English El verano, ahora vigente en el hemisferio norte, se caracteriza por las vacaciones familiares, escapadas de fin de semana y ejercicios al aire libre. El año pasado, una encuesta reveló que el 77% de los estadounidenses planeaban tomar algún tipo de vacaciones de verano. Para muchos que vuelan a su lugar de destino, el verano también significa lidiar con la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA).
La TSA, creada durante la administración de Bush a raíz de los atentados del 11 de setiembre de 2001, tiene la responsabilidad de supervisar casi todos los aeropuertos e inspeccionar a los pasajeros y sus equipajes. A pesar de contar con 60.000 empleados y un presupuesto de más de US$8.000 millones, la TSA ha fallado en mejorar objetivamente la seguridad aeroportuaria. En lugar de esto, ha hecho perder tiempo a los pasajeros, incentivándolos a conducir en autopistas peligrosas en lugar de volar, y se ha ganado la infame reputación de ser la agencia gubernamental que toquetea a niños y ancianos en los aeropuertos. Por estas razones, es hora de privatizar la TSA.
Si el propósito de la TSA es garantizar seguridad y detectar actividades terroristas, esta ha fracasado enormemente, como lo ha demostrado Chris Edwards del Instituto Cato. En un informe reciente, Edwards encontró que una investigación llevada a cabo por USA Today en 2007 reveló que inspectores privados en el aeropuerto internacional de San Francisco tienen más capacidad de detección que los inspectores federales en el aeropuerto de Los Ángeles.
Un estudio hecho por la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) en 2012 comparó a 16 aeropuertos en los que operan inspectores privados, con aeropuertos en los que operan inspectores federales. El estudio arrojó como resultado que, según cuatro medidas de desempeño, los inspectores federales funcionan mejor bajo ciertas medidas, y los privados funcionan mejor bajo otras. Esencialmente, el descubrimiento fue que los dos servicios operaban por igual.
Este resultado refleja el estudio hecho por la misma TSA en 2008 que comparó a inspectores en aeropuertos privados y federales, y concluyó que su funcionamiento es similar. Si los investigadores no pueden determinar las diferencias significativas que hay entre la inspección privada y la inspección gubernamental, entonces ¿debería realmente ser responsabilidad del Estado la seguridad de los aeropuertos?
La ley del 2001 que se usó para la creación de la TSA también permitió a algunos aeropuertos prescindir de sus servicios y contratar a empresas privadas para su seguridad. Originalmente, cinco aeropuertos adoptaron la opción privada; hoy en día son 17, el más grande de ellos el de San Francisco. Además, las reglas federales requieren que inspectores privados sean entrenados bajo las mismas normas que los inspectores del gobierno.
Sin embargo, no es suficiente analizar 17 aeropuertos estadounidenses y llegar a la conclusión de que la privatización total es el remedio. Mirar fuera de Estados Unidos nos ofrece más pistas para encontrar la mejor manera de garantizar la seguridad aeroportuaria. Más de 80% de los aeropuertos en Europa y Canadá usan compañías privadas para la inspección de pasajeros y equipaje.
La privatización permite que el gobierno use recursos valiosos para servicios de inteligencia, análisis e investigación en lugar de seguridad aeroportuaria. Es un uso mucho mejor del dinero de los contribuyentes, ya que la seguridad aeroportuaria es una de las últimas líneas de defensa en caso de un ataque terrorista.
A pesar de los costos que implica la TSA al presupuesto gubernamental, a la privacidad, y al tiempo de viaje, no hay evidencia concreta que lleve a pensar que la agencia cumple sus metas pretendidas. De hecho, ha habido más de 25.000 infracciones de seguridad en la primera década de la TSA.
Es tiempo de ser honestos acerca del estado de seguridad aeroportuaria en EE.UU. El teatro de la TSA hace que los viajeros desistan de tomar aviones, y los alienta a que conduzcan en carreteras peligrosas. Investigadores de la Universidad de Cornell han encontrado que el incremento de las personas que ahora prefieren viajar por tierra ha provocado unas 242 muertes por conducción más al mes. El hecho es que las políticas de seguridad exageradas de la TSA están matando a los pasajeros al alejarlos de los aeropuertos.
El TSA no puede demostrar ninguna diferencia notable entre su sistema de seguridad y el de las empresas privadas. Un exadministrador del TSA incluso afirmó, “No hay duda de que el sector privado pueda manejar la seguridad”.
Este verano es tiempo de reflexionar sobre los costos reales de la TSA y los falsos beneficios que pretende ofrecer. Más legisladores y centros de investigación están respaldando la necesidad de una reforma de la TSA. Los pasajeros deberían ajustarse sus cinturones, porque la privatización está a punto de despegar.