La malintencionada nota publicada por la agencia de noticias Associated Press (AP) y replicada por TIME este 4 de julio, revela información importantísima y que permite invertir horas en discusiones al respecto. Es mucho lo que se puede desmenuzar.
Primero: entonces, cuando el agosto del año pasado Trump dijo que ante la crisis venezolana, todas las opciones estaban sobre la mesa, incluida la militar, lo dijo en serio. Muy en serio.
Fue una idea que discutió con sus asesores y que, según puntualiza el periodista Joshua Goodman de AP, aún no ha salido “de su cabeza”.
Para argumentarla frente a los funcionarios, citó casos como la invasión a Panamá en 1989 para acabar con el dictador y narcotraficante, Manuel Noriega; o la invasión a Granada en 1983 para hacerle frente al régimen autoritario de Maurice Bishop, que además se había alineado con la Unión Soviética. En esta última el Ejército estadounidense se enfrentó a los granadinos y a unos 700 cubanos. Ambos intentos fueron exitosos.
Pese a la argumentación y a la urgencia de los venezolanos, que padecen una terrible crisis humanitaria, dos altos funcionarios de la administración republicana se opusieron y trataron de disuadir al presidente: el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson; y el, también entonces asesor de Seguridad Nacional, general H. R. McMaster.
“En un intercambio que duró unos cinco minutos, McMaster y otros se turnaron para explicarle a Trump cómo la acción militar podría ser contraproducente y arriesgaría a perder el apoyo difícilmente ganado entre los Gobiernos latinoamericanos”, se lee en la nota de AP.
Llama la atención que los funcionarios de más alto rango que se opusieron a la sensata idea del presidente, fueron Rex Tillerson y H. R. McMaster. Ambos ya no se encuentran en la administración. Fueron destituidos y sustituidos por John Bolton, como asesor de Seguridad Nacional; y Mike Pompeo, en la secretaría de Estado.
Tillerson dejó el puesto por discrepancias con Trump. Y se habla de desacuerdo en torno a Venezuela. “Las diferencias entre Trump y Tillerson pueden resumirse en que al presidente le gustan soluciones más expeditas, aunque generen turbulencias”, se lee en una nota en la Revista Zeta. Y cuando el presidente anunció que Mike Pompeo sería el sustituto en Foggy Bottom, respaldó su decisión asegurando que con el exdirector de la CIA coincidía más.
“Siempre estamos en la misma página. Nuestra relación ha sido muy buena y eso es lo que necesito de un secretario de Estado (…) Con Mike Pompeo tenemos una línea de pensamiento parecida”, dijo Donald Trump.
Es esencial recordar que fue Pompeo, desde la CIA, el primer alto funcionario del Gobierno de Trump que denunció los vínculos entre el régimen de Nicolás Maduro y el narcotráfico y el terrorismo internacional. En ese sentido, sostuvo que Venezuela representaba una amenaza para la estabilidad de Estados Unidos.
Con respecto a H. R. McMaster, el general fue sustituido también por “diferencias”. En un reportaje del diario El País, se lee que el exasesor estuvo en contra de la decisión de denominar “terrorismo radical islámico” a los grupos terroristas islámicos. También, justamente unos días después de que Donald Trump dijera que no dejaba a un lado “la opción militar” ante la crisis en Venezuela, McMaster sostuvo, en una rueda de prensa, que Estados Unidos no ejecutaría ninguna operación bélica en el país latinoamericano.
Un absurdo que ahora cobra sentido con la nota de AP. McMaster le llevó la contraria a Donald Trump, públicamente, sobre Venezuela, y en marzo de este año terminó despedido. Lo sustituyó el war hawk, o «halcón de la guerra», John Bolton.
No fueron buenas noticias para los regímenes de Venezuela y Cuba. Bolton es mucho menos moderado que el general. Tiene fama de conservador y «belicista». Es pragmático y se inclina a resolver los conflictos de esa forma. Apoya la idea de un cambio de régimen en Irán, Corea del Norte, Siria y Libia. Esto con el férreo puño militar de Estados Unidos. Respalda las acciones belicistas en escenarios donde la diplomacia ya no tiene cabida. Es paradójico, pero lo de Bolton no es la cortesía ni el apaciguamiento.
Su designación debió haber generado nerviosismo: es un halcón de la era Bush y llegó con mano pesada contra las tiranías de Latinoamérica y Oriente. No siente ninguna simpatía por los Castro y mucho menos por Maduro. En una nota publicada en El Nuevo Herald en marzo de este año, se lee: “Para América Latina, siempre ha hecho énfasis en cómo Cuba, Venezuela y Nicaragua han socavado los intereses de Estados Unidos en toda la región”.
“Bolton cree que Venezuela, con su crisis económica, es vulnerable y que otros países, incluido Irán, continúan teniendo una gran influencia en su Gobierno”. Su postura es, entonces, determinante. Es un nuevo elemento que suma Trump a su gestión y que refuerza la férrea política exterior del republicano frente a la dictadura de Nicolás Maduro.
En síntesis: Donald Trump cambió a dos moderados, que en su momento se opusieron a su idea de intervenir militarmente en Venezuela, por dos hombres implacables y severos. Quizá el costo de no querer impedir, de una, la continuación del desastre venezolano.
La insistencia de Trump a los líderes latinoamericanos
Otra información relevante de la nota de AP, es la de que el presidente Donald Trump discutió la idea de intervenir militarmente en Venezuela con mandatarios latinoamericanos.
Principalmente con el líder del país que sufre las principales consecuencias de la crisis venezolana: el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. De acuerdo con el periodista Goodman, quien cita varias fuentes, planteó sus ideas al jefe de Estado latinoamericano.
Esto fue entre agosto y septiembre del año pasado. Y llama la atención que a finales de mayo de este año Colombia ingresó formalmente a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la reconocida alianza militar intergubernamental entre Norteamérica y países Europeos —y ahora, uno latinoamericano—.
Trump también discutió esta posibilidad con varios líderes de Latinoamérica durante una cena en el marco de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. En el evento estaba Santos también. Pese a las advertencias de sus asesores, el presidente norteamericano planteó la idea a sus homólogos. Empezó diciendo: “Mi equipo me dijo que no dijera esto”.
“Luego, Trump se puso a preguntarle a cada líder si estaban seguros de que no querían una solución militar”, se lee en la nota de Goodman.
Es una muestra de la insistencia de Donald Trump en este sentido. Empecinado en ejecutar una maniobra militar que acabe, de una, con la tiranía chavista, el presidente de Estados Unidos ha buscando convencer y parece estar apartando a quien se convierta en obstáculo a su idea.
Y es un planteamiento polémico, sin duda. Pero que, frente a la urgencia, ha cobrado vida como una de las pocas alternativas sensatas que quedan para restituir la democracia en Venezuela. En el artículo de Associated Press lo señalan: cada vez más voces se unen a la idea y sugieren que es lo que queda. Está, por ejemplo, el economista, profesor en la Kennedy School de la Universidad de Harvard y director del Centro para el Desarrollo Internacional de la misma institución, Ricardo Hausmann. En un reciente artículo planteó que para resolver la tragedia venezolana, queda solo una opción: “Una posible intervención militar internacional”.