En las últimas semanas la condición de algunos presos políticos en Venezuela ha cambiado. Inmediatamente la prensa progresista, nacional e internacional, salió a esgrimir que en el país liderado por Nicolás Maduro se estaban abriendo ciertos espacios de libertad. Nada cerca de la realidad.
Esta mañana el diario El País de España tituló una nota afirmando que “Venezuela libera a dos presos políticos luego de la visita de Zapatero”. Titular ciertamente lamentable porque contiene dos grandes mentiras y hace atribuciones equivocadas. Frente a la labor de Zapatero en el país, lo más idóneo es citar las palabras del imprescindible escritor Hermann Tertsch: “Zapatero es un hombre sin escrúpulos que gana dinero traficando con presos y defendiendo la dictadura”.
Los dos presos a los que se refiere El País son el activista de Voluntad Popular, Francisco Márquez, y el dirigente del partido político Un Nuevo Tiempo, Manuel Rosales. Ninguno ha sido liberado.
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En el caso de Márquez, el joven abogado fue expulsado de Venezuela. Dice la diputada de Voluntad Popular, Manuela Bolívar, que la salida del país del activista “era la única alternativa” para que dejara las críticas y trágicas condiciones en las que se encontraba recluido. Esto, sin duda alguna, no es libertad, sino que recuerda a los exilios forzosos impuestos en dictaduras como en Cuba o, en un caso más cercano, en la de Marcos Pérez Jimenez en los años 50.
Por otra parte está Manuel Rosales. El exgobernador de Zulia recibió, por parte del régimen de Maduro, una medida cautelar de arresto domiciliario por lo que ahora solo tendrá que permanecer en su casa. Bastante raro, sinceramente. Las sospechas que levanta el caso se deben gestar en la mente de los más sensatos —pero ese no es el punto, realmente.
Casa por cárcel tampoco es libertad. Cierto, es un alivio. Las condiciones de la condena han mejorado. Pero la pena por presentar una alternativa política al régimen gobernante continúa; y eso, para nada, es libertad.
No obstante, era imposible no encontrarse con los necios comentarios que celebraban con euforia la medida otorgada por el régimen. Aquellos desatinados que refuerzan el candado de la celda cuando agradecen al opresor que las condiciones hayan mejorado.
La condena no ha terminado. Las violaciones continúan y se deben denunciar. Aquí no hay nada que agradecer.
Por último, se debe recordar al dirigente de Voluntad Popular, Gabriel San Miguel, quien fue detenido junto a Francisco Márquez y que fue «liberado» el pasado 9 de septiembre.
Él, como Márquez, también fue expulsado del país. Fue sacado del sitio de reclusión con la condición de que abandonara Venezuela en seguida. Y así lo hizo. Con inmensa molestia y ganas de regresar, por cierto, según cuentan sus familiares.
San Miguel tampoco fue liberado. El activista de Voluntad Popular también fue enviado al exilio. Esto porque así actúan las dictaduras. Cuando no puede degollar, ni mantener en calabozos, el destierro es la opción.
Por lo que hay que señalar, de cara a la prensa progresista y a los chillidos de los insensatos, que en Venezuela no se ha abierto ningún espacio de libertad. Nadie ha sido liberado. La dictadura continúa más fuerte que nunca y dispuesta a seguir demoliendo voluntades y arrebatando libertades. No ha habido liberación de presos políticos, lo que ocurrió se llama exilio forzoso y casa por cárcel.