EnglishLa revista estadounidense The New Republic publicó un artículo atacando a las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE) de Honduras. La crítica se basa principalmente en que los hondureños están vendiendo su soberanía a las corporaciones multinacionales con la esperanza de mejorar su economía, pero que en realidad los conduciría a más pobreza y mayor desigualdad de riquezas.
En respuesta redacté una nota sarcástica, pero me di cuenta de que sería inútil. Primero, hay dos errores en este artículo. La autora Danielle Marie Mackey se refiere al Comité para la Aplicación de Buenas Prácticas, aunque en realidad es el Comité para la Adopción de Mejores Prácticas (CAMP); segundo, a Grover Norquist se lo presenta como uno de los vicepresidentes de Polaroid, un cargo en realidad ostentado por su padre.
Mackey tampoco está familiarizada con el estado de la profesión económica. Sería un error culparla por esto, ya que no es su especialidad, pero es importante señalar ciertos hechos, porque son necesarios para comprender las ZEDE desde una perspectiva más científica.
Los países ricos son ricos porque cuentan con buenas instituciones. Los países pobres lo son porque tienen malas instituciones. Esto no es un punto de vista conspirativo y conservador (aunque la mayoría de los miembros del CAMP que Danielle mencionó sí se identifican como libertarios). Más bien, que las instituciones importan mucho para el desarrollo es un consenso al que se ha llegado entre los economistas. Se apoya en algunos de los investigadores más citados: Daron Acemoglu y Andrei Shleifer, así como en numerosos premios nobel. Incluso, el Banco Mundial, reconocido como un bastión del conservadurismo, publicó el Índice Haciendo Negocios (Doing Business Index) que refleja la importancia de las instituciones.
Esto no significa la privatización de todo, como Danielle parece sugerir. Se trata de que los tribunales y la policía funcionen con un Gobierno previsible. Tampoco es una cuestión de izquierda-derecha. Con todas las diferencias entre Suecia y Estados Unidos, a Honduras le vendría bien convertirse en un país con la mitad de la riqueza de Suecia. El Estado de bienestar es perfectamente compatible con buenas instituciones.
Básicamente, el problema es que Honduras, junto con muchos otros países del tercer mundo, no tienen tribunales o policías que funcionen. Tampoco cuentan con derechos básicos para el desarrollo del comercio. Si un hondureño quisiera iniciar un negocio, debe pagar 39% de su ingreso per cápita y tiene que esperar 82 días para obtener los permisos de construcción. El crecimiento económico no es posible sin la destrucción creativa que viene de los nuevos negocios.
Además, las experiencias de todo el mundo han demostrado que cuando un país o región adopta buenas instituciones, le sigue el crecimiento económico. Hong Kong, Singapur y Dubai son el clásico ejemplo. China, a raíz de las Zonas Económicas Especiales, y Corea del Sur, son dos más.
Por otra parte, es difícil subestimar la importancia del crecimiento económico.Un crecimiento anual del 5%, la mitad de lo que crece China, incrementaría el Producto Interno Bruto (PIB) de un país ocho veces en 42 años. Tal desarrollo convertiría a Honduras en un país de ingresos medios con un PIB per cápita de US18.000. Para que quede claro, el desarrollo económico significa una mucho menor mortandad infantil.
Si bien yo he abogado por ciudades privadas, las ZEDE no lo son. El director de la ZEDE es el secretario técnico designado por el CAMP, un comité gubernamental. El Comité para la Adopción de Mejores Prácticas también designa a un conjunto de jueces, de los cuales el Poder Judicial de Honduras escoge uno. Los hondureños han pensado bastante en cómo diseñar diferentes sistemas jurídicos para dar el salto de crecimiento económico.
Claro, esto no significa que las ZEDE tendrán éxito. Al igual que en la mayoría de los países del tercer mundo, así como en varios de los del primer mundo, la corrupción es siempre un problema. Las ZEDE pueden utilizarse para enriquecer a los políticos ricos y a sus familias. Honduras no necesitaría las ZEDE si contara con buenas instituciones. El desafío está en conseguir un sistema legal de primer mundo dentro del tercer mundo.
Aquí subyace el dilema que Honduras, más que cualquier otro país en su situación, ha tomado más medidas para resolver: ¿cómo pasar de tener malas instituciones a tener buenas instituciones? A Inglaterra le tomó cientos de años, Japón lo obtuvo luego de la ocupación de Estados Unidos. Corea del Sur y Singapur tuvieron que pasar por déspotas benevolentes. Ninguna de estas son opciones realistas para Honduras, para el resto de América del Sur o para África.
Honduras debe ser felicitada por dar un paso significativo hacia el alivio de la pobreza. Como Danielle reconoce, las ZEDE solo se construirán en tierras rurales. El peor escenario es que una gran cantidad de ricos e inversores blancos pierdan dinero. El mejor caso implica una Honduras mucho más rica, lo cual, recuerden, implica menos niños inocentes muertos.