EnglishMás de medio siglo ha pasado desde que se estableció el sistema de autopistas interestatales en Estados Unidos, revolucionando el transporte en el país. Hoy nos precipitamos hacia otro shock tecnológico sin igual desde entonces: los vehículos autónomos o autos sin conductores.
Un nuevo estudio de Randal O’Toole del Instituto Cato ofrece un buen vistazo a lo que está por venir, qué tan pronto, y lo que significará para las políticas públicas. O’Toole señala que una encuesta reciente de expertos de la industria predice que los autos sin conductores llegarán al mercado entre 2020 y 2030.
Con el tiempo, alguna combinación de autos totalmente automatizados y parcialmente automatizados ganará cuota de mercado poco a poco, por lo que los beneficios de esta tecnología serán cada vez más generalizados.
Para hacer frente a las implicaciones políticas de esta nueva tecnología, tenemos que mirar primero cómo puede afectar a nuestra sociedad, una vez que la mayoría de la gente tenga acceso a autos que no requieran de interacción humana.
Las consecuencias más directas serán simples: aumento de la movilidad y disminución del costo de desplazarse. Este simple hecho es más importante que probablemente cualquier otro efecto, y significará grandes cambios en la sociedad y las políticas públicas.
Las consecuencias más directas serán simples: aumento de la movilidad y disminución del costo de desplazarse.
En primer lugar, la gente tendrá una mayor flexibilidad para decidir donde vivir, ya sea en la zona rural o en las grandes urbes. También significa que el tiempo que antes se dedicaba a conducir podrá ser utilizado para hacer lo que uno quiera durante el trayecto, desde consultar el correo electrónico hasta leer un libro.
La magnitud del ahorro en tiempo es difícil de valorar, pero ascendería a miles de millones de horas al año para los estadounidenses, sin contar el resto del mundo. Así que, ¿qué significa esto para las políticas públicas?
Significa una expansión en la elección de donde vivir y trabajar. Tareas que son una pesada carga hoy en día serán menos problemáticas en esta nueva era. Por ejemplo, Jason Bedrick del Instituto Cato señaló recientemente los costos ocultos a la hora de elegir un colegio para los niños. Llevar a los hijos a colegios más adecuados para ellos, especialmente si quedan lejos de casa, puede ser una pesadilla de coordinación para los padres, e implican un costo enorme de tiempo.
Los vehículos autónomos significan más opciones para los padres. Al dejar que el auto se encargue del transporte, se abren nuevas posibilidades educativas. Además, significa la lenta desintegración de uno de los mayores incentivos para que la gente vaya a los suburbios: buenas escuelas públicas. Junto con la expansión de opciones escolares, los autos sin conductores brindarán a las familias mayor libertad sobre donde vivir.
Aún mejores son las implicaciones para las ciudades. Los centros de muchas ciudades están llenas de vida durante el día, llenos de trabajadores y oficinistas que llegan de los suburbios. Al haber desplazamiento en autos surge la necesidad de estacionarlos. La construcción de un estacionamiento subterráneo es costoso y encarece la erección de nuevos edificios.
Los estacionamientos en superficie ocupan un valioso espacio que de otro modo podrían ser utilizados para residencias, oficinas, o cualquier otro propósito. Un lugar donde la gente deja sus autos todo el día no es más que un pobre uso de terreno. Significa el fin de cualquier necesidad de leyes que obligan a las ciudades a calcular un espacio de estacionamiento mínimo, que elevan el costo de las viviendas.
Aunque de ninguna manera es la panacea, esta tecnología sin duda mejorará la calidad de vida de quienes optan por vivir en ciudades.
Aún mejor, la tecnología facilita compartir los vehículos, lo que conlleva a una menor necesidad de poseer un auto propio. Los habitantes urbanos están siempre pidiendo rentas más bajas, más empleos, más parques y comodidades. Aunque de ninguna manera es la panacea, esta tecnología sin duda mejorará la calidad de vida de quienes optan por vivir en ciudades.
Como señala el estudio de O’Toole, los autos sin conductores tienen un gran potencial para disminuir el tránsito y así el tiempo total de desplazamiento. Mejor aún, porque los vehículos autónomos no cometen errores humanos y pueden adaptarse a las condiciones del tráfico en tiempo real, producen menos accidentes y alivia el stress de vivir en grandes ciudades.
Estos cambios también se aplicarán a los camiones de reparto. Imagina no tener que preocuparte acerca de cuántas horas ha estado despierto el conductor del enorme camión en el carril de al lado. Estos autos significarán menos tiempo perdido, menos tráfico, menos riesgo y más opciones para los pasajeros —todas grandes ventajas.
Pues bien, ¿qué pueden hacer las autoridades en respuesta a estos cambios? En primer lugar, como O’Toole y otros sostienen, deberían hacerse a un lado y no reaccionar prematuramente. No deben tratar de usar estos cambios como una excusa para proteger a cualquiera de las industrias potencialmente perjudicadas.
Lo que pueden hacer es reaccionar después, derogando regulaciones obsoletas como los mencionados mínimos obligatorios de estacionamiento. En pocas palabras: no hacer daño a la tecnología que va a cambiar mucho más rápido del mundo que ellos entienden. Yo no creo que sea mucho pedir.