
English“La mayoría de los estadounidenses piensan que el Gobierno Federal es incompetente y una pérdida” aseguró Chris Edwards, en su nuevo estudio para el Instituto CATO. Edwards procede a explicar las razones por las que el Gobierno Federal falla, particularmente, en cumplir con las expectativas más básicas.
Las expectativas no son irracionales. El precepto de la epistocracia, o el Gobierno del conocimiento, representado por individuos competentes, es tan antiguo como La República de Platón. No es mucho pedir que el Gobierno sea eficiente ejerciendo los deberes que los ciudadanos le delegan. Sin embargo, ocasión tras ocasión, vemos errores que no son muy difíciles de evitar. Desde comprar helicópteros hasta saber si sus empleados están trabajando, pasando por determinar cuáles minas están causando la contaminación de las aguas. La secuencia de fallas básicas es interminable. Los funcionarios federales son malos en su trabajo a un nivel muy básico.
Muchos de lo que están leyendo esto pensarán “devolverle el poder a los estados soluciona el problema”. Sin embargo, los estados no son “ángeles”. De hecho, los mismos incentivos burocráticos también se aplican a los gobiernos estatales. En cuanto a las 5 dimensiones del fracaso del sistema, Edwards establece: 1) el tamaño y alcance; 2) los incentivos burocráticos; 3) los incentivos políticos juegan un papel muy claro en el nivel estatal y local; mientras: 4) el conocimiento local es mejor y la cantidad de 5) coacción de arriba hacia abajo es menor que en el ámbito federal.
Tamaño y alcance
Mientras más pequeño sea el Gobierno Federal, los estados y localidades juegan un papel más práctico en la vida de la gente común. La mayoría de la gente no interactúa con el Gobierno Federal mucho más allá de pagar impuestos sobre la renta y de la cancelación de la Seguridad Social. Pero las personas interactúan con la burocracia estatal regularmente. El Departamento de Vehículos Motorizados, oficinas del seguro de desempleo, las comisiones de Pesca y Caza, juntas escolares y locales de zonificación, son todos puntos de contacto entre el público y el Gobierno, y la mayoría de estos organismos son notoriamente ineficientes.
Todo esto se debe al hecho de que los Gobiernos estatales y locales simplemente hacen demasiadas cosas. Los Gobiernos estatales son grandes. Emplean a más de 5 millones de un total de 140 millones de empleados no agrícolas. Los Gobiernos locales emplean a otros 14 millones. Casi 1 de cada 7 trabajadores no agrícolas en Estados Unidos trabaja para un gobierno estatal o local. Con esas cifras, no es de extrañar que haya deficiencias para gestionar la plantilla de empleados públicos.
Incentivos burocráticos
Sin los incentivos del mercado, hay poca disposición para imponer un control sobre el propio interés burocrático. Los trabajadores del Gobierno buscan perpetuar nuevas normas para que sea cada vez más difícil para los ciudadanos interactuar con el Gobierno. Ellos entienden que arreglar una parte del sistema burocrático es un asunto netamente político y que algunas áreas, por sí mismas, no se prestan para las reformas.
Un ejemplo, lo vimos con la débil respuesta a la intrusión informática en los archivos de la Oficina de Administración de Personal un año después de que The Washington Post publicó una investigación sobre la notoria burocracia del departamento. Sin embargo, dos escándalos por separado no han traído reforma alguna. Pareciera que incluso los escándalos mediáticos no son suficientes.
Si departamento de Recursos Humanos del Gobierno Federal puede fallar tan gravemente sin asumir responsabilidades, ¿qué se puede esperar de las 50 pequeñas burocracias a nivel estatal? ¿Qué hay de los miles de rostros públicos de otros departamentos? Los empleados públicos desinteresados pueden no ser un gran problema individual, pero los incentivos burocráticos sí mantienen a los emprendedores en el limbo cuando quieren iniciar una empresa, construir nuevas viviendas o simplemente cuando, como turistas, desean pasar sus vacaciones en un campamento.
Incentivos Políticos
En la política estatal y local, el proxenetismo político es aún más importante que en el nivel federal. El Gbierno está mucho más cerca de la gente, los funcionarios suelen emplear a sus amigos y proporcionan servicios tangibles que la gente usa. Con tantos puntos de interacción, los estados y localidades tienen muchas maneras de hacer que la gente se sienta como ganadores políticos. Dan a algunas personas lo que quieren, a menudo en detrimento de la comunidad. Tal es el caso de los reglamentos populares como la zonificación o el gasto en escuelas. Incluso si dotarlas de más dinero, o proveerles más reglas, no producirá mejores resultados, algunas de estas políticas sí darán más apoyos políticos.
Vemos evidencia de esto todo el tiempo, con los políticos estatales pregonando cómo los programas pueden alcanzar todas las partes del estado, incluso si hay poca necesidad de gastar en un área en particular. Los resultados se miden en las personas alcanzadas, no el valor de dólares de los contribuyentes.
Se ha dicho con frecuencia que los estados son laboratorios de la democracia. Ellos son diferentes en muchos aspectos; sus leyes varían en gran medida a través de las fronteras. Sin embargo, las interacciones cotidianas que las personas normales tienen con el gobierno son muy similares en todos los estados. El DMV es siempre lento; la oficina de beneficios siempre tiene horarios molestos; y los funcionarios locales de zonificación son casi siempre entrometidos. El Gobierno Federal puede fallar mucho, pero los estados le ganan en su desorden administrativo.