Es su primer especial en siete años: con Humanity, Ricky Gervais regresó. Y es un alivio. El astuto comediante británico había permanecido ausente del stand-up por un período en el que solo pocos pudieron mantener el estandarte a favor de la auténtica comedia. Esa que no cede a presunciones.
De su breve destierro voluntario, destacan las cuatro presentaciones de los Golden Globe. Excelentes y polémicas. No fue ortodoxo. Y precisamente sobre esto inicia su rutina en Humanity.
Ahora, con el auge de la corrección y la mordaza en los medios, casos como el de Caitlyn Jenner deben tratarse con delicadeza. Un chiste durante la presentación de los Golden Globe, le hizo a Gervais ganarse el apodo de “transfóbico”.
Sobre ello bromea en Humanity y brinda sus argumentos para desmontar el epíteto: mencionar el nombre que por años cargó Jenner —o ahora su dead name—, su género anterior y burlarse de ella —o él— no lo hace transfóbico. “Así como burlarse de Bill Cosby no te hace racista”.
El especial está cargado de reflexiones oportunas. Ricky Gervais no solo busca que el público se ría. Aprovecha para intentar cambiar una peligrosa percepción que se ha impuesto: la comedia debe evitar ofender.
Dice que, luego de un auge de décadas en la industria, a partir del 2015 el mundo ha empezado a padecer un retroceso. Debido a ello, en cierta forma, se debe su regreso. Es un salvador dispuesto a evitar que la comedia se vaya a la mierda y se subordine a los cándidos censuradores.
Gervais va sin freno y recuerda constantemente que la acidez y la crueldad son características inherentes a la buena comedia. Habla de niños con cáncer y cómo se vuelven un problema por sus costosas quimios. La muerte, la apatía y el desdén producto de la riqueza son algunos de los temas. El británico recuerda en todo momento cuán superior es por los ceros en su cuenta de banco.
Humanity hace que uno aprecie al siempre incorrecto Louis C.K y a otros valiosos comediantes, como Bill Maher. Es una defensa amplia de la sagrada libertad de expresión. Se puede ofender. Se puede insultar y se puede ser cruel. Burlarse de la pedofilia no implica un respaldo de la pedofilia. Burlarse de los negros, gays y transexuales no te hace racista, homofóbico o transfóbico. La mofa sobre los estereotipos es, también, un componente sustancial en la buena comedia.
Hace unos días Instagram cerró la cuenta del comediante venezolano Led Varela. Su «desacierto» fue burlarse del recién fallecido Stephen Hawking. Publicó una imagen de la silla de ruedas eléctrica y en el comentario informó sobre su venta: “Poco uso, lista para viajar”. Cientos de usuarios ofendidos denunciaron a Led y a las horas, no solo desapareció el post; también su cuenta.
El caso de Led Varela generó un debate sobre cuáles son los límites de la libertad de expresión en la comedia y hasta qué punto la censura es legítima. Podría agregar acá un respaldo teórico que deje claro cuán condenable es la censura de cualquier tipo. Sin embargo, el especial de Ricky Gervais en Netflix es una excelente respuesta.
“Estoy tan consciente de la ‘libertad de expresión'”, dice Gervais justo después de contar cómo defendió el derecho de una mujer a insultarlo en las redes sociales.
Es el hombre que en su cuenta de Twitter escribió: “La libertad de expresión es un derecho. Ser escuchado, ser tomado en serio o respeto por lo que dices, no lo es. Supéralo”.
Freedom of speech does not include the right to be taken seriously, listened to, or even heard. But you have the right to speak. Enjoy.
— Ricky Gervais (@rickygervais) October 21, 2017
Gervais, en su especial en Netflix, nos brinda una descarnada crítica a la opinión pública mojigata. Habla de Twitter y su capacidad de ofrecer a todos la autoridad y superioridad moral para decidir qué se debe decir y qué no.
“Así está el mundo. La gente se toma todo personal. Creen que el mundo gira a su alrededor. Sobre todo en Twitter (…) Leen mi tuit y lo toman de manera personal. Es como ir al centro, ver un cartel que dice: ‘Clases de guitarra’, y decir: ¡Pero no quiero clases de guitarra!”.
Sin parecer acartonado, vestido con una franela y unos jeans, un Ricky Gervais extremadamente genuino ofrece una rutina cuyo objetivo no es matar de la risa a la audiencia. No son sus mejores chistes; pero la hora y dieciocho minutos que dura el especial termina convirtiéndose en una conveniente ocasión para reflexionar.
Algunos momentos son grandiosos; pero jamás deja de ser un programa bastante coherente. Humanity no es una oda a la humanidad, sino lo contrario. Una necesaria crítica sobre la forma en cómo se está acogiendo el humor. Ricky Gervais apuesta a la libertad como piedra angular de la comedia. Un regreso brillante, sin duda. Es también una excelente defensa de la libertad de expresión en la comedia.
“Siempre he querido que la gente sepa que uno se puede reír de lo malo y no significa que uno es malo (…) Todos vamos a morir así que es mejor reír. Si puedes reírte al enfrentar la adversidad, nada acabará contigo”, dice Gervais al final de su rutina.