Se le advirtió y el dictador Maduro prefirió continuar con su delito de las falsas elecciones presidenciales. Ya está percibiendo la reacción del mundo y su respuesta ha sido la soberbia. Como si tuviera garantía de que ya ha ganado la partida. De que es imbatible. De que es poderoso.
Pero frente a las naciones que han asumido una postura firme, Maduro no es nadie. Su régimen no es nada. La otrora gran Venezuela, punta de lanza de la modernidad latinoamericana, es ya un país más miserable que Haití y Cuba.
No puede extorsionar porque no tiene con qué. La influencia que en su momento conquistó Chávez, ya la perdió la Revolución. Los logros del castrismo y el chavismo en la región se desmoronaron. Las sociedades rechazaron sus adalides y han optado por presidentes que ahora se la ponen difícil a los dictadores caribeños. Cuenta, además, con una Fuerza Armada famélica, cuyos funcionarios se bandean entre la deserción y el contrabando. Y debe confrontar una disidencia activa que, aunque pequeña, anda empecinada en generar la mayor discordia y ruido.
Le queda comprar voluntades; pero ya ni con su petróleo, pues no produce lo suficiente, sino con la adquisición del de otros países. Es un panorama patético de principio a fin. Y así —sin influencia, sin plata, sin militares y armamento decente, sin control general de la población, sin dominio de los puntos de anomia— trata de carajear, de manotear y de blandir el puño. Insulta y amenaza.
Trump sancionó el lunes temprano y hoy, martes 22 de mayo, el dictador respondió con la expulsión de Todd Robinson, el mayor diplomático gringo en Caracas, y Brian Naranjo, consejero de la sede.
“Le digo al Gobierno del Ku Klux Klan: ni con sanciones, ni con amenazas ni con conspiraciones ustedes detuvieron las elecciones (…) La voz de los venezolanos tronó el domingo. Aquí no se rinde nadie. Aquí no nos domina el imperio y en uso de mis facultades, como presidente, he declarado persona non grata y anuncio su retiro en 48 horas al encargado de negocios Robinson y a Brian Naranjo”, dijo Nicolás Maduro durante una transmisión en cadena nacional temprano en la tarde.
“Con la expulsión del encargado de negocios de Estados Unidos, Maduro procura demostrar una fuerza que no tiene, ni en lo interno, ni en el exterior”, dijo al respecto la periodista y escritora venezolana, Ibéyise Pacheco.
La soberbia sepultará al dictador y a su régimen. Parece sentirse bastante apoyado para ejecutar la drástica expulsión de Robinson. Pero subestima a Estados Unidos y sobrestima el «respaldo» de los bandidos del mundo. Sus únicos supuestos aliados. Los que, según Maduro, pondrían hasta el pecho para obstaculizar las «agresiones» de los grandes países de Occidente.
Declaración de guerra contra la tiranía que impedirá a Maduro volverse historia
A la condena al exilio de Robinson, el Gobierno de Estados Unidos amenazó con serias “represalias”. Además, la vocera del Departamento de Estado, Heather Nauert, aseguró esta tarde que su Gobierno está comprometido con utilizar “cualquier herramienta diplomática y económica para hacer responsable al régimen de Maduro”.
Asimismo, el senador republicano Marco Rubio —hombre de gran influencia en la administración—, dijo: “No hay un mes en que el presidente Trump no me mencione a Venezuela. Está comprometido personalmente. Finalmente tiene un equipo que convertirá sus órdenes en acciones. La llegada de Bolton y Pompeo son malas noticias para Maduro y Castro”.
Ciertamente, el compromiso del presidente Donald Trump con el propósito de lograr un cambio de régimen en Venezuela es innegable. Las últimas acciones escalarán, como el mismo presidente ha dicho —las sanciones del lunes son el inicio de una nueva ofensiva—, y buscarán generar mayor presión.
Pero además, es un asalto que pronto se verá acompañado. Ya los 14 países del Grupo de Lima llamaron a sus representantes en Venezuela a consulta. Informaron que vendrán sanciones, que serán informadas por cada nación.
Además, este martes la máxima representante de la diplomacia europea, Federica Mogherini, declaró, en nombre de la comunidad, sobre las falsas elecciones presidenciales de este 20 de mayo.
Lo que sobresale del comunicado, fue lo que informó: “La Unión Europea y sus estados miembros considerarán la adopción de medidas adecuadas”. Según la vicepresidenta de la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, el próximo 28 de mayo se establecerán las acciones en una reunión del Consejo de Ministros Exteriores.
El anuncio obedece a lo que ya Federica Mogherini había advertido en febrero. Si Venezuela no ofrecía “garantías para unas elecciones creíbles”, la posibilidad de sanciones europeas era inminente. Maduro no lo hizo y los países responderán.
Son prácticamente las grandes naciones del mundo Occidental y democrático. No reconocen la pantomima del domingo, por lo que también desconocen a Maduro como jefe de Estado. Lo dijo el secretario general de la Organización de Estados Americanos en su mensaje ante la arbitrariedad chavista: “No reconocemos a Nicolás Maduro como el presidente legítimo de Venezuela. El país necesita un Gobierno de transición que pueda generar un sistema electoral legítimo, que a su vez permita soluciones al país”.
El dictador está solo. De su lado solo tiene a los canallas del globo —y apenas—. El fraude solo ha sido reconocido por Cuba, Bolivia, República Dominicana, Nicaragua, El Salvador, Rusia, Bielorrusia, Turquía, Siria, Irán y China. Son 15 naciones. Todas, o con serias carencias democráticas, o completos autoritarismos.
Mientras, el dictador cuenta con el rechazo de 44 países. Son los que entienden que los comicios del domingo no cumplieron “con los estándares internacionales de un proceso democrático, libre, justo y transparente”. Toda Europa occidental y casi toda América —este último, un continente que abandonó al chavismo—.
Nicolás Maduro está decidido a confrontar a todo el mundo civilizado. Y, además, con soberbia y altivez. Expulsando a diplomáticos de una potencia económica y militar e insultando a presidentes.
Pareciera que el dictador no solo tuviera la garantía de que va a salir triunfante de su contienda totalitaria contra el mundo democrático. Cree, además, que de la crisis humanitaria, del caos económica, de la deserción militar, de la guerra entre mafias y de la existencia de una disidencia activa y enérgica, también saldrá invicto. Está dispuesto a convertirse en una rareza en la historia. El único ejemplar que ganó esa guerra. Contra todos.