De acuerdo con una nota publicada en el portal Efecto Cocuyo, algunos delincuentes en Venezuela utilizan las cárceles como refugio para evitar ser capturados por la policía, debido a que las penitenciarías son controladas por otros criminales.
Ese es el caso de Franklin Paul Hernández, de 43 años, mejor conocido como “Viruviru”, quien hace más de un año culminó su condena por homicidio, pero aún se mantiene dentro de la Penitenciaría General de Venezuela (PGV), ya que se encuentra refugiado ahí.
“Viruviru, cuando lo está buscando el Gobierno [policía] se refugia en la cárcel, porque otro líder del penal lo protege y le garantiza su seguridad”, dijo el pariente de un lugarteniente carcelario a Efecto Cocuyo.
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“Viruviru no está preso, pero se llevó a toda su pandilla. Son los que en realidad mandan en la PGV”, puntualizó el pariente.
Asimismo, en la nota se señala que estos delincuentes organizan secuestros desde la Penitenciaría y se cobijan dentro de la cárcel para no ser detenidos por la policía. De hecho, hace unos meses Viruviru organizó el secuestro de 51 trabajadores de la Penitenciaría General de Venezuela con el fin de extorsionar al Gobierno para lograr el traslado de 1.500 presos a la PGV. Esto para poder extorsionarlos y mantener su «imperio criminal».
“Allí todo está patas arriba. Viruviru es un asesino nato, el auténtico pran [líder criminal] de la PGV. Es un hombre sanguinario, malo. Él manda gente a hacer cosas fuera del penal y después los esconde en la cárcel mientras pasa la tormenta”, comentó el pariente del lugarteniente al portal.
Aunado a esto, se debe destacar que los centros penitenciarios en Venezuela cuentan con suficientes comodidades para los delincuentes, por lo que en varias ocasiones estos prefieren mantenerse dentro de dichos recintos.
De hecho, en varios centros de reclusión no se padece la trágica escasez de alimentos que impera en el resto del país, como es el caso del penal de Tocorón, una de las cárceles más peligrosas del país, la cual cuenta con discoteca, piscina, tiendas y hasta hipódromo.
Fuente: Efecto Cocuyo