“Si Abreu hubiera fallecido en 1998 el país hubiera unánimemente apoyado su entierro en el Panteón Nacional”, dice el empresario venezolano y director del PanAm Post, Luis Henrique Ball.
Pero el maestro José Antonio Abreu murió el pasado 24 de marzo. No terminó en el Panteón Nacional; sin embargo, sí recibió un sublime homenaje en el Centro Nacional de Acción Social por la Música, en Caracas.
Un auditorio coloreado por el amarillo, el azul y el rojo. Cientos de músicos exhibiéndose frente al féretro de Abreu. El público, emocionado, de pie. Aplausos y lágrimas para despedir a quien fue uno de los venezolanos más reconocidos en el mundo.
Una despedida con honores; pero que hace que uno se pregunte, como lo hace la escritora venezolana Jacqueline Goldberg, si para recibir tal homenaje era necesario “arrimarse a un régimen genocida”. “Pienso en el silencio que acompañó el adiós de tantos creadores e intelectuales que no admitieron la infamia”, agrega la escritora.
José Antonio Abreu fue una figura polémica; sobre todo en los últimos años de su vida. Muchos aprovecharon su muerte para recordar sus inmoralidades. Quizá inoportuno, porque es más lo que habría que celebrar del maestro.
Algunas decisiones, es cierto, terminan sepultando labores de años. Pero la creación de El Sistema no fue una labor y ya. Fue una ofrenda a una sociedad que lo necesitaba. A un país y a un continente. Abreu timoneó una faena tan soberbia que lo pudo haber llevado al Panteón Nacional, como dice Ball.
El Sistema Nacional de Orquestas: un modelo para el mundo
En 1975 José Antonio Abreu fundó la Acción Social para la Música; que luego sería conocido como el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. Ya desde antes el economista y músico era reconocido.
Abreu tuvo una breve carrera política. Venía de graduarse de economista de la Universidad Católica Andrés Bello y en 1963, con menos de 25 años, fue electo como diputado al Congreso Nacional por el partido Frente Nacional Democrático de inclinaciones conservadoras, liberales y tecnócratas. Años más tarde fue ministro de la Cultura bajo la presidencia de Carlos Andrés Pérez. De su gestión destacan varios logros; pero el más importante fue el de darle la autonomía merecida a varias instituciones artísticas, como el Museo de Arte Contemporáneo.
Aunque nunca se apartó por completo de la política, su prioridad siempre fue la música. El sueño de El Sistema fue creciendo hasta convertirse en una red importante de orquestas infantiles, juveniles y coros que involucraba al menos 500.000 jóvenes.
“Fundó centros musicales por todo el país. Son unos núcleos que imparten clases gratuitas a cientos de miles de niños (…) El éxito de su proyecto atrajo la atención mundial y sirvió de inspiración para muchas iniciativas similares: ahora hay orquestas juveniles basadas en El Sistema en más de setenta países, incluyendo varias en Estados Unidos, como el ambicioso programa OrchKids en Baltimore y la Orquesta Juvenil de Los Ángeles (YOLA)”, se lee en The New York Times.
De un pequeño proyecto, el programa de educación de Abreu se convirtió en un fenómeno nacional e internacional. En 1979 el maestro recibió el Premio Nacional de Música y varios años después, en 1993, la UNESCO le otorgó el Premio Internacional de la Música. Pasaron algunos meses y esa misma organización internacional designó a José Antonio Abreu como Embajador Especial para el desarrollo de una Red de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles.
Para entonces nadie hubiera cuestionado al excelso músico. Su obra, El Sistema, se había convertido en modelo internacional. Artistas como el director de la Filarmónica de Berlín, Simon Rattle; o el director de orquesta italiano, Claudio Abbado, le guardaban un inmenso respeto.
“Abreu le ha dado vida a un Sistema musical con el que los jóvenes pueden estar a salvo de los peligros de la calle, de la criminalidad, de la droga. Les ofrece la oportunidad de hacer cultura de manera gratuita; esto, finalmente, quiere decir que tendrán la oportunidad de construirse una vida mejor”, dijo Simon Rattle.
