Históricamente, el espacio liberal fue menospreciado por el macrismo. Sin un partido que representara las ideas de forma clara y abierta ante la opinión pública, el expresidente Mauricio Macri contó con un voto cautivo al que podía desmerecer, ya que enfrente se encontraba la barbarie kirchnerista y la amenaza chavista.
En 2015 los liberales argentinos votaron por Cambiemos y, aunque no esperaron grandes reformas alberdianas, lo cierto es que tampoco esperaban la hostilidad de un grupo de legisladores y funcionarios que hasta le pusieron el mote despectivo de “liberalotes”. Cuando Agustín Etchebarne, Roberto Cachanosky o Javier Milei, entre otros, advirtieron sobre la insustentabilidad del modelo (con muy buena intención y sin especulación política) el ataque era desproporcionado.
Todavía se comparte en las redes sociales el programa de televisión donde José Luis Espert le recalcó a Nicolás Massot la necesidad de corregir el déficit y el legislador macrista lo trató de utópico, demagogo e inviable: «Entrás a cancha y te desgarrás en el primer corner», le dijo el diputado de Cambiemos. La razón la tuyo el economista y Juntos por el Cambio perdió por varios puntos las elecciones en primera vuelta.
Por estas horas, en lugar de reconocer los errores del pasado y proponer el plan de reformas necesarias que en su momento se negó a implementar, Macri, preocupado, busca darle un color liberal a su discurso. No es para menos, el anuncio de Milei del fin de semana, donde dijo que se vuelca a la política activa, podría transformarse en una pesadilla para la versión porteña de Cambiemos.
En una reunión virtual de esta mañana, el expresidente cargó contra el Poder Ejecutivo y dijo que en el Gobierno nacional fueron «incapaces» de lidiar con la COVID-19. En este sentido, llamó a «recuperar las libertades individuales» y a terminar con las «aduanas internas». Claro que es positivo que el referente opositor se preocupe por las libertades básicas de los argentinos, pero lo cierto es que no tiene mucho para decir, teniendo en cuenta las actitudes de los gobernadores e intendentes de su frente político durante los últimos meses.
El único que pidió disculpas por la sintonía total con el Frente de Todos en el marco de la pandemia y la cuarentena fue el intendente de Pinamar, Martín Yeza. Desde su cuenta de Twitter, el referente macrista de la costa bonaerense se mostró arrepentido de usar frases como «reuniones clandestinas» y dijo que, luego de un tiempo, se dio cuenta de que no es aceptable para la democracia.
Pero el jefe de Gobierno porteño, y principal dirigente del macrismo en funciones, fue uno de los tantos cómplices de la aventura liberticida de Alberto Fernández que, además de destruir la economía, vulneró todas las libertades y fracasó en el ámbito de la salud. En gestiones de Juntos para el Cambio se llegaron incluso a aberraciones como la del gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que pretendía marcar las casas con casos de coronavirus para alertar a los vecinos. ¿Desde qué lugar el exmandatario busca levantar las banderas de las libertades individuales? ¿Por qué la crítica se limita en la figura del presidente y se evita mencionar a los cómplices de su propio frente político?
Estas son solo algunas de las preguntas que Macri debería responder si pretende tener otra oportunidad. La más importante sigue girando alrededor de las reformas que no hizo. ¿Para qué quiere ser el jefe de la oposición? ¿Pretende hacer algo distinto? ¿Aprendió algo de todo esto? Por ahora hay mas dudas que certezas.