EnglishNo es novedad para los ecuatorianos que el régimen actual catalogue como “ético” cualquier comportamiento, aún al margen de la ley, mientras sirva a los intereses de la “Revolución Ciudadana”.
Uno de los ejemplo más emblemáticos es Pedro Delgado, primo de Rafael Correa, quien ejerció el cargo de presidente del Directorio del Banco Central del Ecuador, ostentando un título falso de economista. Delgado otorgó un préstamo al argentino Gastón Duzac sin garantías, violando los procedimientos estipulados por la ley.
Pero pese a la corrupción antes mencionada, el presidente Correa le brindó todo su respaldo, a tal punto, de rendirle un homenaje de desagravio a Delgado, pues para su perspectiva, su primo era simplemente una víctima de un “linchamiento mediático”.
Adicionalmente, este personaje pudo huir del país sin problema. Correa manifestó que el motivo del viaje se debía a que uno de los hijos del señor Delgado se casaba en Miami, y en caso de que no regrese, ellos serían los primeros en denunciarlo. Sin embargo, hasta hoy, octubre de 2015, Pedro Delgado continúa prófugo.
No es la primera vez que el presidente empeña su palabra en vano, burlando el sentido común de los ecuatorianos. En el 2008, dijo que renunciaría en caso de probar la acusación de que él conocía sobre los contratos que su hermano, Fabricio Correa, mantenía con el Estado. Una veeduría ciudadana fue establecida para este caso, la cual después de las investigaciones correspondientes, concluyó que el primer mandatario sí tenía conocimiento de estos contratos.
Posteriormente, los veedores fueron enjuiciados y perseguidos. Es oportuno señalar que en múltiples ocasiones el presidente Correa ha ofrecido renunciar, pero nunca ha cumplido su promesa.
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Infelizmente, la revolución ciudadana es terreno propicio para observar como la mitomanía se ha convertido en estrategia de Gobierno, ya sea para maquillar conductas corruptas de sus funcionarios, o crear simulacros de realidad política, económica y social, a través de delirios difundidos por su aparato de propaganda.
Ejemplos como “El milagro ecuatoriano” o “Ecuador, el jaguar latinoamericano”, no eran más que destellos de una bonanza petrolera que hoy está en ocaso, y de un endeudamiento desaforado para enfrentarnos actualmente con la dura realidad económica de un régimen que no tiene presupuesto para cubrir el pago de los décimos o cumplir con sus obligaciones con sus proveedores.
Como por regla general, las autocracias no son óptimas albergando innovación y creatividad. Los mecanismos cognitivos de la mitomanía en el accionar político de Rafael Correa, son extremadamente simples y primitivos. Están marcados por la omisión, la negación, descontextualización de la información, manipulación de los hechos y las formas en que los mismos serán difundidos, mediante la fauna de medios de comunicación en manos de su Gobierno, que tienen como objetivo esencial reforzar estas mentiras hasta que se siembren en la opinión pública.
La mitomanía de Correa no conoce límites, a tal extremo, que ha llegado hasta a atribuirse un importante rol en la liberación de los cinco cubanos en Estados Unidos.
No obstante, el pasado sábado 10 de octubre, durante el “Enlace Ciudadano #445”, Correa en su incapacidad persistente y evitativa para abordar asuntos graves del acontecer nacional, tuvo la audacia de declarar que su palabra es “sagrada”. Su frase no tardó en transformarse en blanco de críticas y bromas en las redes sociales, pues si de algo estamos conscientes los ecuatorianos, es de lo devaluada que esta la palabra del presidente Correa.
Valdría la pena preguntarse si tal vez la expresión “Mi palabra es sagrada” fue producto de un lapsus linguae del primer mandatario, y lo que más bien quiso decir fue: “Mis mentiras son tan sagradas que no admiten réplica”.
En el 2013, Rafael Correa señaló muy enfático a la prensa que no quería reelegirse, pues estaba extremadamente agotado. Hoy pretende violar la Constitución para perennizarse en el poder.
No en vano Bismark decía: “Nunca se miente tanto como en vísperas de elecciones, durante guerra o después de la cacería”. Por lo tanto, hasta 2017, la mitomanía de Correa seguirá en ascenso exponencial, rayando entre la desesperación y lo patético.