EnglishEl hecho de que tengamos millones de inmigrantes ilegales en el país y que cada vez entren más quebrando las reglas es, a mi parecer, una abominación. Es una de las tragedias más grandes y urgentes que enfrentan los Estados Unidos, y debe abordarse de lleno sin hacer concesiones. Concuerdo con mi compañero estudiante de economía Milo King, con quien escribo en nuestro blog Gains from Trade, en que tenemos que apuntar a una política para eliminar la inmigración ilegal en su totalidad. Así que los invito a acompañarme mientras me explayo en favor de las fronteras abiertas.
“¡No usen a los ‘inmigrantes ilegales’!”
En el campus de mi universidad tenemos pósters que promueven actitudes inclusivas hacia varios grupos excluidos. Para ser políticamente correctos nos instan a que dejemos de usar el vocablo, “inmigrante ilegal”, dado que aparentemente es ofensivo. Realmente me pregunto qué hay de ofensivo en eso. De hecho, creo que no utilizar “inmigrante ilegal” es algo ofensivo. Contra lo que alguna vez dijo el Premio Nobel Elie Wiesel (“ningún ser humano es ilegal”), estos inmigrantes en Estados Unidos se encuentran en el territorio de forma ilegal. Negarlo es negar la existencia de las terribles leyes que se ponen en práctica para seguir dejándolos afuera. Al rehusarnos a llamarlos inmigrantes ilegales, estamos barriendo bajo la alfombra el problema de la ilegalidad de su estadía, ignorando que la ley les está impidiendo ir en busca de su felicidad y olvidando lo más importante de la discusión: que las leyes deben cambiar. No alcanza con emparchar el problema mientras el estatus de estas personas permanezca como “ilegal”.
Los estadounidenses creen en el estado de derecho. Creen en el orden, la paz y la estabilidad. Son características muy deseables para una sociedad. Desafortunadamente, en algún momento dado de la historia de los Estados Unidos la ciudadanía fue llevada a creer que el estado de derecho equivalía a aceptar el cuerpo legislativo que de hecho se aprobaba en el país. Si aceptamos que la legislación es lo que define lo moral en los Estados Unidos, entonces tiene sentido perseguir a los inmigrantes ilegales como si fueran criminales. Es ahí que el argumento “lo ilegal es un crimen” cobra sentido. Es así que la izquierda pro-inmigración teme llamar “ilegales” a estas personas, porque implica que de alguna forma son mala gente. Sin embargo esto no es así. De hecho, es nuestro juicio moral el que provee de contenido a las leyes, y no al revés. Por lo tanto, decir que “tal persona debe ser acusada por ilegal” es no menos que deshonestidad intelectual y una afirmación confusa y fraudulenta. Da pie a la pregunta “¿Por qué la legalidad de algo es lo que determina su moral?” La respuesta: no lo hace.
Me permito un ejemplo: imagínese un gobierno con aires de grandeza que volviera ilegales al cristianismo o la homosexualidad (o lo que sea que fuere particularmente especial para usted). ¿Acaso el americano promedio va a salir en masa a la calle para protestar contra los “cristianos ilegales”? Ni siquiera necesitarían cambiar sus carteles – alcanza con reutilizar el slogan “Ilegal es un crimen” [1]. Pero claro que vemos cómo esta ley sería absurda y completamente fuera de lo que los estadounidenses entienden por moral. Así, quebrar la ley podría no ser lo correcto, pero incluso se consideraría como una misión admirable, dado que una ley injusta no es una ley en absoluto [2].
Haciendo caso omiso a este principio, nos enfrentamos con la cuestión de si haber violado las leyes de Jim Crow fue o no algo malo: al fin y al cabo eran leyes. La respuesta es un gran no. Aplaudo a los valientes que lucharon contra el racismo impuesto desde el gobierno. Las personas que quebrantaron la ley bien podrían haber sido llamadas “integracionistas ilegales” dado que no obedecían a la ley por motivos de conciencia.
Afirmo, por lo tanto, que la indignación dirigida hacia quienes utilizan el vocablo “inmigrantes ilegales” debe reconducirse no hacia la frase en sí, sino a las personas responsables de las políticas que han llevado a la existencia de tal denominación.
A favor de la inmigración (o contra las restricciones)
Es claro que hasta ahora no argumenté por qué la inmigración es una acción fundamentalmente aceptable (tanto en lo moral como en otros aspectos) – contrario al actual estado de cosas, donde la inmigración es inmoral por principio y sólo se admite en los casos que el gobierno considere adecuados (¡como si pudiera decidir qué cantidad de gente puede entrar al país!). Comenzaré por discutir directamente la moralidad de la inmigración y luego desafiaré algunos contra-argumentos.
