EnglishDesde que llegó al poder, la política exterior del presidente Nicolás Maduro ha sido de confrontación y radicalización, en la que siempre existe la figura de un enemigo que atacar, incluso superando a su antecesor, Hugo Chávez.
Pero fue especialmente en el recién finalizado 2014 cuando esa característica se acentuó. En particular, desde el inicio de las protestas estudiantiles de febrero y marzo, las cuales —no olvidemos— el Gobierno calificó alegremente, sin prueba alguna, como de “golpe de Estado opositor con apoyo extranjero”. Asimismo, no procedió a investigar seriamente los más de 40 muertos, los miles de opositores encarcelados y los centenares de venezolanos torturados por las fuerzas de seguridad del Estado, como tantas veces se lo exigieron, durante el año pasado, organismos como la ONU y la Organización de los Estados Americanos (OEA), así como numerosos Gobiernos, personalidades y otros actores internacionales.
Solo durante los tres primeros meses de 2014 el Gobierno atacó y responsabilizó al expresidente colombiano Álvaro Uribe por la crisis venezolana; expulsó a tres funcionarios de la embajada de los Estados Unidos en Caracas por supuesta injerencia en los asuntos venezolanos; y rompió relaciones diplomáticas y comerciales con el Gobierno de Panamá, tras acusarlo de “lacayo” y de propiciar una intervención extranjera a través de la Organización de Estados Americanos (OEA), luego de que el entonces presidente panameño, Ricardo Martinelli, solicitara una reunión de consulta de ministros de Relaciones Exteriores con el objetivo de discutir la situación de violencia y protestas en Venezuela. Luego vendrían otras confrontaciones, tales como la actual con España.
Por supuesto, durante todo el año los dardos más venenosos y permanentes fueron lanzados en contra de Estados Unidos, el principal comprador del petróleo venezolano. Las agresiones a ese país no han cesado, a pesar de que en diciembre los Gobiernos de Barack Obama y el de Raúl Castro, de Cuba, anunciaron la normalización de relaciones diplomáticas.
Luego de este evento histórico, Maduro moderó por unos días su retórica antiimperialista, aunque le duró poco. El mandatario venezolano retomó el temple tras las sanciones que suspenden visas y congelan activos en territorio estadounidense pertenecientes a funcionarios chavistas considerados responsables de violaciones de derechos humanos en Venezuela, finalmente aprobadas por el Congreso estadounidense y firmadas por el presidente Obama a finales de 2014.
Otro rasgo de la política internacional madurista fue el recorte financiero y los contactos diplomáticos. La crisis política, social y económica nacional se fue agravando a medida que bajaban los precios del petróleo a niveles peligrosos. En el transcurso del año pasado, el Gobierno de Maduro disminuyó su otrora generosa cooperación internacional y los viajes al exterior.
Pero, paradójicamente, el presidente no dejó de gastar durante sus pocas salidas internacionales. Uno de sus viajes más costosos fue el que hizo en septiembre a Nueva York para asistir a la cumbre de la ONU junto a una comitiva que superaba las 175 personas, entre familiares, periodistas, ministros, militares, seguridad y otros funcionarios. “Hasta septiembre de 2014, Maduro ha dilapidado en viáticos y pasajes más de US$14.375.000, mientras el pueblo venezolano atraviesa una profunda crisis económica”, afirmó el diputado opositor Carlos Berrizbeitia.
A inicios de ese septiembre, el mandatario venezolano designó a Rafael Ramírez —considerado por muchos años como uno de los hombres más fuertes del chavismo— como canciller, cargo que asumió el funcionario después de haber pasado más de 10 años al frente del ministerio de Petróleo y de la empresa estatal petrolera PDVSA.
Ese cambio de cargo se interpretó como el inicio de una diplomacia distinta, menos ideologizada y agresiva, tendente a tranquilizar a los acreedores y mercados petroleros en vista de la experiencia de Ramírez en ese área. De hecho, en sus casi cuatro meses como jefe de la diplomacia, Ramírez fue más moderado políticamente que su antecesor, Elías Jaua, al tiempo que siguió concentrado en el terreno petrolero al mantenerse como representante de Venezuela ante la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
La designación de Rodríguez (…) indica que volverá la línea de radicalización y confrontación político-ideológica a la cancillería y a las relaciones de Venezuela con otros países
A mediados de octubre, luego de varios años de luchar por ello, Venezuela fue elegida como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, en una votación en la Asamblea General que fue considerada como gran victoria por el oficialismo: obtuvo 181 votos a favor del total de 193 Estados miembros cuando sólo requería de una mayoría de dos tercios. Venezuela regresó así al máximo órgano de decisión de la ONU —en el que ya había estado presente en otras cuatro ocasiones— luego del rotundo fracaso de 2006 cuando compitió por un puesto con Guatemala y ninguno de los dos países reunió los apoyos necesarios tras 47 rondas de votación.
En noviembre, sin embargo, el Gobierno obtuvo un contundente fracaso en la reunión de la OPEP al promover sin éxito un recorte de dos millones de barriles diarios de petróleo para detener el desplome de los precios del petróleo, que proporcionan el 96% de los ingresos de Venezuela.
La política exterior de Nicolás Maduro finalizó el año con un nuevo cambio de timón diplomático. El prácticamente recién nombrado canciller Ramírez fue enviado como representante de Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU, al cual el país formará parte desde el 1 de enero de este 2015, mientras que Delcy Rodríguez Gómez pasó a ser la nueva ministra de Relaciones Exteriores.
La desingación de Rodríguez, más política y militante que el pragmático Ramírez, indica que volverá la línea de radicalización y confrontación político-ideológica a la cancillería y a las relaciones de Venezuela con otros países. La primer mujer en Venezuela a cargo de las relaciones exteriores del país es hija del legendario político marxista Jorge Rodríguez, fundador del partido Liga Socialista, y hermana del actual alcalde del municipio Libertador, Jorge Rodríguez, quien, como ella, ha ejercido diversos cargos dentro del Gobierno chavista.
Esta decisión, sin duda, aislará aún más de lo que está al régimen chavista en la comunidad internacional. De seguir esa línea opuesta a la que está tomando la pragmática dictadura de Raúl Castro, con certeza Nicolás Maduro sufrirá estruendosas derrotas políticas, como por la que tuvo que pasar el pasado 22 de diciembre cuando en la OEA no logró apoyo, ni siquiera de los países latinoamericanos y caribeños, beneficiarios de Petrocaribe, para una declaración en contra de las sanciones impuestas por EE.UU a funcionarios de su Gobierno.
Editado por Adam Dubove y Elisa Vásquez.