El objetivo de José Antonio Abreu, como contó en una entrevista a The New York Times, era que cualquier joven, incluso siendo muy pobre, pudiera interpretar a los grandes del clasicismo. “Para mí la prioridad más importante era darle a los pobres acceso a la música. Como músico, tuve la ambición de ver a un niño pobre interpretar a Mozart, ¿por qué no? ¿Por qué concentrar en una clase el privilegio de interpretar a Mozart y a Beethoven? La alta cultura musical del mundo tiene que ser una cultura común, ser parte de la educación de todo”, dijo.
Y lo logró. Casi medio millón de jóvenes en Venezuela llegó a formarse al mismo tiempo por El Sistema. Son cientos de miles los egresados; y eso sin contar a las instituciones de otros países que siguieron el ejemplo de José Antonio Abreu. Es, además, un modelo educativo impulsor del éxito. Uno de los egresados más conocidos es Gustavo Dudamel, el ahora director musical y artístico de la Filarmónica de Los Ángeles.
La principal agrupación de El Sistema es la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar. Es, también, la más importante del país. Una extraordinaria creación del maestro José Antonio Abreu que ha llegado a presentarse en los escenarios más importantes del mundo —como el Carnegie Hall de Nueva York o en los festivales de Salzburgo y Lucerna—.
Pero El Sistema tiene un problema. Desde su fundación, el principal financista de la obra de José Antonio Abreu fue el Estado venezolano. Por ello, el maestro siempre se mantuvo cercano a los gobiernos de turno. Vinculado a la primera y a la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez; a Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi, Ramón J. Velásquez y a la segunda presidencia de Rafael Caldera. Sin embargo, el declive empezó cuando decidió continuar el ardid con la Revolución Bolivariana.
José Antonio Abreu: ¿hábil estratega?
En diciembre de 1998, el candidato del Movimiento V República, Hugo Chávez, ganó las elecciones presidenciales. Durante los primeros meses de su mandato, para José Antonio Abreu no significaba una gran disyuntiva mantenerse vinculado al Gobierno.
No obstante, los años fueron imponiendo la odiosa diatriba. Un régimen que cada vez se exhibía más totalitario, dispuesto a absorber cada espacio de la vida cívica, en cualquier momento tomaría El Sistema —como lo haría con cualquier otra institución cultural—.
Al principio, Abreu coqueteó con la oposición venezolana. Pero, luego de que se exhibiera la astucia de Chávez y se evidenciara su fuerza y talante autoritario —en 2003, el expresidente anuló la autonomía de varias instituciones artísticas, derogando de esa forma una de los logros de Abreu cuando ministro—, el maestro “tuvo que poner en la balanza sus convicciones democráticas y la continuidad del Sistema”, como escribe el editor venezolano Antonio López Ortega.
“Sacrificó lo primero, porque lo segundo se le hacía inadmisible”, agrega López Ortega. Es aquí cuando Hugo Chávez decide lanzar los programas sociales bajo el Sistema Nacional de Misiones; y uno de estos programas es el de «Misión Música», con el que Abreu colaboró.
El Sistema siguió funcionando bajo la batuta del maestro; pero solo por el consentimiento del adalid de la criminal Revolución Bolivariana. Capaz José Antonio Abreu consiguió alargar la vida de su creación; pero no evitó que el cáncer chavista la contaminara.
En el 2014, el profesor de música de la Universidad Royal Halloway de Londres, Geoffrey Baker, publicó su libro titulado El Sistema: Orchestrating Venezuela’s Youth (El Sistema: orquestando a la juventud venezolana). Se trata de una ardua investigación de campo, lograda por la recopilación de decenas de entrevistas, que retrata la cara oculta de una institución aparentemente modélica. Es la muestra de cómo se terminó pervirtiendo el sueño de José Antonio Abreu; pero bajo la anuencia del mismo José Antonio Abreu.
