Un anzuelo y un sedal se han convertido en las armas que han desarrollado un creciente número de personas para alimentar a sus familias en las costas de Venezuela debido a la crisis causada por los ejes de corrupción provenientes del régimen chavista liderado actualmente por Nicolás Maduro, que ha terminado por situar al país al borde de un colapso socioeconómico.
Enfrentar al mar abierto, al borde de neumáticos, parece poco ante la desesperación por conseguir algún sustento en medio de la pandemia del coronavirus (COVID-19), la escasez de gasolina y la precariedad de las condiciones laborales que enfrenta Venezuela. Un riesgo que están dispuestos a tomar mientras pasa el confinamiento decretado por la dictadura venezolana.
Varios testimonios recogidos por la agencia AP señalan una constante: personas que perdieron sus trabajos en las áreas de la construcción, así como en ramo gastronómico con el cierre también de los restaurantes que abrían para quienes se acercaban a bañarse en las playas.
Hoy todos estos espacios están clausurados, pero las necesidades permanecen iguales. Familias hambrientas que alimentar en casa, razón suficiente para lanzarse al mar.
«Nosotros somos constructores, nosotros somos albañiles, pero ahorita no hay trabajo de construcción. No hay ¿Cuánto cuesta un saco de cemento? Vale 10 dólares. ¿Quién compra un saco de cemento ahorita en 10 dólares? Y si compran el saco de cemento no van a tener para pagarte la mano de obra. Entonces, ¿cómo hacemos? Más fácil para nosotros es salir a pescar», dijo Juan Carlos Almeida, de 35 años a la agencia AP.
Estas personas han fabricado también sus implementos para la tarea de pescar en mar abierto. Usan paletas de remo con bandejas de plástico, al igual que fabrican con plástico una suerte de aletas en los pies para ir al Caribe. Los anzuelos extra van en el ala de sus sombreros.
La odisea inicia por la mañana y al cabo de unas horas, tras luchar con las olas, la corriente y demás, esperan regresar con sus presas para llevar a casa, comer ese día y, con suerte, repartir un poco a los vecinos.
Estas historias forman parte de las que a diario se tejen en las calles y costas de un país golpeado por una severa crisis, que ha sido ocasionada por un régimen encargado de llevar al colapso los servicios públicos y sanitarios, así como una masiva emigración cuya cifra asciende a 5,1 millones de exiliados.
Cada día miles de venezolanos que aún quedan en el territorio sudamericano sufren la caída de la economía de un país que aún dándose a conocer como una tierra con las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta tiene a sus habitantes nadando a mar abierto, en búsqueda de la supervivencia y de un poco de alimento.