
En julio de este año, a través de un comunicado, la Mesa de la Unidad Democrática lo dejó muy claro: no iban a repetir el error de 2014, cuando la oposición oficial venezolano accedió al diálogo con la dictadura, sin condiciones, para sentarse con el fin de solucionar la crisis imperante en el país.
Evidentemente el espectáculo fue aprovechado por el régimen, el cual, alegremente, agradeció el buen gesto.
En ese momento la inmadurez política podría ser el argumento para justificar aquel pueril disparate. El problema no fue la conversación entre los opresores y los oprimidos, sino la condición en la que se dio.
Los meses pasaron, la crisis se acrecentó, las libertades desaparecieron, y la Unidad, en julio de este año, lo dijo: «Las condiciones para que haya diálogo entre oposición y Gobierno están claras: respeto a la Constitución, libertad de los presos políticos, y atención a la crisis humanitaria».
Esto incluía la realización del referendo revocatorio este año. Un punto que, resaltaron, era innegociable.
No obstante, después, en una inmensa equivocación, se filtró la información: la Unidad y la dictadura se habían reunido en varias ocasiones a lo largo del año. Inmediatamente salieron los voceros de ambas partes: el régimen comunicó la situación, con una sonrisa trágica en las caras, a través de sus voceros más despreciables. No tuvieron ningún problema. En cambio, «de este lado», fue un tremendo lío.
Voceros aparecían para tratar de justificar la torpeza y, luego, en una entrevista con Fernando Del Rincón en CNN, Jesús «Chúo» Torrealba, el secretario de la MUD, dijo que las reuniones no se trataron de un «diálogo», sino de un pre-diálogo. Se cayó, en vivo, en un complejo trabalenguas en el que se evidenciaba la incapacidad de defender la estupidez política que se había cometido.
Así estaba el escenario. Un imperdonable error de comunicación conllevó a una crisis interna en la Mesa de la Unidad Democrática.
Luego, estando en la víspera de la recolección de firmas para la activación del referendo revocatorio —la última alternativa electoral, democrática y pacífica—, la dictadura lanzó la última estocada para dinamitar por completo el referendo, llevándose así al sarcófago la ilusión de democracia que algunos todavía mantenían para consolarse y justificar una estrategia equivocada.
Se instauró, de una vez por toda, y para los que aún no creían, la dictadura. Se denunció en ese momento. Por primera vez todos coincidieron. Desde los que, en algún momento, hemos sido llamado radicales, los moderados y hasta los ingenuos determinaron que en Venezuela se dilapidó el último vestigio de democracia que existía.
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En esa ocasión salió la oposición oficial a informar un cambio radical en la estrategia, que ahora se acomodaría para enfrentar, no a una «débil democracia», sino a una dictadura. Y la ruta era clara: se buscaría impulsar la destitución de Nicolás Maduro a través de la Asamblea Nacional y se presionaría, a través de las calles, a la dictadura; además de que el Parlamento iba a buscar, por fin, la activación de la Carta Democrática Interamericana, luego de vociferar a todo pulmón que estamos siendo dominados por un cruel sistema violador de Derechos Humanos.
De hecho, el pasado miércoles 26 de octubre —durante una protesta en la que el régimen volvió a demostrar su carácter criminal (detuvo a cientos de ciudadanos e hirió a decenas) y la Unidad se enfrentó a una ciudadanía que exigía acciones contundentes— se anunció lo que podría ser una jugada histórica: una marcha masiva hacia el palacio presidencial de Miraflores para protestar en contra de los opresores.
Inició el diálogo en el país
De inmediato nos encontramos, todos los venezolanos, de frente al momento histórico más importante de la historia contemporánea de Venezuela. Íbamos a actuar como debimos actuar desde hace tiempo. Ya la estrategia se iba a trazar para enfrentar a una dictadura criminal; pero, de repente, este domingo 30 de octubre, se impuso un nuevo escenario: la Unidad, a través de unos personajes bastante particulares, se reunió con la dictadura de Nicolás Maduro y, de esta manera, inició el diálogo en el país —ahora llamado, por supuesto, «encuentro exploratorio».