Comencemos por preguntarnos qué es la inmigración. Es el movimiento de personas de un país hacia otro con el propósito de instalarse allí. Las restricciones inmigratorias les impiden a los inmigrantes moverse libremente de un país a otro. Lo que hacen estas restricciones es impedirle a los legítimos dueños de propiedad privada de un país dejar entrar a personas de otros países a dicha propiedad y trabajar para ellos. No existe un fundamento moral para este tipo de control gubernamental.
La cuestión en concreto
¿Acaso pensamos que el gobierno puede impedir de forma legítima que un vecino pise nuestro jardín? No. ¿Por qué los inmigrantes son diferentes? Vendrían a los Estados Unidos a vivir a un departamento que les alquilara alguien dispuesto a hacerlo. No hay problema. Firmarían un contrato voluntario de trabajo con un empleador que estuviera dispuesto a pagarles. Tampoco hay nada de malo en eso. Una persona que no crea que el gobierno puede intervenir si dos adultos conscientes quieren cooperar entre sí – con sus recursos y con fines pacíficos – no puede proveer un fundamento moral consistente para las restricciones migratorias.
¡Mi trabajo!
“¡Pero nos sacan el trabajo!” No, no lo hacen. Es una desgracia que nuestro lenguaje nos permita catalogar a los trabajos como “nuestros”. Los trabajos no “pertenecen” a nadie – no existe un título de propiedad para su trabajo. Su empleador puede (o al menos debería ser capaz de) cortar su empleo a voluntad. Su vecino estadounidense tranquilamente puede “tomar” su trabajo de forma moral. Su empleador puede reemplazarlo por una máquina. Usted no tiene ningún título sobre el trabajo. Por lo tanto, aún si los inmigrantes vinieran aquí para efectivamente “quitarle” su trabajo, no tendría ningún argumento moral para discutirlo. No es “suyo” bajo ningún punto de vista, excepto por el hecho de que eligió trabajar en ello y su empleador accedió. Reclamar otra cosa es reclamar que el gobierno pueda tener derecho a dirigir los procesos de contratación de las empresas. En todo caso, el argumento de que los inmigrantes disminuyen los salarios estadounidenses – o les quitan trabajos a los locales – no se sostiene desde el punto de vista económico [2]. Además, ¿cómo es que el gobierno de repente sabe la cantidad “correcta” de trabajo que cada sector de la economía necesita? ¿Cuándo adquirió tal poder? ¿Cuándo es que la derecha comenzó a creer en los poderes económicos de las políticas socialistas?
Pero, ¿qué pasa con el crimen?
Los que se oponen a la inmigración irrestricta argumentan que los inmigrantes tienden a aumentar las tasas de criminalidad. Este argumento lo usa sobre la derecha política, con lo cual les haré a ellos la misma pregunta pero sobre el control de armamento. Supongan que algunas armas están relacionadas con el crimen. Es decir, mientras que la mayoría de los que tienen armas son personas pacíficas, el permitir la posesión de armamento implica que algunas armas adquiridas legalmente podrían usarse eventualmente en un crimen. Por lo tanto, deberíamos prohibir las armas. ¿Acaso esto suena justo? No. Entonces, ¿por qué tendría sentido en el contexto de la inmigración? La mayoría de los inmigrantes no quieren venir a los Estados Unidos para cometer delitos – quieren venir para trabajar y alcanzar el Sueño Americano (a menudo trabajando más duro que los propios estadounidenses – pero ¡no se lo digan! o se ofenderán tanto que querrán usar sus armas del gobierno para impedir que los inmigrantes entren al país).
Aún más, incluso aceptando que los inmigrantes ilegales en la actualidad tienden a tasas más altas de criminalidad, debemos admitir que los afroamericanos presentan incluso índices superiores. Si deportamos a inmigrantes ilegales por sus tendencias criminales, también deberíamos pensar en deportar a las personas de color “adonde sea que pertenezcan”, ¡aún más rápido! [3]. Creo que la política de deportación de un grupo entero por la criminalidad de una parte es una forma de colectivismo, en donde el individuo es juzgado por las estadísticas pertenecientes a su grupo étnico, racial o social.
