Este domingo 16 de julio fue un día histórico. Toda una sociedad salió a las calles para esgrimir el civismo. Fue un acto sublime, excelso y genuino.
Los venezolanos decidieron sobre tres puntos y de forma masiva: la Constituyente ilegal de Maduro, el papel de la Fuerza Armada y la conformación de un Gobierno unitario de transición. Siete millones y medio de venezolanos, en un proceso artesanal, improvisado y de origen cívico, decidieron, entonces: rechazar la convocatoria ilegal del dictador que suprimiría la República, exigir a la Fuerza Armada Nacional apego a la Constitución, y demandar al Parlamento la renovación de los Poderes ilegítimos y la conformación de un Gobierno de transición.
No obstante, de estos tres puntos, uno es el más relevante por su pragmatismo.
Si bien el proceso civilizado de consulta popular fue esbozado como un plebiscito, presuntamente, simbólico; no tenía por qué serlo. Primero, fue un acto de protesta masivo. Cientos de miles de ciudadanos, en Venezuela y en el mundo, acudieron a las calles para expresar su rechazo al régimen criminal de Maduro. Fue, por lo tanto, una oportunidad descomunal para enviar un mensaje claro a la tiranía, a las Fuerzas Armadas y a la comunidad internacional.
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Pero, sobre todo, fue una oportunidad única para enviar un mensaje al Parlamento. Fue un mandato. Contundente, claro e ineludible.
Este dieciséis de julio la ciudadanía habló. Cumplió. Ahora le toca a la Asamblea Nacional de Venezuela cumplir.
Los resultados de la consulta fueron informados tarde. Aparentemente ya a las nueve de la noche se difundía como información extraoficial; pero fue casi a medianoche cuando los rectores garantes de la consulta popular los informaron. Luego salió la dirigencia. Borges, el presidente de la Asamblea Nacional dio un discurso, y aseguró que los anuncios quedarán para doce horas después.
Así fue. Pasado el mediodía de este lunes el diputado Freddy Guevara anunció las decisiones de la Mesa de la Unidad Democrática. Se estaría activando, entonces, la «Hora cero».
Primero, se comunicó que el miércoles se debatirá en el Parlamento un “acuerdo de gobernabilidad”. El jueves se llevará a cabo un “paro cívico nacional” de 24 horas, y el viernes, aparentemente, se designarán los nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Pero, de las declaraciones de Guevara, resalta que aseveró que, si Maduro decide retirar la Asamblea Nacional Constituyente, la dirigencia opositora estaría dispuesta a “discutir”.
Es una falta de perspectiva inmensa creer que la ciudadanía salió a las calles el dieciséis de julio para que Nicolás Maduro retire su convocatoria a la Constituyente. Tampoco salió para exigir a la Fuerza Armada apego a la Constitución. Toda la sociedad civil decidió ayer esgrimir el civismo para enviar un mensaje claro: Maduro debe irse y la libertad debe ser rescatada.
Además, la ciudadanía dio un claro mandato. Más de siete millones de personas exigen, ahora, al Parlamento, asumir esto. Y, hasta ahora parece quedar en evidencia que el Parlamento está intentando dilatar lo más posible la asunción de su responsabilidad. Pero ayer la ciudadanía habló.
Desde diciembre de 2015 los magistrados son ilegítimos. Ahora, año y medio después, la Asamblea decide su designación. Pero para ello se llevó a cabo un proceso de varias semanas. Además, deben ser designados rectores y la nueva Defensoría. Y, lo más importante: el presidente del Parlamento debe asumir la presidencia. Todo eso se debe hacer; pero faltan 14 días para la derogación de la República.
¿Está realmente la Asamblea lista para asumir su responsabilidad? Hasta ahora un enfermizo apego a los procesos lo que hace es dilatar la agonía de toda una sociedad que se arriesga a diario. Pero, luego del contundente mandato de este 16 de julio, el Parlamento debe acatar.
Y, lo más importante: se debe entender que la ciudadanía salió a las calles, no para que Maduro retire la Asamblea Nacional Constituyente, sino para exigir libertad.
Luego de decenas de asesinatos. De familias destruidas, detenciones y agresiones, ninguna rectificación debería derivar en algún sacrificio por parte de una sociedad civil que ha empuñado el civismo en las calles.
Lamentablemente, a pesar del gran esfuerzo de la ciudadanía ayer, aún nos queda algo: presionar a la dirigencia. Es el momento de la contundencia y de aprovechar la inmensa victoria lograda por los venezolanos en la consulta popular.