English“Cuando se trata de los cigarrillos electrónicos (e-cigs), las compañías tabacaleras están preocupadas por tu salud”, escribe Martinne Geller para Reuters. Su artículo intenta explicar la reciente tendencia de las empresas tabacaleras que trabajan con el gobierno de Estados Unidos y los defensores de la salud pública para crear una regulación más estricta de los e-cigs.
Uno se puede preguntar, “¿por qué las empresas tabacaleras quieren más regulaciones?”. Bueno, cuando nos fijamos en los incentivos que implican para cada interesado, esta nefasta alianza tiene mucho sentido.
Apenas unos días antes de que este informe de Reuters surgiera en internet, un equipo de profesores bien conocidos, involucrados en política reguladora, publicaron un informe en el que explican el porqué de esta alianza. La respuesta está en la conocida parábola de “Los contrabandistas y los bautistas“, de Bruce Yandle, que se publicó en la revista Regulation. Coincidentemente, es esta misma revista la que publica el informe sobre los cigarrillos electrónicos 22 años más tarde.
En pocas palabras, los beneficiarios de la industria buscan la regulación para mantener a los competidores foráneos en la bahía, mientras que la industria moral (los “bautistas” en la parábola, o grupos anti-tabaco de hoy) trata de regular el mercado para hacer más difícil la venta de productos que no le gustan. Ambas partes buscan la regulación, pero por razones muy diferentes.
En este caso, la industrial moral, opositora del e-cig, se ha unido a las compañías tabacaleras (o big tobacco) y a los fiscales del gobierno, para obstaculizar el crecimiento de e-cigs en el mercado. Cada grupo tiene un interés distinto en la regulación. Muchos defensores de la salud buscan estigmatizar aún más el acto de ser visto fumando, y quieren tratar a los cigarrillos electrónicos como a los tradicionales para lograr este objetivo.
Para consolidar aún más su posición dominante actual, las principales compañías de cigarrillos tratan de hacer difícil el cambio de los consumidores al uso de productos alternativos. Frente a la caída de ingresos provenientes de los impuestos al cigarrillo, los funcionarios del Gobierno buscan protegerse, ya sea gravando también a los e-cigarrillos, o apuntando a que acabe la disminución en las ventas de los cigarrillos tradicionales.
Todos estos grupos están haciendo exactamente lo que se habría esperado, dados los incentivos que enfrentan. Nótese que en ninguna parte de esta conversación se toma al consumidor, ni los productores e-cig independientes. Además, en muchos casos, los funcionarios de salud pública que buscan regulaciones más ligeras son rotundamente ignorados.
Para los consumidores hay una buena razón para optar por el lado de las menores regulaciones, en lugar de las regulaciones excesivas. Ellos han demostrado una clara demanda de un producto que no es una vía para consumir nicotina, y la regulación haría más costoso y difícil satisfacer esta necesidad.
El reglamento rara vez se adapta a la velocidad del mercado, y el establecimiento de normas para un mercado que todavía no se ha desarrollado plenamente probablemente va a frenar la innovación en el campo. Se evitará que las empresas de e-cigs creen una mayor cantidad de nuevos o mejores productos, sabiendo que deben cumplir con alguna combinación de normas que fueron aprobadas por los grupos con una enemistad clara y racional hacia ellos.
Y todo esto no dice nada acerca de los argumentos tradicionales de la salud pública a favor de los cigarrillos electrónicos. Los Institutos Nacionales de Salud y otras agencias federales han elogiado a los productos por su capacidad para ayudar a las personas a dejar de fumar, o para evitar que los fumadores de segunda mano tengan que ser víctimas del humo.
El artículo de Reuters que se mencionó anteriormente contiene una serie de citas de dichos funcionarios. Cuando los políticos se enfrentan a la elección entre el menor de dos males, algunos desean poner los males lejos, mientras que otros simplemente toman la opción menos mala.
Cuando se trata de innovación, los reguladores deben hacer una elección: o bien dejan que el mercado se desarrolle, con mejores resultados para los consumidores y una mayor innovación, o regulan para mitigar algunos de los nuevos daños que el producto aporta a la sociedad. Determinar qué opción elegir es un reto, especialmente cuando los costos y beneficios están mal definidos.
La pregunta sigue siendo: ¿Deben los cigarrillos electrónicos ser regulados como los otros? No. Los argumentos a favor de los daños siguen siendo débiles, mientras que los daños perceptibles (como la caída de los ingresos tributarios del cigarrillo) no son daños en absoluto. Los beneficios son menos definidos, pero el creciente mercado de los e-cigs muestra claramente que los consumidores están recibiendo un provecho real de esto.
No importa lo que los contrabandistas y los bautistas pueden decir, regular a los e-cigs de la misma manera que al tabaco es una mala idea.