Hoy el terror vuelve a abrazar a Occidente. La infamia terrorista ha vuelto a actuar: 147 personas fueron asesinadas dentro de una universidad el 2 de abril por la organización Al-Shabaab en Kenia. Por su religión, por pensar diferente. La barbarie vuelve a atacar a la civilización. El mundo continúa bajo asedio de fundamentalistas, mientras Occidente parece continuar con los brazos cruzados.
En total, el diario argentino La Nación suma 148 fallecidos: 142 son estudiantes, tres policías y tres militares. Jóvenes que se encontraban en sus salones de clases fueron masacrados por ser cristianos. Collins Wetangula, uno de los sobrevivientes, dijo a Associated Press que “si eras cristiano te disparaban en el momento”.
Se sabe que los musulmanes que se encontraban dentro del campus de la Universidad de Garissa fueron liberados poco a poco, mientras que los que profesaban alguna otra religión no contaron con la misma suerte. Genocidios son cometidos sin temor a consecuencias y con la respaldada creencia que Occidente logrará ser intimidada.
El grupo yihadista Al-Shabaab es una organización terrorista fundamentalista islámica. Un grupo cuyo único objetivo es establecer un estado islámico en Somalia y en sus alrededores: imponer la sharia —la ley islámica. Organización que buscaría aliarse con el nefasto Estado Islámico (EI).
Este 7 de abril se cumplieron tres meses de otro terrible hecho: la masacre ocurrida en París a Charlie Hebdo; dibujantes fueron asesinados por fundamentalistas por el simple hecho de esgrimir la libertad de dibujar.
Resulta que Stéphane “Charb” Charbonnier —director del semanario—, era bastante cruel al momento de caricaturizar; lo hizo con papas, presidentes, rabinos, con Dios y con Cristo; sin embargo Charb tenía su propio escolta de seguridad desde 2011 por amenazas de una religión en específico.
Muchos justificaron tan abominable hecho alegando que el semanario “se lo buscó”, que “los provocó”. Solo citaré las tan adecuadas palabras pronunciadas por el director adjunto de El País, Lluís Bassets: “El derecho a la blasfemia es sagrado”; y, recurriendo a las siempre oportunas palabras de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé a muerte tu derecho a expresarlo” — frase glorificada por Ahmed, policía musulmán, encargado a la defensa del semanario, quien fue asesinado ese día, y a quien pecaría de no nombrar.
El fundamentalismo se busca imponer en nuestra civilización. ¡Ya basta de moderación! Este solo ha demostrado ser enemigo de las libertades; violento y dictatorial. No se puede decir lo contrario de una creencia que tiende a instrumentalizar a la mujer, e invita a la intolerancia.
Después de los atentados a las Torres Gemelas en 2001, el papa Juan Pablo II se preguntó: “¿Cómo se puede verificar episodios de tan salvaje crueldad?”, es fácil, está en el Corán y en la tradición de la ideología. Basta citar la sura 9 para entenderlo: “¡Creyentes! ¡Combatid contra los infieles que tengáis cerca! ¡Que os encuentren duros! ¡Sabed que Alá está con los que le temen!”, “A los infieles matadlos hasta hacer con ellos una carnicería…”. Entonces, ¿realmente estos terroristas son extremistas? No, en todo caso fundamentalistas; pero como ellos, no son los ortodoxos de otras religiones. Nuevamente, ¡basta de moderación!
El miedo es el culpable de lo que hoy ocurre en Occidente: el miedo es la victoria del extremismo. La civilización, por miedo, ha terminado aceptando su lógica en nuestras sociedades. Se debe entender que el Islam es una religión que amenaza las libertades y a la humanidad.
Es cierto que el islamismo no ha sido el único violento siempre: la Iglesia Católica tuvo su pasado sanguinario, causante de grandes guerras y de terribles exterminios en nombre de Dios; pero la secularización se dio y se pudo progresar conjunto a la civilización. También es un error caer en generalidades, no todo musulmán es terrorista ni violento; serían, en cambio, heterodoxos.
Sin embargo, mientras no se vea a la comunidad islámica, unida, condenando todos estos actos nefastos, terminan convirtiéndose en cómplices de la barbarie; en vez de esto han hecho héroes a terroristas. Algunos se han desmarcado de estos actos; pero, ¿qué tal si convocan una concentración como la ocurrida en Paris condenando los hechos? Mientras esto no se vea, el Islam se seguirá sentenciando adrede.
Gran parte de los musulmanes son ciudadanos pacíficos, incriminarlos a dedo es un error; por lo que es un deber condenar hechos como los ocurridos hace un par de meses en Chapel Hill, Carolina del Norte, donde tres estudiantes musulmanes fueron brutalmente asesinados por un antisocial; y más reprochable aún es que los medios no le hayan dado una adecuada cobertura a lo ocurrida, algo inmoral. Occidente no se puede permitir caer en lo que no es.
También resulta que ni Al Shabbab ni el EI son simplemente grupos extremistas o psicópatas; no. Son enteramente religiosos sin ambigüedades en sus convicciones. Anteriormente el presidente, Barack Obama, se ha referido al EI como un grupo “no islámico”. Esto viene a ser un gran error. Caemos en confusiones.
El líder del EI desde 2010, Abu Bakr al-Baghdadi, se ha autodenominado como el gran califa en generaciones, exigiendo obediencia de todos los musulmanes, y así fue: la influencia que ha generado en todos los yihadistas alrededor del mundo ha sido enorme y sigue creciendo; ciertamente, un peligro.
El EI es extremadamente islámico de hecho y todas sus obras se basan en fines religiosos. Sus decisiones, acciones y agresiones se adhieren meticulosamente a las enseñanzas y ejemplos de su profeta: Mahoma. La mayor parte de los musulmanes buscan apartarse del EI. Pero negar que este sea un grupo religioso es oponerse a una realidad.
Obama pidió en febrero la Autorización para el Uso de Fuerza Militar (AUMF) contra el EI al Congreso. El borrador fue enviado hace poco y solo queda esperar la autorización del Parlamento; esperemos lo haga —así como esperamos EE.UU. se limite a combatir al EI y al terrorismo, y no a cometer los errores de años anteriores.
El mundo civilizado debe unirse como un solo bastión por la libertad en la búsqueda de la eliminación del terrorismo, del yihadismo. Cuando renunciemos al miedo a decirnos la verdad lograremos encaminar, sin equivocarnos, a la verdadera defensa de nuestros principios, que ellos tanto odian. Y es que entender que el fundamentalismo islámico es una amenaza a las libertades es cuestión de ética, ¡no es Islamofobia!
“Los buenos carecen de toda convicción, mientras que los malos están llenos de apasionada intensidad”, versionó una vez W.B. Yeats.