Amenazan nuestra cultura
Algunos temen que si abrimos la inmigración, nos veremos invadidos por personas que vienen quién sabe de dónde, que cocinan comida que huele extraño, hablan en idiomas que no podemos entender, cuelgan alfombras en sus paredes y secan su ropa en tendederos. Da miedo.
Lo primero que sugiero que nos preguntemos es: si los Estados Unidos son tan excepcionales como creemos que son ¿cómo es que su cultura sería tan fácil de diluir? Pareciera que los detractores de la inmigración creen que los estadounidenses mismos verán los kebabs que cocinan sus vecinos y se olvidarán de sus buenas hamburguesas y puré de papas.
Debemos notar también que no existe un “derecho a la cultura”. Esto significa que si una cultura influencia o incluso invade la propia, no existe una justificación moral para usar armas en la prevención de dicha situación. En última instancia de eso se trata la intervención gubernamental – el uso de la coerción para prevenir las acciones pacíficas de individuos. Reclamar por otra cosa es realmente atemorizante.
¡Ajá! Se aprovechan de los subsidios
Un argumento aparentemente bueno contra la inmigración reclama que los inmigrantes que vienen a los Estados Unidos se convierten en dependientes de la estructura del estado de bienestar. Sin embargo, esta lógica falla.
En primer lugar, es un error de la política de seguridad social, no de la inmigración. Una solución posible es simplemente no otorgar beneficios a los inmigrantes. Otra es remover la estructura de bienestar por completo, o reducirla de forma drástica. Argumentar que la inmigración deba restringirse porque el estado de bienestar es demasiado grande es una idea que confunde el daño provocado, en esta situación, por el estado de bienestar. De hecho la derecha, si así lo quisiera, podría usar la inmigración como argumento a favor a la hora de reducir la seguridad social y alcanzar tres objetivos al mismo tiempo – siendo el tercero el agradecimiento de los inmigrantes.
Si todo lo demás falla y realmente se insiste en mantener el estado de bienestar, entonces darle a los inmigrantes los documentos pertinentes y hacerlos pasar por los mismos procedimientos administrativos que los estadounidenses deben realizar para obtener beneficios sociales solucionaría ese problema.
Pero la lógica de los inmigrantes como parásitos del bienestar es vista de muy mala forma cuando se aplica al interior de los estados de Estados Unidos. ¿Acaso no deberíamos restringir los desplazamientos de ciudadanos de estados más pobres a más ricos que cuentan con sistemas más amplios de bienestar social? ¡Podrían querer los beneficios sociales (ah, y recuerden que también quieren quitarle el trabajo)!
Serán comunistas que votarán a candidatos locos
Quizás los inmigrantes vengan y tengan ideas chifladas acerca de cómo debe gobernarse el país: ¡unos locos comunistas o algo así!
Esto, también, es difícil de sostener.
En primer lugar, si tomamos seriamente las críticas, deberíamos prohibir también los movimientos entre estados rojos y azules, para que los hippies sucios, comunistas, de derecha, o esa gente que no nos gusta no pueda venir a cambiar nuestro estado. Esto no es negociable. Aceptar una crítica sobre la “mala política” de los inmigrantes lleva indefectiblemente a aceptar las prohibiciones de movimiento intra-estatales. Aún más, muchos inmigrantes vienen a los Estados Unidos precisamente porque quieren trabajar duro para subsistir [4].
Deberían volver al final de la fila
¿Por qué? Si trabajamos para demostrar que dicha fila es ilegítima en primer lugar (como lo demuestra este artículo), ¿por qué enviarlos al final de ella?
Es un argumento con el que solía estar a favor, de hecho. Mis padres y yo estamos aquí con una visa (honestidad brutal), con lo cual a menudo se han enfurecido ante las propuestas de amnistía que permitirían a los inmigrantes ilegales quedarse legalmente en los Estados Unidos. “¿Por qué ellos, que saltaron la valla, pueden quedarse y nosotros tenemos que vivir con miedo a no poder renovar nuestra visa en unos años? ¡Nos hemos quedado aquí de forma legal todo este tiempo y la ley nos desdeña!”
Por desgracia, esta es la clase de cosas que genera la intervención gubernamental en varios grupos sociales – los pone uno contra otros, dado que las acciones del gobierno tienden a ser un juego de suma cero.
