EnglishHoy Venezuela está atravesando la que tal vez es la crisis más grande de su historia desde que se estableció la democracia. Crisis sin precedentes que ha sido capaz de afectar importantemente a todos los sectores. Pero quienes creen que el gobierno venezolano posee el poder absoluto, se equivocan. Su aumento de la represión y del uso de la violencia demuestra que más bien es cada vez más débil.
No es necesario acudir a engorrosas investigaciones y ni siquiera pensar mucho para encontrar culpables. Cualquier «no alineado» sabe perfectamente que los responsables de que hoy padezca Venezuela, se encuentran en el gobierno. Hoy muchos se atreven a decir que el legado de Chávez ha sido traicionado. Pero, el legado de Chávez jamás había sido tan enaltecido como hoy.
Maduro tuvo el infortunio —para él— de que las destructivas políticas económicas del régimen chavista implantadas desde el 2003 por el “glorioso” zar de la economía chavista, Jorge Giordani —quien ahora sale condenando sin mínima «mea culpa»—, le estallaran en la cara.
¿Qué significó esto? El chavismo está atravesando por su momento más difícil desde el 2002. Deben estar bastante preocupados, y capaz no tengan escapatoria. Es difícil sostener una economía populista y fracasada cuando no hay dinero, y fue a Maduro a quien le tocó el tiempo de “las vacas flacas”. Esto significó una pérdida de popularidad record para el líder de la “revolución”. Según Datanálisis va por 22%, y especulando me atrevo a decir que es mucho menor.
Lo único que hoy sostiene al régimen chavista es la violencia, son las Fuerzas Armadas, son las armas.
En síntesis, tenemos un régimen impopular que atraviesa la mayor crisis por la que ha pasado el país en mucho tiempo y además no tiene intenciones de acabarla, sino que cada vez afirma más su fidelidad al nefasto modelo. Entonces, es válido preguntarse: ¿qué sostiene al régimen?.
Podría ser fácil responder a esta pregunta afirmando que poseen poder; que es un régimen que a pesar de todo, es poderoso porque lo controla todo, porque todos los poderes funcionan como apéndices del Ejecutivo con el fin de imponer el modelo sin que nada se les escape. Esto es totalmente falso: sí, es cierto que los poderes están sometidos al régimen, sin embargo, decir que es un régimen poderoso es una falacia. Lo contrario, hoy tenemos un régimen infinitamente débil, moribundo y frágil, que carece de todo tipo de poder y esto lo argumento a continuación.
La violencia y el poder se repelen
En ocasiones anteriores, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) ha afirmado ser totalmente chavista. Está dispuesta a defender el legado de Chávez a toda costa, incluso si esto significa asesinar niños. Hemos visto en práctica la brutalidad de los componentes de la FANB. El año pasado pudimos contemplar a los asesinos en acción. La represión, el acoso, la tortura y la corrupción son prácticas muy bien llevadas por los cuerpos militares. Todo esto demuestra que la violencia es la política del Estado, y comprender esto, es fundamental.
Tenemos a un líder que carece de poder; muchos creerían que no, pero es así. Para lograr entender la falta de poder en el régimen de Maduro es necesario compender lo que pensaba la siempre adecuada filósofa Hannah Arendt. Resulta que Arendt, en su magistral e indispensable libro “Sobre la Violencia” nos explica acertadamente qué es el poder y qué es la violencia, y cómo estos dos fenómenos no solo son diferentes, sino que se excluyen mutuamente, son contrarios.
Arendt nos comienza explicando las distintas definiciones asignadas a la palabra “poder”. La filósofa alemana hizo un repaso de lo que el poder ha significado a través de la historia para después traducir todas estas definiciones a lo que sería quizás una de las más acertadas interpretaciones del poder. Arendt nos aclara que el poder es “la capacidad de actuar concertadamente, de hacer actuar y de crear”, y este “jamás pertenecerá a un individuo sino a un grupo”. “Es el apoyo del pueblo el que le da el poder a las instituciones de un país”, la fuerza de la opinión es el poder del gobierno.
Por otro lado, Arendt en el libro, nos cita como una “obvia verdad” lo que sería la conclusión del documento oficial Report on Violence in America: “La fuerza y la violencia son probablemente técnicas eficaces de control social y de persuasión”. Arendt nos afirma que para implementar la violencia siempre será necesaria la utilización de instrumentos y que esta se utilice como último recurso para preservar el poder. Nos habla de cómo la violencia puede ser justificada pero carece de legitimidad, a diferencia del poder, cuya legitimidad es necesaria e indispensable y cuya justificación es superflua.
El dominio de la violencia entra ahí en donde se está perdiendo el poder
Jamás la violencia será creadora del poder, sino lo contrario, esta lo destruye, termina degradándolo. Y es que “el dominio de la violencia entra ahí en donde se está perdiendo el poder”. El dominio por la violencia solo acabaría por destruir el poder del dominante, haciéndolo débil. Para concluir, Arendt nos dice que “El poder y la violencia no son la misma cosa, son opuestos. Donde uno domina absolutamente, falta el otro. La violencia aparece donde el poder está en peligro y esta acaba por hacer desaparecer el poder. La violencia es incapaz de crear poder”.
El régimen de Maduro ha acudido a la violencia a fin de conservar el dominio y la ilusión de poder que esta le da. Pero la realidad es que la violencia terminó por destruir la legitimidad del régimen totalitario de Nicolás Maduro, y así también logró debilitarlo, quebrarlo y despedazarlo. Los últimos meses hemos visto cómo la violencia se ha impuesto en las calles del país, exhibiendo así la debilidad y la carencia de poder del régimen y demostrando cómo este poder se ha transferido a la sociedad civil manifestante en las calles.
Lo único que hoy sostiene al régimen chavista es la violencia, son las Fuerzas Armadas, son las armas. En una lucha del poder en contra de la violencia, en un principio reina la sensación de que la segunda siempre saldrá victoriosa, pero esto no termina siendo así. Al fin y al cabo, son humanos contra artefactos. El poder siempre se logrará imponer sobre la violencia. El precio de sustituir el poder por la violencia lo pagan siempre los violentos también.
Hoy los poderosos somos nosotros. No lo sabemos, pero lo somos. Solo hace falta asumir la responsabilidad de ejercer el poder.
Sin embargo, el poder no está ahí nada más. De hecho, este no significa nada si no se ejerce. Es un problema cuando la mayoría se niega a emplear el poder que legítimamente ha adquirido y no se impone a los que han asumido la violencia. Esta mayoría que ha optado por la inacción termina volviéndose aliada de las minorías que capitalizan a la violencia.
Hoy los poderosos somos nosotros. No lo sabemos, pero lo somos. Solo hace falta asumir la responsabilidad de ejercer el poder. Solo hace falta tener la voluntad de imponerse y de alzar la voz, porque la legitimidad ya la tenemos.
“La tiranía es la más violenta y menos poderosa de las formas de Gobierno”, descubrió Montesquieu.
Editado por Elisa Vásquez.