La ciudadanía se sorprendió porque, hace menos de una semana, en otra imperdonable torpeza comunicacional, la Unidad aseguró que no participaría en un diálogo con la dictadura ya que las condiciones aún no estaban dadas.
La situación no ha cambiado, de hecho, ha empeorado. El referendo fue dilapidado. Las violaciones a los Derechos Humanos continuaron y se ensancharon. Y los mediadores solo empeoraron (Zapatero, Torrijos, y UNASUR, ahora se añade el Vaticano).
La información fue conocida de forma muy difusa, hasta que, luego, en televisión nacional, después de que los «representantes de la oposición» hablaran, Nicolás Maduro apareció, en el medio de la mesa —como el anfitrión y vestido de blanco— agradeciendo el gesto de la Unidad y hablando sobre los próximos pasos a seguir.
El dictador obtuvo lo que tanto quería: una foto estrechando la mano a los oprimidos para enviar un mensaje claro, como lo hizo en 2014, cargado de una falsa ilusión de democracia al resto del mundo.
El diálogo es el triunfo de la dictadura en medio de una coyuntura crucial que acorralaba a Nicolás maduro como no había ocurrido antes.
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Los trágicos «representantes»
Se deben destacar, además, varios puntos importantes:
Los «representantes» de la oposición no son, ciertamente, los políticos más confiables de este lado. Para poner en contexto, supuestamente, uno de ellos, Timoteo Zambrano, había sido expulsado de la Mesa de la Unidad por emitir unos comentarios muy lamentables hace unas semanas. Pero ahí estaba. De cara a la dictadura y representando a Un nuevo tiempo, el partido político cuyos varios alcaldes firmaron, recientemente, una carta de obediencia al Tribunal Supremo de Justicia para recibir parte del presupuesto nacional.
Luego está Henri Falcón, un exchavista de tendencia bastante dudosa que siempre trata de ser el emisario de lo políticamente correcto, de la progresía y de los falsos consensos.
Asimismo estuvieron representantes de los partidos Acción Democrática y Primero Justicia (cuyos líderes más importantes, Henrique Capriles y Henry Ramos Allup, no han emitido aún ningún comentario en torno a esta nueva reunión, a pesar de que dijeron hace unos días que no estaban de acuerdo con el diálogo).
No obstante, se debe destacar que 15 partidos que conforman la MUD (entre los que se encuentra el de María Corina Machado) publicaron un comunicado rechazando el inicio del «supuesto diálogo» y que el partido de Leopoldo López, Voluntad Popular (VP), no participó ni estuvo de acuerdo porque aún «las condiciones no estaban dadas» —a pesar de que «Chúo» Torrealba aseguró que VP no había participado porque presuntamente no habían podido contactar a López, información desmentida por su fuerza política y por los familiares del rehén (Torrealba fue al diálogo a «buscar libertad de los presos» sin el consentimiento y el respaldo de ellos mismos. De hecho, lo contrario).
Por otra parte están los representantes de la dictadura que se sentaron a dialogar. Primero destaca la presencia de un personaje verdaderamente nefasto, el embajador Roy Chaderton, quien hace dos años sugirió, luego de que la dictadura asesinase a un joven manifestante, que la cabeza de los opositores suena «como un chasquido» cuando una bala pasa a través de esta.
También se sentaron Elías Jaua, la canciller Delcy Rodríguez, y, por último Jorge Rodríguez, quien hace solo una semana había dirigido el criminal asalto al Parlamento que, unidos, denunciamos y hoy estrecha «nuestra» mano. ¿Entonces?.
Claramente la dictadura utilizó los personajes más despreciables que tiene para sentarlos. La intención y el mensaje son bastante explícitos.
