En momentos cuando a Colombia llega el enviado especial de las Naciones Unidas, -el ex vicepresidente guatemalteco Eduardo Stein-, para coordinar toda la acción multilateral en la región y atender la grave crisis migratoria de Venezuela, vale la pena echar una mirada a lo que en ese sentido vivió nuestro país en décadas pasadas y que significó no pocos problemas, aunque no de la amplitud que se vive hoy en muchos países de Latinoamérica.
Si bien hablar de migración hoy día es referirse al terrible drama que están viviendo miles de venezolanos que huyen del horror en el cual ha sumido Nicolás Maduro y sus secuaces a la otrora pujante Venezuela, existe otra realidad que no por superada en los actuales momentos, deja de ser cierta ni de significar, como lo fue en su oportunidad, serios problemas como delincuencia, xenofobia y maltrato. Nos referimos en concreto a los miles de colombianos que durante las últimas décadas del pasado siglo se desplegaron por zonas rurales y urbanas de la hoy azotada nación bolivariana.
Los medios de comunicación en Colombia ofrecen amplias reseñas sobre los problemas que para la nación neogranadina ha significado la llegada de alrededor de 1.500.000 venezolanos, cifra aproximada aunque no puede corroborarse en su totalidad.
La Dirección de Migración colombiana es más conservadora, al señalar que hasta el 30 de agosto de 2018 han ingresado 935.000 venezolanos, cifra que aumentó en casi 100.000 personas para el 20 de septiembre de 2018”, siendo ese mes de septiembre donde más venezolanos han llegado a Colombia. Incluso algunos expertos aseguran que hubo semanas en que llegaron cerca de 50.000 venezolanos por día durante el último trimestre.
En todo caso, esta cantidad de considerables contingentes humanos en muy poco tiempo, han conllevado enormes inconvenientes, entre los que se mencionan trata de personas, dificultad para atención médica, y falta de empleo, de vivienda, de atención escolar, entre otros.
Durante los años previos al castrochavismo, Venezuela fue receptora de migrantes de América Latina, concretamente de Argentina, Chile, Ecuador, Perú y en particular de la vecina Colombia, todo lo cual, si nos atenemos a lo publicado en los medios de comunicación de la época, y extraordinariamente tratado por el internacionalista Rafael Sureda Delgado en su estudio “Los Indocumentados Colombianos” publicado en 1980, significó la llegada de graves problemas para Venezuela, tales como aumento de prostitución, tráfico de personas y drogas, delincuencia, surgimiento de xenofobia, ampliación de la marginalidad.
Tanto es así que en una declaración aparecida en el diario caraqueño El Universal, en 1980, el senador por Norte de Santander, Fernando Carvajal declaró: “La gran mayoría de los indocumentados son delincuentes comunes que tienen cuentas pendientes con la justicia y buscan refugio en el vecino país, donde se dedican a toda clase de actividades ilícitas”. Declaraciones como ésta fueron habituales también por parte de funcionarios venezolanos, quienes veían con preocupación la llegada de inmigrantes, en su mayoría indocumentados, con su consecuencia de marginalidad e inseguridad personal.
Durante los años de bonanza, entre 1970 y 1990, Venezuela se sintió desbordada por la cantidad de colombianos que llegaron a sus tierras, aun cuando las cifras no han podido ser cuantificadas con exactitud, dado el gran número de ilegales que se colaron por los caminos fronterizos y que jamás fueron censados. Cálculos conservadores hablan de unos 2.500.000 colombianos repartidos por toda la geografía venezolana.
Sin embargo, no todo fue negativo con la llegada de inmigrantes colombianos a Venezuela. Colombia aportó gran cantidad de mano de obra para las zonas agrícolas e industriales en la Venezuela de fines de los 70´, cuando a raíz de los aumentos del precio del petróleo el país puso en práctica ambiciosos planes de desarrollo que ameritaron un aumento en el empleo que no podía satisfacerse con los locales.
Y hacia los años 90, grandes empresas colombianas, en particular de alimentación, hicieron importantes inversiones en Venezuela que se tradujeron en nuevas oportunidades de empleo y desarrollo. Todo lo cual desapareció, lamentablemente, con la llegada de Chávez al poder, en 1999.
Como tampoco todo es negativo cuando se habla de la presencia venezolana en Colombia. En años recientes también llegaron al país vecino empresarios venezolanos, quienes, según el Banco de la República, lograron que la inversión venezolana acumulada entre comienzos de 2000 y hasta el cierre del tercer trimestre del año pasado alcanzara 989,3 millones de dólares, cantidad nada despreciable y que ha significado nuevas oportunidades de empleo y bienestar en el país vecino.
Es así como desde 2010 se registraron en Colombia inversiones por parte de 31 compañías venezolanas en sectores como alimentos, químicos, agroindustria, turismo, materiales de construcción, industrias creativas, textiles y confecciones, cosméticos y artículos de aseo e infraestructura, principalmente.
Así las cosas, cabe resaltar que no todo es perjudicial en el intercambio poblacional entre ambas naciones, aunque lo que ocurre en la actualidad con la crisis humanitaria venezolana amerite, sin lugar a dudas, las más urgentes medidas por parte de la comunidad internacional, como lo resaltó el enviado de la ONU Eduardo Stein, quien durante su visita a los refugiados venezolanos afirmó: “América Latina nunca había enfrentado una situación de migración forzada como se está viendo hoy acá y de alguna manera Colombia está expresando un afecto recíproco por el apoyo recibido hace algunos años”.