EnglishDesde el fin de la guerra fría, con la caída de la Unión Soviética y del muro de Berlín hace 25 años, lo que se vaticinaba para el siglo XXI y el nuevo sistema de globalización mundial, era el perfeccionamiento e internacionalización del sistema democrático, de sus valores, principios, instituciones, prácticas y procesos.
Pero no ha sido así. Al contrario, más allá de la realización de elecciones formales en casi todo el mundo, las democracias se han deteriorado por diversas causas y en consecuencia han prosperado los autoritarismos junto a los populismos nacionalistas extremistas, tanto de derecha como de izquierda.
La democracia española, como muchas otras en Europa y América Latina, no ha escapado a este nefasto camino. Males como los de la corrupción, la polarización partidista, la falta de pactos políticos y sociales de Estado y la ineficiencia en la gestión gubernamental, en particular en materia económica y social, han producido un descontento popular generalizado que se ha traducido en peligrosas manifestaciones de indignación y antipolítica.
Sus propuestas son abiertamente antisistema, antimonárquicas, antipartidistas, antiliberales, anticapitalistas y ante todo, de izquierda marxista
De allí la abrupta aparición en enero de 2014 —y el inusitado crecimiento— del partido Podemos y de su singular líder Pablo Iglesias, de 36 años, autoproclamado representante de “la nueva política española” e “independiente de los poderes hegemónicos”. Sus propuestas son abiertamente antisistema, antimonárquicas, antipartidistas, antiliberales, anticapitalistas y ante todo, de izquierda marxista; muy al estilo, por cierto, de las latinoamericanas denominadas “socialistas del siglo XXI”, que sin duda tienen como principal logro, tras haber llegado al poder, la destrucción de los sistemas democráticos en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, e incluso en países aliados como Argentina.
De hecho, Podemos y sus principales dirigentes se han desarrollado bajo la inspiración ideológica y la ayuda financiera del castrochavismo latinoamericano. El vínculo entre el chavismo y el Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS) —la fundación de Podemos— se inicia en el mismo año que llega Hugo Chávez al poder, en 1999, cuando el comandante contrató a esa fundación supuestamente “sin fines de lucro” para organizar el proceso de la Constituyente.
En años posteriores, el CEPS fue contratado para asesorar a su Gobierno en distintas áreas políticas, en particular en formación de cuadros del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en materia de creación de comunas, de unidades de batalla prochavistas y grupos antiglobalización, así como en realización de varias encuestas y programas en la televisora Telesur.
Este asesoramiento, que en parte ha sido reconocido públicamente por varios miembros del CEPS, continuó con la llegada de Nicolás Maduro al Gobierno de Venezuela y, según datos del registro de fundaciones del Ministerio de Cultura español, el monto total del dinero público venezolano otorgado a esa fundación asciende a €3,7 millones, lo cual ahora niegan los de Podemos y su fundación.
Pero incluso se sospecha que sus principales miembros —hoy figuras estelares de Podemos, tales como el propio Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Luis Alegre y Juan Carlos Monedero, todos politólogos y profesores de la Universidad Complutense de Madrid—, han recibido aún más dinero venezolano a través de diferentes entes públicos como el Ministerio del Despacho de la Presidencia, el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, la empresa de telecomunicaciones CANTV, Venezolana de Televisión (VTV), Telesur, el Ministerio de Cultura, el Banco Central de Venezuela y el Ministerio del Interior.
Lo que sí está claramente registrado, es que durante más de una década el Gobierno venezolano fue el único cliente de la fundación CEPS y que solo en los últimos años –en parte con el favor del chavismo— ha prestado servicios pagados a los Gobiernos de Cuba, Bolivia y Ecuador, entre otros países.
Durante más de una década el Gobierno venezolano fue el único cliente de la fundación CEPS [de Podemos]
En todo caso, las múltiples declaraciones de estos líderes a favor y en defensa del chavismo ponen en evidencia sus fuertes coincidencias y vínculos político- ideológicos, especialmente de parte de Iglesias, quien se autodefinió como “responsable del análisis estratégico de la presidencia de Venezuela”, y de Monedero, quien considera a Hugo Chávez “el último libertador de América Latina”.
El avance de Podemos es notable. Ganó cinco eurodiputados (de 54) en las elecciones europeas del pasado 25 de mayo con el 7,98 % de los votos, lo que lo convirtió en el cuarto partido más votado de España, y las más recientes encuestas lo sitúan como la primera fuerza política del país en intención directa de voto.
La encuestadora Metroscopia señaló el pasado 2 de noviembre que Podemos contaba con el 22,2% de la intención directa de voto, comparado con el 13,1% del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el 10,4% del conservador Partido Popular (PP), cifras que consolidan su despegue a siete meses en las próximas elecciones autonómicas y municipales, y a un año en las elecciones generales.
Puede, como ha sucedido en otros países, que el fenómeno de Podemos pase de moda y se desinfle tan rápido como apareció. Pero también puede ser que haya llegado para quedarse un buen tiempo y termine por socavar la democracia española utilizando sus propios instrumentos, como lo ha hecho la izquierda radical castrochavista en América Latina. De hecho, siguiendo los pasos de los regímenes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, uno de los lemas de Podemos es activar una asamblea nacional constituyente como “solución democrática” a la crisis española.
Todo es posible en la política extravagante y díscola que hoy prospera en el mundo hispanoamericano.
Editado por Elisa Vásquez