetto la pregunta era la siguiente: de tener una segunda oportunidad… ¿el macrismo realizaría las reformas necesarias que evitó y lo llevaron a terminar el mandato en una crisis con auxilio del Fondo Monetario Internacional (FMI)? Algunos decían que sí, pero otros aseguraban que en caso de una reelección, Juntos por el Cambio haría lo mismo que en el período anterior.
En el lado del peronismo el misterio giraba alrededor del verdadero liderazgo: La fórmula de los Fernández llevaría al poder al Alberto moderado y razonable, que tan claro criticó a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) durante su segundo mandato, o si el Frente de Todos era el caballo de Troya del kirchnerismo puro y duro para reeditar el proyecto autoritario 2003-2015.
Los primeros meses del albertismo dejaron ver tensiones entre el peronismo tradicional y el espacio de Cristina. La discusión más clara que hubo fue alrededor de los presos políticos o de los políticos presos, según cada espacio. Sin un plan de Gobierno, Fernández y su ministro de Economía se dedicaron a conseguir el acuerdo por la deuda para salir del default y una vez obtenido (con complicados vencimientos para el próximo presidente) el oficialismo se quedó sin agenda.
Con pandemia y cuarentena de por medio, el presidente sucumbió a la agenda del kirchnerismo duro y empezó a destruir su imagen, cada vez más relacionada con el proyecto autoritario de Cristina. Vicentin y su propuesta de estatización fue el primer delirio rechazado por la opinión pública. Anoche el Senado escribió una nueva página de la triste aventura autoritaria kirchnerista. Con la mayoría automática que responde a CFK, la Cámara Alta sacó de los tribunales de Comodoro Py a los jueces Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli.
El argumento del oficialismo es que Macri no los había trasladado con el visto bueno del Senado, por lo que la designación sería irregular. La oposición piensa distinto y acusa al kirchnerismo de querer sacarse de encima a los magistrados que no responden a los intereses de la vicepresidente.
Mientras el Frente de Todos muta al Frente para la Victoria en tiempo récord, la economía se hunde. El colapso total no es otra cosa que la falta de reformas urgentes que el país tanto necesita. La política urgente de shock tan necesaria en Argentina es incompatible con el discurso de CFK, por lo que no saldrá de ella ninguna declaración sensata en materia económica. Lo curioso es que tampoco defiende al presidente que puso, que viene en caída libre. Ella guarda el más ensordecedor y calculado de los silencios mientras la imagen de Alberto se derrumba.
Alberto pudo no ser Cristina, pero eligió la agenda del kirchnerismo y se inmoló frente a los votantes que confiaron en su promesa de moderación en campaña. Como si esto fuera poco, la improvisación económica le dio el peor de los fracasos en tan solo nueve meses. De la misma manera que Macri se tuvo que ir por implementar una política de “kirchnerismo de buenos modales”, Alberto se quedó sin nafta antes del primer año por seguir la nada misma de la política económica macrista.
La vicepresidente tiene un plan claro: el silencio de radio ante la eventual caída de Alberto, pero la opinión pública tiene que evitar tragarse el engaño. Alberto es Cristina. Alberto decidió ser Cristina y este desastre, aunque el kirchnerismo se llame a silencio, es el desastre de la vicepresidente y su espacio. Aunque ellos no pongan la cara y estén guardados y sea el jefe de Estado “formal” el que fracasa, Alberto es Cristina.