
EnglishEn medio de la tragedia que azota a Francia tras el ataque terrorista del pasado 13 de noviembre, el presidente François Hollande planteó la posibilidad de hacer “evolucionar la Constitución”, para así crear la figura de “Estado de Crisis”.
Esto inmediatamente desencadenó críticas, interrogantes y cuestionamientos por parte de los juristas y parlamentarios sobre la intención detrás de esta iniciativa, que podría ocultar un cálculo político para ampliar el poder del Ejecutivo. Recalcaron además que dentro de la Constitución actual, existen artículos muy claros que permiten actuar bajo las normas legales establecidas para responder ante situaciones excepcionales y emergencias del momento.
Mientras tanto, en Ecuador la descarada mayoría del partido de Gobierno, Alianza País, está próxima a imponer 16 enmiendas para reformar la Constitución y adaptarla a las nuevas condiciones que exige el proyecto político personal de Rafael Correa, colocando los intereses de una sola persona por encima del bienestar del país en general.
Ahora resulta que la tan ponderada Constitución de 2008, que marcaba un hito histórico y que duraría alrededor de doscientos años, ha tenido solamente siete años de vigencia y ya no es funcional. No obstante, cabe señalar que el escenario ha cambiado radicalmente, pues hoy el Ecuador ya no esta bajo un sistema democrático, sino bajo una autocracia en la cual la Asamblea Nacional ha quedado reducida a una mascarada de simulación democrática compuesta por una mayoría oficialista.
Este puñado de escribanos, mediante tecnología “copy and paste”, implementan leyes según el antojo y conveniencia del presidente Correa (quien no responde a nada ni a nadie, ni muchos menos a los elementos que componen la sociedad estatal). Por lo tanto, cualquier modificación ya no requiere ser aprobada por los ecuatorianos en las urnas.
Es absurdo que una Constitución redactada por una Asamblea Nacional Constituyente para su aprobación haya sido sometida a referéndum constitucional en el 2008, y que hoy las actuales enmiendas planteadas por una Asamblea Legislativa no necesiten consultar al pueblo ecuatoriano para su implementación. Tan agudo es el nivel de degeneración cognitivo del régimen que le resulta imposible hasta conservar algo de decoro para guardar las formas y llevar estas enmiendas a consulta popular.
Estas 16 enmiendas no son más que un ornamento plagado por contorsiones semánticas para maquillar el tema de fondo, que es la reelección indefinida que permitirá a Rafael Correa legitimar su anhelo de perpetuarse en el poder.
Solamente nos queda en un futuro, cuando las circunstancias lo permitan, ir a una nueva Asamblea Constituyente para reinstaurar un sistema democrático en el país
Estaría por demás señalar que aquella modificación de permitir la reelección saltando un periodo es cuestión de táctica, pues luego de dejar al Ecuador en casi bancarrota, Correa prefiere eludir toda responsabilidad y así evitar enfrentarse al tétrico escenario económico que le espera a su sucesor.
El próximo primer mandatario desempeñará el rol de “chivo expiatorio”, ya que cargará con todo el peso de la culpa del despilfarro obsceno e ineficiente administración, endeudamiento irresponsable, así como también indemnizaciones por violación a derechos humanos por los abusos cometidos durante estos casi 9 años de correísmo, aparte de los altos niveles de volatilidad y fragmentación que ha generado en la sociedad ecuatoriana.
Naturalmente, la Secretaría de Comunicación del Gobierno ha tratado de camuflar este atropello emprendiendo una campaña para “sociabilizar las enmiendas”, en su compulsión por manipular la opinión publica, e influir en los módulos de representación mental y comportamiento de la ciudadanía.
Afortunadamente, luego de casi 9 años, esto ya no tiene efecto en los ecuatorianos, quienes haciendo uso de sus derechos de participación, se autoconvocaron para exigir que archiven las enmiendas. Pero, infelizmente, ningún mecanismo de la denominada “democracia representativa” es viable bajo el régimen de un autócrata.
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Si bien es cierto que en el Ecuador hay un despertar del rol del ciudadano como agente activo en el acontecer de la realidad social, económica y política del país, todavía falta lo más importante: tomar conciencia de que esta arbitrariedad del Gobierno de imponer las enmiendas constitucionales sin contemplar el pronunciamiento de la ciudadanía no significa poner en peligro los pilares de la democracia, sino que la democracia simplemente ya no existe en el Ecuador, puesto que Rafael Correa ha instaurado un régimen autocrático.
Solamente nos queda en un futuro cercano, cuando las circunstancias lo permitan, ir hacia una nueva Asamblea Constituyente para reinstaurar un sistema democrático en el país. Hay una reflexión de Henry Kissinger muy oportuna es estos instantes: “No debemos renunciar a nuestros principios, pero hay que tener presente que para mantener estos principios, primero hay que sobrevivir”.
Por lo tanto, primero hay que tener perspectiva clara de lo que estamos padeciendo y tener la suficiente voluntad para ir hacia la refundación de un país democrático. Sin compresión clara de las condiciones del momento, esta noche autocrática será eterna.