EnglishEl reciente anuncio de medidas concretas por parte del régimen de Nicolás Maduro contra los Estados Unidos, pareciera encaminar al debilitado gobierno venezolano hacia un mayor endurecimiento en las relaciones con el país norteño, a pesar de que muchos continúan pensando que se trata de fórmulas para desviar la atención de los ciudadanos de la muy severa crisis económica por la que atraviesa Venezuela, a la que no se le ve solución en el corto o mediano plazo y que le ha costado a Maduro una fuerte baja de popularidad —que según algunas encuestas ya está en menos de 20%.
Con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario de las protestas contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez en febrero de 1989 —el llamado “Caracazo”—, el régimen de Maduro llamó a sus partidarios a una “ marcha antiimperialista”, la cual aprovechó para dar un incendiario discurso sobre nuevas medidas contra Estados Unidos; entre estas se incluye el requisito de visado para que los norteamericanos viajen a Venezuela.
Maduro también anunció que, basándose en la Convención de Viena, ejercerá un mayor control de las actividades de los funcionarios de la Embajada estadounidense en el país, mediante la exigencia de notificación y aprobación por parte de la cancillería venezolana de tales acciones.
Asimismo busca rebajar el número de funcionarios diplomáticos en Caracas, que cuantificó en 100, mientras que la sede venezolana en Washington cuenta con 17 funcionarios, según indicó.
En los últimos meses, ha habido un constante pronunciamiento de medidas contra uno y otro país por parte de los presidentes Obama y Maduro
Adicionalmente, anunció que personajes como el expresidente George Bush, el exvicepresidente Dick Cheney, y los congresistas Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio y Bob Menéndez, tienen prohibida su entrada a Venezuela, “por terroristas” y “porque atentan contra los derechos humanos en Siria e Irak”.
Cabe recordar que desde 2010 los dos países carecen de embajadores, por lo que las relaciones diplomáticas entre ambos están en su mínima expresión; en los últimos meses, ha habido un constante pronunciamiento de medidas contra uno y otro por parte de los presidentes Obama y Maduro, que culminaron en las ya conocidas sanciones decretadas por la administración estadounidense contra funcionarios venezolanos a los que Washington considera violadores de derechos humanos, e incluye suspensión de visas y congelamiento de activos depositados por éstos en los Estados Unidos.
Sin embargo, a pesar de las medidas decretadas por ambos países y del casi congelamiento de las relaciones diplomáticas, el intercambio comercial no se ha paralizado, vaya paradoja, por cuanto Venezuela continúa sus envíos de petróleo a Estados Unidos —alrededor de 750.000 barriles diarios— por lo que ese país, el supuesto mayor enemigo del chavismo, sigue siendo el primer comprador del crudo venezolano.
Es posible pensar que lo que tratan todas estas acciones de Nicolás Maduro es de esconder la gran debilidad de su gobierno
Aunque el régimen chavista-madurista ha intentado diversificar sus clientes petroleros, aumentando sus exportaciones a países como China e India, estas transacciones no han resultado tan rentables para PDVSA, según estiman diversos analistas, que consideran esta situación evidente, por los mayores costos de transporte, fletes y procesamiento que entraña llegar a mercados tan distantes e, incluso, hay informes que indican que “las ventas a Estados Unidos de nuevas mezclas de petróleo venezolano hechas con crudo importado se duplicaron en enero de este año a 176.000 barriles por día (bpd)”.
En fin, Maduro continúa con la retórica y toma medidas más simbólicas que reales, dejando latente una ruptura diplomática y comercial total entre ambas naciones, pero es difícil, o improbable, que lo haga.
Al menos por los momentos, vista la profunda crisis económica que vive el país, con un enorme desabastecimiento de productos básicos, con una inflación que expertos creen llegará a tres dígitos en 2015, y con un cada vez mayor racionamiento para la compra de víveres, todo lo cual mantiene en vilo a los venezolanos y se ha convertido en el principal problema, por encima de la inseguridad personal, sin importar la corriente política a la que pertenezcan.
Es por ello que es posible pensar que lo que tratan todas estas acciones de Nicolás Maduro es de esconder la gran debilidad de su gobierno, su baja de popularidad, la falta de real apoyo de los gobiernos amigos de América Latina —no se olvide que la reunión de UNASUR anunciada desde comienzo de febrero aún no se materializa— y que la rimbombante fórmula del antiimperialismo siempre ha buscado en Latinoamérica cohesionar a los partidarios, insuflando el patriotismo en difíciles situaciones internas.
Cuando decida no vender más petróleo a los Estados Unidos tal vez tenga más credibilidad para los suyos. Pero terminará de arrojar a Venezuela al despeñadero.