EnglishEl proceso de negociaciones de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), entra en punto casi muerto justo al inicio del ciclo 28, centrado en el tema de las víctimas.
En realidad, desde hace casi dos semanas cuando los militares y los guerrilleros se enfrentaron cara a cara por primera vez en una mesa en torno a un punto crucial para un eventual cese al fuego definitivo —el desarme y desmovilización de la guerrilla, asunto sobre el cual el Estado colombiano le es imposible ceder—, las FARC se muestran intransigentes y revelan su verdadero objetivo: no negociar con seriedad.
Las FARC se muestran intransigentes y revelan su verdadero objetivo: no negociar con seriedad.
Los subversivos, siempre pretendiendo estar en igualdad de condiciones frente a la fuerza militar de un Estado constitucional y democrático, rechazan de plano la decisión gubernamental de crear un Comando de Transición al postconflicto, liderado por un general, porque para ellos es impensable “la subalternidad a la fuerza pública”.
En palabras de Iván Márquez, jefe negociador de los rebeldes: “De ninguna manera las FARC aceptan una jerarquía militar para resolver asuntos que son de carácter político por definición, y que aspectos tan importantes como la dejación de las armas, también implican la desmilitarización de la sociedad y del Estado”.
Esta es una decisión lógica del Gobierno colombiano, ya que como bien reza un editorial del diario El Tiempo, “el Ejército Nacional tiene que estar ahí, representado y representando al país, porque su presencia es otra prueba de que las instituciones en pleno se encuentran comprometidas con la paz y porque resulta primordial en este punto que militares de alto rango le prueben al país que el proceso va por buen camino. Sus aportes, como conocedores del enemigo, son esenciales para definir los mecanismos que han de llevar con éxito al terreno lo acordado en la mesa”.
Pero la narcoguerrilla, como única respuesta, crea un Comando Guerrillero de Normalización para estudiar el regreso de la fuerza militar a lo que ellos pretenden que sea su exclusivo rol constitucional: la defensa de la dignidad nacional y sus fronteras, el desmantelamiento de los batallones de contrainsurgencia y la investigación de los grupos paramilitares, cuando ya existe una Comisión de la Verdad para ese propósito.
¿Qué busca las FARC con esta posición intransigente, a sabiendas desde el inicio de las conversaciones en La Habana en noviembre de 2012 que es imposible que se llegue a un acuerdo de paz, así como surgir como un partido político y hacer vida política legal, si no se desmoviliza y entrega las armas como es obvio en cualquier proceso de paz entre un Gobierno legalmente establecido y una fuerza irregular?
La respuesta más lógica a la pregunta no es otra que la de ganar tiempo. Con los pies en Cuba y con la ayuda de sus aliados de siempre –el Gobierno castrista—, la plana mayor de las FARC continúa organizando en un ambiente más que favorable y tranquilo planes estratégicos militares, políticos y propagandísticos a su favor y en pro del proyecto continental que comparten con sus amigos cubanos, venezolanos y otros miembros del bloque de la ALBA. Así de simple.
Su verdadera meta actual, no lo olvidemos, es continuar ganando tiempo para fortalecerse política, económica e incluso militarmente.
Este 7 de septiembre se inicia la conocida “Semana por la paz” que la Iglesia católica y numerosas organizaciones de la sociedad civil colombiana organizan cada año en apoyo al fin del conflicto armado en el país.
Sin embargo, como en las 27 ediciones anteriores de esta noble iniciativa ciudadana y cristiana, las FARC harán caso omiso aunque simulen lo contrario porque su verdadera meta actual, no lo olvidemos, es continuar ganando tiempo para fortalecerse política, económica e incluso militarmente.
Quieren llegar a una “terminación del conflicto”, como plantea el acuerdo general suscrito con el Gobierno colombiano, en la mejor forma y posición posible.
Los propios miembros de la delegación de paz de las FARC no dejan de afirmar su meta ulterior cada vez que pueden: “sus banderas históricas están en el primer orden de la lucha política” (…) “nunca hemos estado ni estaremos en plan de rendición” y “la única salida que queda es resolver los problemas que generaron el conflicto”.