
EnglishLos rumores de corrupción en el mundo del deporte internacional están en todos lados. Turbios acuerdos publicitarios, partidos arreglados y otras conductas indebidas develan los secretos en el mundo de los deportes. Las Olimpiadas de Invierno en Sochi fueron más un frente de corrupción que una competencia deportiva.
Pero, de alguna manera, el arresto de la semana pasada a funcionarios importantes de la FIFA sobresale sobre el resto y, si es verdad, será uno de los más grandes y atroces eventos en la historia de la corrupción en deportes.
Los arrestos derivan de, entre otras acusaciones, sobornos sobre la elección de las sedes para los Mundiales de futbol del 2018 y 2022. Los elegidos, Rusia y Qatar fueron planeados cuidadosamente. La FIFA incluso admitió que se tendrían que ver forzados a mover las fechas de la Copa Mundial del 2022 porque era imposible jugar al aire libre durante el verano en Qatar.
Hay algo particularmente preocupante acerca de cómo los gobiernos interfieren con los deportes. Esos juegos existen para aficionados que los ven, son apolíticos. El ganador de un torneo en particular no le importa a quienes no son fanáticos de ninguna manera. No importa si esto es un juego de baseball en algún parque o en la Serie Mundial, un juego es un juego.
Pero los gobiernos de todo el mundo ven los deportes como herramientas. Toman actividades apolíticas como los deportes y las usan como piezas de un ajedrez en el mundo de la geopolítica. La locación de grandes eventos internacionales como la Copa Mundial y las Olimpiadas son ejemplos básicos. Los países no gastan millones de dólares en estos eventos solo porque quieren ver más de estos juegos.
Los políticos les prometen a los electores muchos beneficios de estos mega eventos, sin embargo, son pocos los beneficios que se llegan a materializar. No necesariamente estos eventos son positivos para las economías. Estos muchas veces conducen a grandes inversiones en innecesarias infraestructuras que se vuelven inútiles luego de que se va la multitud. Las ciudades se quedan con pilas de deudas e instalaciones sin usar. Mientras que hay excepciones a esto, normalmente los resultados son negativos, no positivos.
Hoy, ser anfitrión de un evento como la Copa Mundial es más un símbolo de posición que cualquier otra cosa. Es una señal de extravagancia y poder, con las cámaras de todo el mundo apuntando a un lugar al mismo tiempo. Son un medio para justificar grandes gastos en nuevos proyectos. Un anfitrión busca mostrar que han “llegado” a la posición de una nación para notar. Buscan disipar los estereotipos extranjeros. Buscan mostrar que ellos importan.
¿Cómo sabemos esto? Veamos los precedentes de la Copa Mundial y las Olimpiadas. Brasil, que fue anfitrión de la Copa Mundial el año pasado, y será el anfitrión de las Olimpiadas el próximo año. Prometieron a Río de Janeiro, una de las ciudades más grandes del mundo, que sería renovada con limpieza de los puertos y la construcción de nuevas infraestructuras. Nada de esto se hizo a tiempo. La sede de navegación de las Olimpiadas va a ser cambiada porque el agua está muy contaminada para navegar ahí. El estadio de la Copa Mundial construido en Brasilia, la capital, ahora es usado como estacionamiento de autobuses. El Gobierno de Brasil prometió los beneficios de ser anfitrión y que podían hacer las mejoras necesarias, pero falló.
La historia es la misma para las Olimpiadas en Sochi, las más cara de la historia. Algo tiene que estar claramente muy mal cuando no hay nieve suficiente para una competencia de los juegos de invierno. Esto no dice nada acerca de la elección inicial de que la Copa del Mundo de 2022 sea en el desierto de Qatar.
¿Podría cualquier entidad deportiva cometer estos errores sin la influencia del Gobierno? Absolutamente no, y esa debe ser la evidencia más abrumadora de que los gobiernos han aprovechado los deportes para sus beneficios. Ya los deportes no son juegos inocentes y apolíticos sino que son herramientas directas para lograr objetivos políticos. ¿Es esto impresionante? No. Pero esto también significa que los deportes no están exentos del daño que se hace en su nombre.
Millones de dólares de fondos públicos se han gastado en estadios al rededor del mundo. Miles de personas han visto sus casas y negocios ser demolidos para la construcción de avenidas y estacionamientos. Todo por un poco de espectáculo político. La colaboración entre los gobiernos y las ligas deportivas han tenido un alto costo humano. Si hay algo que nos puede quedar del reciente escándalo de la FIFA, es que los deportes no son inocentes y ciertamente no son apolíticos.