No existe espacio en Venezuela que no se haya visto afectado por la crisis. Cada aspecto de la vida del venezolano se ha degrado. Y para las prostitutas, la degradación es humillante: por la escasez del efectivo, algunas están haciendo trueques con alimentos.
En un trabajo de investigación de la Revista Clímax, del medio El Estímulo, se recoge la dramática situación que padecen las mujeres y transexuales que ejercen la prostitución: “Esos hombres hacen hasta lo imposible para traernos el dinero. También recibimos transferencias y aceptamos trueques con alimentos, ropa y cosméticas”, dijo al medio una trans denominada Paola.
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A pesar del drama, es un negocio que no ha perdido su clientela, como dice. Solo está la degradación de aceptar comida a cambio de sexo, pero aquello no importa. De todas maneras, no es un servicio tan costoso.
Según cuenta Paola, hasta el año pasado cobraba entre 80.000 bolívares y 40.000 bolívares, dependiendo del servicio sexual (no es ni siquiera un dólar y es una cantidad que representa el 10 % del sueldo mínimo).
“Las transferencias bancarias también son útiles, pero en la Venezuela del socialismo del siglo XXI el sexo no solo cuesta dinero. A veces hay pagos más valiosos: celulares, maquillajes —”una compra en Farmatodo [cadena de venta de medicamentos], por ejemplo— y alimentos. Incluso cajas de algún Comité Local de Abastecimiento y Producción (CLAP)”, se lee en Clímax.
A Paola le pagaron en un momento con “dos kilos de harina de maíz”; ella, además, solicitó los otros productos que trae la caja que entrega el Estado a cambio de sus servicios. Pero Paola es experta y es reconocida en la Avenida Libertador (popular vía de Caracas donde suelen trabajar las prostitutas).
Otras, quizá, no pueden ser tan exigentes: “Antonella es menos pretenciosa y se conforma con maquillaje Valmy (marca nacional) o un par de kilos de cualquier alimento precocido”.
Incluso ofreciendo efectivo —que es más preciado que el dinero por transferencia—, algunas se niegan.
Simplemente quieren comer: “Con cierta facilidad para conseguir efectivo, por su trabajo como comerciante minorista, Martínez paga al contado y en billetes. Pero a veces no es eso lo que quieren, sino que te dan la opción de buscar algo de comida. Hace mucho le compré a una un sandwich en un local de Bellas Artes antes de dejarla cerca de la pensión donde vive. Fui su último servicio y ella no había comido nada. No teníamos confianza ni nada, pero en esta crisis todo el mundo entiende lo que pasa el otro”.
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