En un artículo en la publicación semanal británica The Economist este 3 de agosto, el medio señala que el creciente autoritarismo del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela no corresponde con sus presuntos ideales socialistas.
“Aunque el régimen venezolano afirma ser socialista, sus prácticas son similares a las de los dictadores de la vieja escuela. Sus comportamientos eran de patrimonialismo (secuestro del recurso público por el partido gobernante) y el nepotismo. Eso también lo vemos en el régimen de Maduro: su Gobierno está plagado de familiares de sus dirigentes”, se lee en el medio británico, que público el artículo también en la versión impresa.
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Luego, señala: “La Venezuela del señor Maduro tiene la intención de revivir viejos hábitos. En una elección el año pasado en Nicaragua, Daniel Ortega consiguió llegar a un tercer período gracias a la decisión de prohibir a la oposición. Ese fue un recurso que ya había sido usado en contra de los partidos populares durante los regímenes de Argentina (1955-1973) y Perú (entre la década de los 40 y la de los 50). Puede ser esto lo que tenga en mente el señor Maduro”.
The Economist compara la dictadura de Nicolás Maduro con el más reciente ejemplo en Venezuela: la de Marcos Pérez Jiménez, y su plebiscito de 1957. Sin embargo, deja a un lado una serie de elementos que impide simplificar las comparaciones al ejercicio del autoritarismo.
“El régimen de Maduro puede ser más resistente. Pero pocos en Venezuela y en el mundo son engañados por su fantasioso voto” —haciendo referencia al reciente proceso de imposición de la Asamblea Nacional Constituyente— “(…) Ha desacreditado aún más a un régimen que es una dictadura abierta”, concluye The Economist.
El régimen chavista, que ahora ha desembocado en la dictadura de Nicolás Maduro, tiene años empleando políticas que han terminado devastando al país. Los controles de cambio, el estatismo enfermizo, control de precios, subsidios, expropiaciones y exagerada cantidad de misiones sociales son algunas de las políticas que ha derivado en una rampante crisis social, humanitaria y económica.
Fuente: The Economist