EnglishEl 3 de diciembre de 2011, 33 jefes de Estado y Gobierno de la región latinoamericana constituyeron oficialmente el organismo de integración denominado Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Durante su Cumbre Fundacional, presidida por el fallecido presidente Hugo Chávez en Caracas, los representantes aprobaron una Cláusula Democrática y varios comunicados sobre temas de interés común, como el de la defensa de la democracia y el orden institucional.
Esa cláusula democrática, que pasó a integrar los estatutos de la naciente CELAC, compromete a los estados miembros “con la promoción, defensa y protección del Estado de Derecho, del orden democrático, de la soberanía de los pueblos, de los Derechos Humanos y las libertades fundamentales, incluyendo entre otros el derecho a la vida, la libertad y la seguridad de la persona, el no sometimiento a torturas ni penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, el no ser arbitrariamente detenido, preso o desterrado, ni objeto de ejecuciones sumarias y arbitrarias, de desapariciones forzadas, y la libertad de opinión y expresión.”
Asimismo, los estatutos subrayan la importancia de los compromisos asumidos en materia de democracia en el marco de las Naciones Unidas y de los instrumentos que en esa materia establecen los diversos bloques de integración regionales. En consecuencia, los miembros de la CELAC manifiestan claramente su “rechazo y condena a todo intento que pretenda trastocar o subvertir el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones en cualquier Estado miembro”.
No obstante, todos los estados miembros empezaron a violar esta cláusula y esos compromisos democráticos desde el mismo momento de la fundación de la CELAC, cuando aceptaron en su seno a Cuba, gobernada desde hace 55 años por un régimen abiertamente dictatorial, sin instituciones libres y con miles de casos de violaciones a los derechos humanos a cuestas.
Aún más, violaron sus propios principios cuando le dieron a la dictadura castrista la oportunidad de dirigir una organización que se autodefine democrática, inclusiva y de integración, pero que excluyó la participación de dos democracias sólidas y estables como la de Estados Unidos y Canadá. El gobierno de Venezuela sirvió como principal puente para que Cuba fuera escogida por aclamación como Presidente Pro tempore de la CELAC para el período 2013-2014, foro político considerado por Chávez como “el proyecto más importante de nuestra historia contemporánea” y en gran parte auspiciado por él mismo, con el objetivo de reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA).
El mismo día que se estrenó como presidente de la CELAC, Raúl Castro, presidente de la dictadura comunista, utilizó la tribuna para dictar cátedra de “democracia” regional, criticando a los Estados Unidos, al entonces gobierno de Francisco Franco de Paraguay y a la oposición democrática venezolana. Todo ello avalado con el silencio de los 33 representantes de los estados miembros de la organización. No cabe duda que a través de ese cargo presidencial, el régimen castrista ha logrado más poder e influencia política que nunca antes en la región latinoamericana.
Ahora, al realizar una nueva Cumbre Presidencial en la Habana, Cuba, este 28 y 29 de enero de 2014, los miembros de la CELAC avanzan en sus violaciones con las clausulas y compromisos democráticos del organismo. En esta oportunidad también son avaladas con la presencia del propio secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, aún cuando Cuba no forma parte del sistema interamericano. La OEA levantó la suspensión del gobierno de Cuba en 2009, pero Fidel y Raúl Castro han manifestado que no les interesa regresar a la organización regional.
De esta forma, Insulza se convierte en el primer secretario general del organismo que visita la isla desde el triunfo de la revolución cubana en 1959. Lo menos que debería hacer, acompañado de los gobiernos democráticos que asisten a la Cumbre de La Habana, es intervenir para que en Cuba se respeten los derechos humanos, se liberen a los presos políticos y de conciencia, cese la persecución a los opositores, los abusos y atropellos contra la sociedad civil y los controles a la libertad de prensa y expresión. Pero los invitados ni siquiera tienen previsto reunirse con disidentes y activistas cubanos, quienes celebran un foro sobre democracia en paralelo a la II Cumbre de la CELAC.
Es una irresponsabilidad y una falta de principios por parte de todos los miembros democráticos de la CELAC, en particular del gobierno chileno de Sebastián Piñera quien extendió la invitación en su condición de Presidente del organismo durante el 2013. Ellos utilizan como justificación y excusa para asistir en masa a la Cumbre, la necesidad de influir en el gobierno castrista para que éste avance en las escasas reformas económicas y las liberalizaciones políticas en curso.
Pero la verdad es que, conociendo la conducta castrista durante 55 años, la asistencia de estos países a la isla y sus manifestaciones de amistad hacia el régimen comunista no garantiza nada. Los cubanos siempre han hecho lo que quieren, a su propio ritmo, según sus propios intereses y necesidades, sin pararle mientes al entorno vecinal y a sus relaciones diplomáticas. Los únicos que ganan en esta Cumbre son los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y demás aliados de la izquierda radical latinoamericana, cuyo objetivo estratégico común es desprestigiar aún más a las democracias desarrolladas de Estados Unidos y Canadá, así como debilitar al sistema interamericano representado en la OEA.