Baker describe a El Sistema como “una organización opaca, que raya en lo secreto y con un culto por el líder”. “Si me forzaran a generalizar, yo diría que los valores claves o experiencias que se adquieren fácilmente en el programa [El Sistema] son la disciplina, la autocracia, el autoritarismo, la competencia y una cultura de ‘palcanca‘ y ‘jaladera de bolas‘, más allá de la meritocracia”, dijo el profesor de la Royal Holloway en una entrevista.
En su extensa investigación, Baker devela una realidad de tráfico de influencias, acoso sexual, opresión y sectarismo político dentro de El Sistema.
“Abreu pasó de ser un ministro de cultura liberal a principios de los 90 a convertirse en una mano derecha de Chávez y Maduro. Esto parece haber alienado a muchas personas (…) Tal vez el problema más fundamental es la estructura opaca y el problema de la dinámica del poder (…) Muchas veces los músicos comparaban a El Sistema con una mafia o un culto, lo cual es muy preocupante si nos referimos a un programa de educación musical. De un lado queda muy claro cómo funcional las cosas, los líderes envían órdenes y su palabra llega a todos los demás. Es una autocracia clásica”, aseveró Baker.
Durante la administración chavista, El Sistema solo ha podido sobrevivir gracias a que no ha sido incómodo para el dictador —sea Chávez o Maduro—. Eso ha significado que se moldee la institución hasta convertirse en un brazo propagandístico y cultural de la Revolución Bolivariana: los músicos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar interpretan cuando el tirano lo permite.
Y bajo este despotismo se han tenido que desarrollar miles de jóvenes cuyo único sueño es palpar algún día la grandeza musical. Para andar de giras con El Sistema conviene someterse, entonces, a la voluntad de los autócratas. Y se debe recordar que este, a diferencia de las administraciones anteriores, no es un simple Gobierno de turno. El chavismo ha sido denunciado, no solo por sus violaciones a los derechos humanos, sino por los inaceptables vínculos al narcotráfico y al terrorismo internacional.
Durante la administración roja, la fama internacional del Sistema Nacional de Orquestas y de José Antonio Abreu no mermó. Lo demuestra la amplia cobertura de su muerte y sus grandes logros en estos últimos años —en 2001, el Conservatorio de Música de Nueva Inglaterra honró al maestro con el doctorado honoris causa; en 2007 en Japón le otorgaron el Gran Cordón de la Orden del Sol Naciente; en 2008 el Premio Internacional Puccini en Italia; el Príncipe de Asturias ese mismo año; y ha aparecido en el programa de televisión estadounidense 60 Minutes, uno de los más exitosos; entre otros honores importantes—.
Pero en su país, la reputación de El Sistema y la del maestro sí se ha agostado. Hoy José Antonio Abreu es una figura polémica que divide a la opinión pública hasta el punto de que algunos apartan por completo sus sublimes conquistas.
“José Antonio Abreu fue un extraordinario organizador y promotor cultural, de indudable genio, habilidad y cultura. Su apuesta por el chavismo desmanteló El Sistema pero habrá que reconstruirlo. Su obra nos pertenece a todos y su nefasto error a él”, dice la escritora Gisela Kozak.
Capaz sería injusto condenar al maestro por su asociación al peor régimen que ha sojuzgado a Venezuela. Lo hizo, al fin y al cabo, para mantener vivo su gran logro, como precisa el escritor Antonio López Ortega. No es un venezolano intachable, como pocos podrían llegar a serlo.
Los que tuvieron el privilegio de conocerlo, lo admiran. José Antonio Abreu llegó a dar clases en la Universidad Católica Andrés Bello y muchos de quienes fueron sus alumnos en la Escuela de Economía, dicen que ha sido el mejor profesor que han tenido.
Nadie podrá poner en juicio su lucidez y sabiduría. Aunque se le desapruebe por inmoralidades; es un deber recordar que el maestro fue un hombre del mundo. Admirado y respetado en los grandes estrados hasta el final. Pero quizá sí se podría dudar sobre sus habilidades estratégicas: logró mantener vivo su sueño bajo el requisito de que el chavismo lo pervirtiera.