EnglishEl escepticismo marca la posición de los colombianos sobre el fin del conflicto entre el Estado y las FARC, a pesar de que el acuerdo de paz, tan anhelado por el país desde hace 50 años, sigue siendo una de las principales aspiraciones de la ciudadanía.
Dos años llevan el Gobierno colombiano y las FARC conversando en La Habana, Cuba; todavía no se sabe si estas negociaciones producirán frutos, y los colombianos tienen cada vez más dudas, señala Juan David Cárdenas, director del seminario de Opinión Pública de la Universidad de La Sabana, y coordinador de un proceso de investigación para indagar sobre los imaginarios y actitudes de los bogotanos frente al proceso de paz.
“Hay un ambiente poco claro sobre las negociaciones Gobierno-FARC para la mayoría de la opinión pública, y esto es grave, porque así no van a saber refrendar por referendo los acuerdos preliminares a los que se llegue en La Habana”, asegura.
“La política ha sido ‘lo que tenemos que arreglar lo arreglamos entre nosotros’ y por eso la gente de hecho no sabe si está a favor o en contra. El tema se ha manejado muy en secreto y cuando se dan declaraciones son muy preliminares. La comunicación es tan ambigua que de hecho lo que piensa la oposición es muy especulativo”, señala Cárdenas.
Las conversaciones se han dilatado más de lo debido; durante este tiempo, como en procesos similares en otros países, ha habido momentos de incertidumbre. A pesar de ello, este es quizá uno de los periodos más inquietantes, pues lo que se había interpretado como un gesto de evolución en la mesa de negociación se ha echado para atrás.
“Se habían logrado cosas importantes: de alguna manera había un cese bilateral implícito que podía leerse como una especie de tregua. Luego de la ruptura de la misma, los índices de credibilidad en el proceso cayeron a niveles muy bajos, nunca antes vistos”, explicó Cárdenas. “Así se llegue a un acuerdo, el proceso viene marcado por dificultades, que generan muchas dudas en los ciudadanos”.
Esto, indica, hace peligrar la aprobación de los acuerdos en un referendo; como también la oposición del expresidente Álvaro Uribe Vélez a las negociaciones de paz. Su “línea dura” contribuyó a que las FARC estén hoy sentadas negociando con el actual Gobierno.
El general (r) Jaime Ruiz, director de la Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Militares (Acore), señala que “no vemos una voluntad efectiva por parte de las FARC por las posiciones radicales que ha asumido en contra del proceso”.
“Hay certeza absoluta de que no cumplieron con el cese el fuego que habían anunciado. Tampoco es la primera vez que incumplen, en otras oportunidades ha pasado lo mismo y luego vemos acciones armadas contra la población civil y miembros de la fuerza armada”.
A favor y en contra
En su investigación, Cárdenas ha encontrado que hay una actitud muy favorable sobre el tema de la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil, pero una actitud en contra de que estas personas puedan participar en política.
“Ahí hay una primera contradicción que tiene que ver con la manera como se comunica y se legitima el proceso. Si se supone que estamos en una negociación política, y estas personas lo que quieren es volver a la sociedad para hacer política pero la gente no quiere, es un problema que no se va a poder solucionar por más de que se llegue a un acuerdo”. Otro punto cuestionable, destaca, es que las personas no están dispuestas a perdonar a los guerrilleros, en parte porque dudan sobre la legitimidad de la justicia colombiana.
El derrumbe de una ilusión
El cese al fuego unilateral que habían decretado las FARC desde diciembre del 2014 terminó luego de un ataque del Ejército en Guapí (Cauca) en el que murieron 26 guerrilleros, entre ellos “Jairo Martínez”, quien había formado parte de la mesa de negociación; ese ataque se dio en respuesta a una emboscada de la guerrilla en la que murieron 11 militares mientras dormían, lo cual determinó que el Gobierno reiniciara los bombardeos contra el grupo subversivo que también se habían suspendido anteriormente.
Apenas el miércoles, se conoció que las FARC habían realizado seis ataques en Tumaco, Nariño, incluyendo uno a una ambulancia; el ciclo de conversaciones número 37 entre las FARC y el Gobierno culminó el jueves 4 de junio en La Habana sin anuncios sobre logros concretos.
Se tiene que acelerar el paso en las negociaciones para que se puedan empezar a implementar los temas operativos”
“Es innegable que la ofensiva militar contra las FARC y el cambio de la estrategia del Estado para acabar con la guerrilla durante los dos gobiernos de Uribe, la debilitó dramáticamente”, dice Eduardo Álvarez, coordinador de investigación de dinámicas del conflicto y las negociaciones de la Fundación Ideas para la Paz.
“Ha habido un cambio cualitativo en términos de la geografía de la guerra. En unas zonas del país el pie de fuerza y la capacidad militar de las FARC se ha reducido sustancialmente, mientras que en otras regiones como el Catatumbo, parte de Arauca y algunas otras zonas de frontera hacia el sur, las Farc si mantienen una capacidad táctica, más no estratégica (…) su iniciativa militar está totalmente diezmada y los riesgos de afectación son mínimos”, dice, teniendo en cuenta la capacidad que tenía el grupo guerrillero para hacer tomas y secuestros masivos a finales de los años 90.
Sin embargo, Álvarez no cree que la firma de la paz esté “a la vuelta de la esquina (…) “Hay temas que se vienen que son críticos en todo proceso de paz del mundo. Uno de ellos es el de la justicia, que tiene que ser diseñada por el país y cumplir con estándares mínimos internacionales”. Otro es el modelo de desarme y las garantías para los desmovilizados. “Estos son temas sumamente sensibles y prácticos que parecen muy operativos, pero en los que se puede caer el proceso de paz”.
¿Avanzan o retroceden?
“No creo que el proceso se haya echado para atrás, simplemente creo que pasó a un escenario anterior (…) Si uno compara con las experiencias de otros países eso hace parte de negociar en medio del conflicto. Cuando se hace en ese tipo de circunstancias a veces lo que se da es que las negociaciones sean más rápidas y más eficientes porque ambas partes se dan cuenta que guerrilleros y militares siguen muriendo y hay una obligación de solucionar el tema”, dice Cárdenas.
También es importante resaltar, destacó Álvarez, que “se tiene que acelerar el paso en las negociaciones para que se puedan empezar a implementar los temas operativos antes mencionados durante el Gobierno actual, pues después podría llegar al poder alguien de la oposición y hacer que el proceso pierda el ritmo o se suspenda definitivamente”.