Solo porque el gobierno ha estado violando los derechos de un inmigrante legal, denegándole la posibilidad de permanecer en forma pacífica en los Estados Unidos, no significa que no pueda hacer lo mismo por los inmigrantes ilegales. Imagine una política que obligara a todas las personas de pelo negro a tener sus brazos rotos. Las personas de pelo negro dirían “pero esto no es justo, ¿qué pasa con los rubios? Hemos tenido que sufrir, ¿por qué no también ellos?” ¿Acaso la conclusión lógica sería romperles los brazos también? ¡No! Es una pena que los inmigrantes legales de este país a menudo se desentiendan ante la opinión pública, pero echar la culpa a los ilegales no tiene ningún sentido. No quisiera restringir las libertades de mi vecino solamente porque las mías han sido negadas. La misma lógica la muestra la derecha cuando se ha repudiado públicamente al 47% que no paga impuestos federales al ingreso. Gran parte de la derecha, que supuestamente está en contra de los impuestos, vio esto como un desastre – “¡tanta gente oportunista!”. Pero esta no es la conclusión a la que se debe arribar. No es que las personas que no han sido dañadas deben comenzar a ser dañadas – las personas que han sido perjudicadas deben dejar de serlo. Es por esta razón que cuando se les pregunta acerca del hecho de que la mitad de los estadounidenses no paguen impuestos federales al ingreso, Ron Paul sonría y diga “¡Ya estamos a medio camino!”
Hago nuevamente una analogía: imagínese que hay un grupo dentro de la sociedad al cual le han sido negados sus derechos, y para recobrarlos deben aguardar “En Fila”. Un día, el Congreso decide agrupar a un conjunto de este grupo vulnerado y otorgarles sus derechos inmediatamente. ¿Acaso deberíamos rechazar esto en favor de la igualdad? ¿En favor de la igual violación de los derechos? En absoluto, ¡bien por ellos! Convirtamos esto en una ley para todos en aquel grupo vulnerado.
Conclusión
Lo principal que uno debe preguntarse al considerar este tema es si el razonamiento usado para argumentar contra la inmigración, de aplicarse a personas en diferentes estados o condados, sonaría irracional. Para un gran ejemplo, véase “Save Fairfax”. Como he mostrado, el argumento contra la inmigración fracasa desde todos los ángulos. Si aún no está convencido pero le interesa el tema, le recomiendo fuertemente explorar el sitio web de OpenBorders.info, repleto de información útil, que incluye una estimación acerca de cómo las fronteras abiertas podrían llevar a duplicar el producto bruto mundial.
Es tiempo de poner fin a la desgracia de la “inmigración ilegal” y transformarla simplemente en “inmigración”. No dejaré de usar el término “inmigrantes ilegales” – cada vez que lo use, estaré pensando en los hombres y mujeres honorables que vienen a los Estados Unidos para asegurarse una vida mejor, en forma pacífica y a través del trabajo duro – a la manera americana.
Notas y referencias
[1] No me refiero a la derecha en su totalidad – estoy seguro que hay personas de derecha que no usan estos carteles.
[2] Ver la eliminación de los salarios nativos.
[3] Este argumento no es de mi autoría, desafortunadamente, sino que fue extraído de Deportation to Africa.
[4] En interés de la honestidad total, un estudio reciente demostró que los hijos de extranjeros residentes en los Estados Unidos tienden a tener visiones menos libertarias que las de los estadounidenses en sí: U.S. Immigrants’ Attitudes Toward Libertarian Values.
Me gustaría expresar algunas palabras acerca de esto. En primer lugar, el estudio analiza algunas opiniones políticas que pueden no ser representativas del marco conceptual libertario en su totalidad. Es decir, la pregunta formulada no incluye muchas cosas por las cuales los libertarios se preocupan.
Lo que es más, es razonable esperar que las actitudes de algunos inmigrantes se vean modificadas a partir de las actitudes de los estadounidenses hacia los inmigrantes. Por ejemplo, si la izquierda estadounidense está a favor de un aumento de la inmigración, los inmigrantes quizás sean más proclives a tener ideas de izquierda. Si la derecha comienza a ofrecer más apoyo a la inmigración libre que la izquierda, la opinión de los inmigrantes podría virar hacia la derecha.
Asimismo, es cuestionable que las opiniones de los inmigrantes sean lo suficientemente malas como para impedirles el ingreso. Una vez más, estoy seguro de que podemos encontrar diferencias de opinión entre los estados, lo cual sugiere una prohibición de desplazamiento de individuos desfavorables a través de las líneas inter-estatales.
La versión original de este artículo fue publicada por el autor en Turning Point Usa.
Traducido por Melisa Slep.