Hoy la victoria la obtuvo la dictadura en Venezuela
En fin. El encuentro entre la oposición oficial se dio. Maduro obtuvo la foto y la Unidad, en otro imperdonable error, da oxígeno a la dictadura a pocos días de que se diera la marcha a Miraflores. Además, este lunes 31 de octubre, se dio a conocer la información de que el régimen pidió que se suspendiera el proceso en su contra en la Asamblea Nacional y la convocatoria para el próximo 3 de noviembre al palacio presidencial. Ahora Chúo Torrealba, esta mañana, dice que «si se materializan» gestos del Gobierno, evaluará la marcha a Miraflores.
La dictadura, con el inicio del diálogo, logró varias victorias y podría obtener otras.
Pudo expedir el mensaje y la ilusión de democracia que dilate la condena de la comunidad internacional (como la posible salvación a Maduro de la aplicación de la Carta Democrática Intermaericana). Logró otra crisis interna en la Unidad que solo sucede en confusión entre los ciudadanos. Se trazó, además, una ruta nueva que, de seguirla, logrará alargar la agonía del venezolano.
Y, por otra parte, y mucho más deprimente y preocupante, es que este inicio del diálogo podría derivar en la suspensión de la marcha del 3 de noviembre al palacio de Miraflores. Podría también boicotear cualquier acción de la Asamblea Nacional en contra de Nicolás Maduro; aplazar el debate actual y crear una atmósfera de incoherencia y confusión.
En síntesis, como en 2014 la dictadura volvió a acudir a la herramienta del diálogo para ganar unos meses más y poder seguir suprimiendo libertades cómodamente. Sin embargo, esto solo se dio gracias a que la dirigencia oficial opositora así lo permitió.
Las exigencias no se cumplieron. Las condiciones no eran adecuadas; pero la Mesa de la Unidad, sin el consentimiento de todos los partidos y los líderes prominentes, decidió sentarse con la dictadura para permitir que esta volviera a salir victoriosa. Es por ello que hoy la molestia, más que con los opresores —que con mucha astucia y malicia siguen actuando adecuadamente—, es con los que de manera muy irresponsable se sentaron con los criminales —con la vaga excusa de que esta vez está la presencia del Vaticano.
El primer error se puede entender. Incluso el segundo. Pero esta vez es imperdonable, por lo que solo es posible deducir una deprimente antinomia: o parte de nuestra dirigencia está compuesta por unos estrategas realmente mediocres, incapaces de medir sus acciones y que improvisan sobre la marcha; o estamos frente a una traición intolerable de unos falsos líderes que solo buscan la cohabitación con unos delincuentes.
Es por eso que este es el momento, antes de que anuncien lo evidente, para que la ciudadanía se imponga sobre la Mesa de la Unidad Democrática y sobrepase cualquier decisión e intento de liderazgo de unos «representantes» que no representan al ciudadano que verdaderamente resiste y se opone a esta dictadura.
Hoy no es curioso que #TriunfóElDiálogo sea una etiqueta chavista. Ayer la que salivaba era la dictadura y hoy son los ganadores de este encuentro. Son los victoriosos gracias a una dirigencia que decidió acudir a una reunión rechazada por la mayoría de la sociedad civil. Es por esto que el que aún defienda y justifique decididamente a la Mesa de la Unidad es un verdadero fanático. No hay de otra. Esto que acaba de ocurrir es imperdonable. Se continúa afilando el hacha del verdugo y, además, es vestido de un blanco inmaculado a pocos días de que se diera una estocada letal.
Es por ello que la ciudadania debe actuar y debe imponer la verdadera ruta a seguir, a espaldas de la torpe y colaboracionista dirigencia.
Yo, debo reconocer, di un voto de confianza hace unos días y me equivoqué. Fui un ingenuo. Hoy no creo que estemos frente a un trágico error, sino frente a algo mucho peor que busca prolongar, de forma criminal, la agonía del venezolano. Hoy estamos frente a una capitulación o a una cohabitación imperdonable.