EnglishEste 18 de noviembre se inició formalmente la campaña electoral para las elecciones municipales del próximo 8 de diciembre en Venezuela. Estas elecciones cerrarán el calendario electoral latinoamericano del año 2013. Y si bien las municipales no suelen ser consideradas elecciones de gran importancia en la región, en esta oportunidad, han pasado a ser claves en el país petrolero tanto para los venezolanos, como para el resto de los ciudadanos y gobiernos de América.
Por una parte, en ellas el gobierno del cuestionado presidente Nicolás Maduro y als fuerzas de la oposición democráticas – agrupadas todas en la Mesa de Unidad Democrática (MUD) se juegan su legitimidad y supervivencia política. Las elecciones presidenciales del pasado 14 de abril, tras la muerte del presidente Hugo Chávez, arrojaron unos resultados dudosos, sumamente estrechos, con una diferencia de 224.742 votos – el equivalente al 1,49% de los votos – entre Maduro y Henrique Capriles Radonski (MUD). El Consejo Nacional Electoral (CNE), de mayoría chavista, se apresuró a cantar victoria en favor del pupilo de Chávez, mientras que la oposición impugnaba y desconocía las elecciones. De modo que esta jornada electoral servirá tanto para demostrar cuál de las dos fuerzas políticas que polarizan el país es mayoría nacional, como para relegitimar o no – al menos simbólicamente – al gobierno madurista.
Las municipales son unas elecciones planteadas en términos de referéndum presidencial, de aprobación o no de la breve gestión de Maduro. Si éste no obtiene una mayoría significativa de votos populares y de número de alcaldías y consejos municipales en todo el país, el ya creciente deterioro del chavismo-madurismo y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) será imparable, aunque no necesariamente inmediato.
De obtener una victoria Maduro, será el liderazgo de Capriles y de la MUD el que decaiga. No solo porque la ofensiva en su contra que lleva a cabo el gobierno (persecución y arresto de diputados y militantes, campañas de odio en contra de los líderes con mayor opción de triunfo electoral, cerco financiero y otros) se profundizará hasta su aniquelamiento, sino porque el pueblo opositor quedará muy descontento y desilusionado. Los sectores dirigentes opositores que hoy en día están en desacuerdo con las estrategias de lucha de la MUD impulsarán nuevos liderazgos y nuevas formas de oposición.
Por otro lado, estas elecciones son importantes pues en ellas se juega la supervivencia de los modelos de Estado y desarrollo que desde hace 15 años pugnan por instalarse en el país: el socialista neocomunista de la llamada Revolución Bolivariana, y la democracia representativa, pluralista y libre de las fuerzas opositoras. Para el chavismo-madurismo, estas elecciones representan un paso fundamental en el avance del proceso “revolucionario” tal y como lo establecen varias leyes orgánicas ya aprobadas, y el Plan de Gobierno y en el Proyecto Nacional Simón Bolívar (2013-2019). Es decir, para lograr alcanzar totalmente el Estado comunal. Mediante unas comunas (no de los municipios) controlados por el gobierno, tratarán de implementar un nuevo ordenamiento político-territorial, de planificación centralizada, de propiedad colectiva y social, de participación tutelada y directa que restringe el voto popular y excluye a las organizaciones sociales de ideologías no chavistas.
Para la oposición, en cambio, representa la neutralización de ese modelo antidemocrático de vocación totalitaria, así como el inicio de la reconstrucción democrática del país. Porque, como bien señala Miguel González Marregot, Vice-Presidente del Consejo Local de Planificación Pública del Municipio Baruta, “El estado comunal anula la democracia, la descentralización y la participación libre; el efectivo ejercicio de la soberanía popular mediante una participación libre, autónoma y en igualdad de condiciones respecto a decisiones en materias del bien público; la autodeterminación para fijar los destinos del desarrollo económico y social, preservando la unidad territorial y constitucional de la República; y, el cumplimiento de garantías con los derechos económicos, sociales y culturales en el marco de las competencias concurrentes donde todos los poderes públicos tienen la obligación de procurar que todos los ciudadanos puedan alcanzar un nivel adecuado de vida”.
Igualmente, estos comicios municipales son esenciales para la política latinoamericana e interamericana del chavismo, en cuyo complejo tablero de poder juegan gobiernos de centro derecha democrática, centro izquierda democrática y de izquierda radical anti-democrática. La mayoría de ellos plagados de populismo y estatismo. Una victoria contundente del chavismo-madurismo reflotaría –aunque sea por un tiempo- a la izquierda radical agrupada en el ALBA, que viene cayendo en términos de influencia y prestigio en el área latinoamericana. En especial, ayudaría a los gobiernos de Raúl Castro en Cuba a para garantizar su sobrevivencia, al de Daniel Ortega en Nicaragua para cambiar la Constitución de ese país, y al de Evo Morales que busca su reelección presidencial en diciembre de 2014.
También la relegitimación de Maduro y su proyecto seguiría siéndole útil de alguna forma – mediante favores políticos, negocios poco transparentes y masivas importaciones comerciales – a la reelección de Dilma Rousseff en Brasil en octubre de 2014 y a las posibles victorias de candidatos izquierdistas en las numerosas elecciones presidenciales que tendrán lugar el próximo año en la región. Se realizarán comicios en El Salvador (febrero 2014), Costa Rica (febrero 2014), Panamá (mayo 2014), y Uruguay (octubre 2014).
Todo lo anterior explica que esta contienda para las elecciones municipales se plantee en términos de suma cero y que cada uno de los contrincantes esté apostando a todo, aunque no necesariamente los resultados arrojarán victorias claras dado el gran número de cargos municipales que se disputan.
Sin duda, el chavismo lleva en esta contienda una ventaja inmensamente mayor a la de la oposición aliada en la MUD. Esto se debe a que hoy más que en las contiendas chavistas precedentes, el gobierno utiliza a su favor, en forma abusiva, todos los poderes, instituciones, medios de comunicación social y recursos del Estado (y algunos de otros gobiernos y actores extranjeros), sin restricción legal y moral alguna, sin rendir cuentas a los ciudadanos. A la vez, ha emprendido una ofensiva sin precedentes, con persecuciones, arrestos, intervenciones y controles a todos los sectores y líderes representantes de la sociedad civil independiente y pluralista que aún luchan dentro y fuera de Venezuela, en particular a políticos, empresarios, comerciantes, sindicalistas y periodistas.
Este desproporcionado ventajismo, esta insólita arbitrariedad sobre la cual la comunidad democrática internacional guarda silencio, ahora se apoya en los recientes superpoderes otorgados a Maduro mediante aprobación de la Ley Habilitante de forma fraudulenta por la Asamblea Nacional, y en la nueva institución gubernamental creada: el Alto Mando Cívico Militar de la Revolución, que tiene como compromiso “consolidar a Venezuela bajo los ideales bolivarianos del comandante Hugo Chávez”.
Como muestran varios sondeos de opinión, el descontento con Maduro está aumentando. Por ejemplo, Datanálisis publicó que, según una encuesta realizada a inicios de noviembre, el 72,6% de los venezolanos evalúa negativamente la situación del país, y el 54,9% hace lo mismo con respecto a la gestión del Presidente de la República. En realidad, la lucha de la oposición democrática cuenta con que este creciente enfado y decepción del pueblo venezolano hacia el gobierno, provoque una participación masiva el próximo 8 de diciembre, pero también, con la esperanza de que además, los venezolanos estén dispuesto a cuidar su voto y a defender su victoria en las calles.