La manifestación de este 4 de abril ha sido brutalmente reprimida por la dictadura. Este martes el objetivo de la sociedad civil era acompañar a los diputados al Parlamento para respaldarlos en la sesión que buscaría la destitución de los ilegales magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Los valientes diputados y algunos dirigentes encabezaron la protesta. Hoy María Corina, Henry Ramos Allup, Lilian Tintori, Smolansky y otros dirigentes son la punta de lanza del civismo. Frente a esto, a la dictadura no le ha quedado otra alternativa que la violencia.
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No obstante, esto solo nos sugiere que hoy tenemos al frente a una dictadura acobardada; una dictadura débil que se está desmoronando y que pierde la hegemonía del poder.
Señala la imprescindible filósofa Hannah Arendt, en su libro, Sobre la violencia, que “la fuerza y la violencia son probablemente técnicas eficaces de control social y de persuasión”.
Arendt nos habla de cómo la violencia puede ser justificada, pero carece de legitimidad, a diferencia del poder, cuya legitimidad es necesaria e indispensable y cuya justificación es superflua.
Jamás la violencia será creadora del poder, sino lo contrario, esta lo destruye, termina degradándolo: “El dominio de la violencia está ahí en donde se está perdiendo el poder”, lo que deriva, a su vez, en la pérdida absoluta de legitimidad y poder, apunta.
En síntesis, Arendt nos dice que “el poder y la violencia no son la misma cosa, son opuestos”. “Donde uno domina absolutamente, falta el otro. La violencia aparece donde el poder está en peligro y esta acaba por hacer desaparecer el poder. La violencia es incapaz de crear poder”.
Hoy la dictadura ha esgrimido la violencia. Hasta el momento la represión ha sido brutal. Esto demuestra que la sociedad civil, respaldada por la legitimidad, y con ansias de libertad, detenta la hegemonía del poder. Solo debe ser ejercido.
Los poderosos somos nosotros. En una muestra inmensa de civismo, en cada acto, cada acción. Es, cada sublevación frente a cada arbitrariedad de la dictadura, la última y más valiosa demostración del carácter cívico y libertario de los venezolanos.
Hemos avanzado. Respaldados por la condena decisiva de la comunidad internacional y por las torpezas irreflexivas que nos brinda la dictadura. Se presenta, además, una oportunidad de oro. Única.
Es momento de avanzar porque la brutal represión sugiere que estamos frente a una débil y cobarde dictadura.