La vuelta de Cristina Fernández de Kirchner a la presidencia fue auspiciada por un video en el cual se muestra en una actitud casi infantil, pero lejos de destilar pasividad, aseguró profundizar “el modelo” y revolucionó el gabinete. Así es que con el regreso de la presidenta, la puerta quedó semiabierta y figuras como Juan Manuel Abal Medina y Guillermo Moreno fueron invitados a salir. Hernán Lorenzino puede darse por satisfecho ya que a 7 meses de su emblemática frase “Me quiero ir“, por fin sus deseos fueron escuchados y “lo fueron”.
No han sido pocas las especulaciones sobre tales renuncias y tampoco es claro este cambio abrupto de actitud dentro del Frente Para La Victoria. Lo que sí ha quedado claro es que la presidente ha sentido la pérdida significativa de votos en las elecciones legislativas de este año y una vez más demostró que ella es la articuladora y última palabra en el proceso de toma de decisiones del partido de gobierno. Esta verticalidad y unilateralidad en las decisiones fueron en este caso maquilladas con un pretendido “cambio de aire”, deshaciéndose tanto de figuras de perfil bajo como Abal Medina (ex jefe de gabinete) que, irónicamente, sus mayores apariciones públicas tuvieron lugar frente a rumores de cambios en la cartera de ministros, como de figuras de un perfil exageradamente alto (a modo de eufemismo) como Guillermo Moreno, caracterizado por su patoterismo y vulgaridad en sus apariciones públicas.
Axel Kicillof como nuevo ministro de Economía, Jorge Capitanich como nuevo jefe de gabinete de ministros y Carlos Casamiquela como nuevo ministro de Agricultura, deberán hacerse cargo de apagar importantes incendios, tales como la fuga de capitales y merma de las reservas del Banco Central de la República Argentina, inflación en alza (o “aumento de precios” como ha pormenorizado Capitanich en su primera aparición pública), la pérdida de competitividad, cepo cambiario y dólar blue en alza, déficit energético y restricciones a las importaciones (con resoluciones ridículas como las Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación – DJAI). Cabe preguntarnos cómo es que los argentinos hemos tolerado la prepotencia sumada a la poca idoneidad de personajes tales como Guillermo Moreno en ejercicio de poder.
Lejos de ser un manifiesto ético, revolucionario o de alguna otra índole, este artículo pretende dar cuenta de un síndrome que padece la Argentina y varios otros países de la región de América Latina: el cortoplacismo.
Este cortoplacismo nos ha llevado a optar por gobiernos de figuras pragmáticas por sobre figuras democráticas, se ha preferido trabajar en nombre de la democracia, y no para ella. Han olvidado que es tan importante el envase, como lo que éste lleva dentro. Es así que a pocas horas de la renuncia de Moreno, se han publicado afiches en las calles y en redes sociales en el cual lo consagraban como un patriota. Resulta irónico que el Frente Para la Victoria, que se jacta de ser el partido defensor de la Democracia y los Derechos Humanos, haya tenido durante una década (3 gestiones de gobierno) un personaje como este deambulando por los pasillos de la Secretaría de Comercio. Personaje que tiene causas abiertas por acoso a empleados, empresarios y consultoras económicas que han osado medir correctamente la inflación (en ocasiones haciendo ostentación de armas de fuego), lenguaje soez y poco consensual; actitudes coherentes con su forma de gestionar por ley la Secretaría de Comercio y “de facto” el INDEC. Es decir, destruyendo todo lo que procuró transformar, viéndose excedido por todo lo que procuró controlar, y en honor al cortoplacismo que lo (y nos) caracteriza, buscando la solución colocando “parches” y aplicando “correctivos” (por usar jerga conocida), falseando cifras y forzando vía acosos a los empresarios, en detrimento de la transparencia y la confianza pública que deberían caracterizar a un gobierno democrático y republicano.
Dicho esto, para quienes la calidad democrática es una deuda pendiente pasados 30 años de la transición y consolidación democrática argentina, queda esperar que el “remedio no sea peor que la enfermedad”, y quien reemplace a los “castigados” por Cristina Fernández de Kirchner, profesen un cambio real de forma y fondo, ya que al parecer, el kircherismo está dispuesto a perderlo todo, menos “el relato”.